La historia de la venta de un bebé por mil soles en la ciudad de Juliaca, es un claro ejemplo de deshumanización y miseria; es una afrenta a la misma vida. Es producto de una sociedad cada vez más desintegrada, carcomida por los excesos y el libertinaje; donde la falta de recursos es una excusa perfecta para sacar ventaja.
Lizbeth (28) y Richard (30) son una pareja, que por azares de la vida, llegaron a convivir y traer al mundo un hijo en medio del desorden, caos, pobreza intelectual y el infortunio. En medio de la desesperanza, irresponsabilidad y escasez de recursos, no tuvieron la mejor idea que cambiar a su menor hijo por billetes; una práctica medieval de trueque de esclavos por dinero y comida; un acto reprochable y condenable desde todo punto de vista.
Sin embargo, es necesario darle una mirada más amplia al asunto e intentar responder algunas preguntas. ¿Por qué decidieron venderlo?, ¿por qué la vecina aceptó comprarlo?, son interrogantes que pueden facilitar comprender este complicado caso.
La tesis de entregar él bebe a la vecina, porque no cuentan con dinero para mantenerlo, no parece sustentarse solo; pues recibieron dinero a cambio. Lo hubiesen utilizado para comprar alimentos, ropa, pagar sus deudas, o darse la buena vida, una jarana y quizá comprar aparatos electrónicos; convirtiendo así el vientre femenino en una oportunidad de hacer dinero.
Podemos sortear que la mujer se embarazo por descuido, por abuso sexual, desinformación sobre los métodos anticonceptivos, o irresponsabilidad total; ya que preservativos se entregan gratuitamente en los establecimientos de salud. Una suerte de “Soy pobre, por eso me pasa esto”. El alcoholismo en la que estaba sumido Richard complica aún más la situación de esta pareja, ya con cinco hijos encima; tener uno más era ya un problema grave.
Uno que nace en medio de carencia económica o pobreza, ¿está destinado a ser pobre también?, no siempre. Si bien las condiciones desfavorables pueden ser un obstáculo para acceder a educación, salud y vivienda; muchos ejemplos de lucha constante y rebeldía han logrado salir del circulo vicioso de la carencia extrema. Es cuestión de voluntad y decisión; a esto se suma la tarea del estado para acortar las brechas de pobreza y oportunidades para estos sectores vulnerables.
Lo más probable, es que la pareja provenga de familias disfuncionales, padres separados, madres golpeadas por la violencia familiar, machismo, explotación laboral, discriminación y demás males de la sociedad.
¿y por qué la vecina accedió a pagar mil soles por un bebé?, la respuesta es simple: Quiere conseguir lo que no pudo. Sus ovarios ya no fecundan y se siente incompleta, culpable de no poder darle a su única hija un hermano; una desdicha que persigue a más del 15% de mujeres y varones sexualmente activos en el Perú, es decir, 2 de cada 10 parejas son infértiles, por postergar la posibilidad de engendrar o intervenciones quirúrgicas.
Mientras miles de chiquillas engrosan las estadísticas de embarazos no deseados, las mujeres que no pueden tener hijos aumentan cada vez más, una realidad que debe ser abordado sin postergaciones por el estado, de manera responsable en los hogares, sin tabúes en las escuelas y cero restricciones de acceso a información y consejería en los sistemas de salud. O le ponemos pare, o seguiremos viendo púberes con wawas, personas haciendo trueque de humanos y siendo cómplices de la temible trata de personas. Es hora de actuar.
*Fuente: INEI 2015.