La delincuencia va relegando a la educación y la salud.

La delincuencia va relegando a la educación y la salud.

“Alias Wara Wara, un prontuariado delincuente pone en jaque planes y programas de seguridad de la Policía Nacional, y hecha por los suelos el Plan Zanahoria del Municipio de Juliaca”.

Lo ocurrido el pasado domingo aproximadamente a las 3 de la tarde en el populoso barrio San José de Juliaca, pone al descubierto el rostro más feo de la ola creciente de la delincuencia en la ciudad de los panza calas y cogotudos.

Hablar de seguridad es un mito por estos días. A plena luz del día y en medio de una bulliciosa pollería disparar contra un ex integrante de su misma banda delincuencial, a Wara Wara no le costó ni una pisca de miedo.

Segundos después, el fusil y revolver también las descargó contra otro de sus enemigos públicos, cuyo hermano fuera también ultimado el pasado 10 de octubre en una discoteca céntrica de la ciudad.

“LA PREGUNTA MÁS ALLÁ DE WARA WARA ES, EN QUÉ MOMENTO SE “JODIÓ” JULIACA Y SUS HABITANTES”

Imágenes de una cámara de video instalado dentro de la discoteca ilegal “La Base” registraron los momentos de terror que provocó Roque Quispe y su capacidad de operar sin temor alguno, incluso en medio de una muchedumbre de adolescentes que se aprestaban a alcoholizarse en una fría noche juliaqueña. Disparó al mismo estilo del pequeño oeste.

La pregunta más allá de Wara Wara es, en qué momento se “jodió” Juliaca y sus habitantes; en qué momento la ciudad capital de la Integración Andina terminó siendo el “Cali Andino”, donde la actuación policial es más que una lenta agonía institucional y la desconfianza marca la pauta de la vida de los que residen en la ciudad de los vientos, hoy convertida en tierra de nadie.

Si intentamos sortear algunas respuestas, basta hacer uso del 1% de las neuronas, pues las respuestas no necesitan mayor esfuerzo. La informalidad, ilegalidad, contrabando, narcotráfico son algunas de las actividades que permiten hoy más que antes que Juliaca sea vulnerable y terreno fácil para el mundo del hampa. Los mineros informales seguirán siendo asaltados en las carreteras y nunca denunciarán ante el riesgo de ser investigados por lavado de activos, tal cual manda la ley.

Territorios como Sandia y Carabaya plagados de huanuqueños y ayacuchanos, hacen de la selva una zona liberada para la actividad del narcotráfico que concentra su proceso en Juliaca, y a la vez carcome de cuerpo entero a la policía, Poder Judicial, Ministerio Público y demás aparatos estatales.

A esta cruda realidad se suma la inútil acción de los que conducen la política local más publicitada: Plan Zanahoria. Una forma más de usar fondos económicos para generar chamba para los que agitaron las banderas en campaña, mas no para accionar frontalmente contra las mafias que abren de par en par discotecas que anidan delincuentes y embrutecen a los adolescentes de Juliaca. Un fracaso tempranero.

Claro, no nos olvidamos de nuestro papel como “ciudadanos”, es tan desgraciada como lo mencionado líneas arriba. Ya nadie tiene un poco de estupor frente a lo que ocurre a diario. Ver cadáveres y brotar de los cuerpos gorgojos de sangre y espanto, es casi pan de cada día en Juliaca. Hemos perdido la vergüenza por completo. La inseguridad sigue gobernando.

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