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La identidad del adolescente en teoría psicoanalítica

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La Identidad del adolescente y sus procesos.

Publicado en “Intersubjetivo”-Revista de Psicoanálisis, Madrid, España. intersubjetivo – vol. 14 nº 1 – época II

Miguel Ángel Molla Madueño

Licenciado en Psicología por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Diplomado en Logoterapia por el Instituto Viktor Frankl. Egresado Doctoral en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Es investigador, docente y psicoterapeuta especializado en investigación sobre identidad y problemática juvenil. Magister en Cognición, aprendizaje y desarrollo, (título revalidado por diploma de estudios avanzados, Resolución del Consejo Universitario de la Pontificia Universidad Católica en 2017). Especialización en tratamiento de adicciones en el Centro italiano di Solidarietá de Roma.
Es investigador formalmente reconocido del Laboratorio de Investigación Educativa de la Universidad de Florencia, Italia, e investigador asociado de la Fundación de la Universidad Cayetano Heredia (Lima). Es consejero en el campo de la rehabilitación de drogas reconocido por la Federación Mundial de Comunidades Terapéuticas y es director del Centro de Estudios de Logoterapia: www.logotherapyresearch.com/ mail: migmolla@gmail.com.

El periodo crucial para la formación de la identidad es la adolescencia. La mayoría de las investigaciones con carácter empírico sobre la teoría de Erikson apuntan a la formación de la identidad en la etapa adolescente (Bourne, 1978).
El concepto de Identidad que Erik Erikson elabora implica el desarrollo de un sentido de continuidad y consistencia o integridad de la propia imagen y del reconocimiento de las demás personas que son significativas para el individuo, lo que contribuye a confirmar la autopercepción y cambios en la imagen de sí mismo, según se es visto por los otros.
Otros autores en los que cabe destacar a Grimber apuntan en señalar los procesos de diferenciación e integración que llevan a una maduración de la individualidad: la noción según la cual el yo se apoya esencialmente en la continuidad y semejanza entre las fantasías inconscientes referidas a las sensaciones corporales, a las relaciones objetales y al funcionamiento de los mecanismos defensivos, así como al tipo particular de identificaciones resultantes de los procesos de introyección y proyección.
Kernberg (1977) considera que la introyección, la identificación y la identidad del yo conforman la secuencia progresiva en que se incluyen las representaciones objetales y representaciones del sí mismo.
Kernberg sostiene que respecto de la teoría de las relaciones objetales, algunos autores refieren un enfoque más restringido dentro de la metapsicología psicoanalítica centrado en la constitución de representaciones internas (imágenes de sí mismo e imágenes objetales) destacándose la simultánea constitución del sí mismo y de las representaciones objetales.
El período crucial para la formación de la Identidad es la Adolescencia. La mayoría de investigaciones con carácter empírico sobre la teoría de Erikson apuntan a la formación de la identidad en la etapa adolescente (Bourne. 1978).
El concepto de Identidad que Erikson elabora implica el desarrollo de un sentido de continuidad y consistencia o integridad de la propia imagen y del reconocimiento de las demás personas que son significativas para el individuo, lo que contribuye a confirmar la autopercepción y a cambios en la imagen de sí mismo según se es visto por los otros.
Otros autores en los que cabe destacar a Grimber señalan los procesos de diferenciación e integración que llevan a una maduración de la individualidad: la noción según la cual el yo se apoya esencialmente en la continuidad y semejanza entre las fantasías inconscientes referidas a las sensaciones corporales, a las relaciones objetales y al funcionamiento de los mecanismos defensivos, así como al tipo particular de identificaciones resultantes de los procesos de introyección y proyección.
Kernberg (1977) considera que la introyección, la identificación y la identidad del yo conforman la secuencia progresiva en que se incluyen las representaciones objetales y representaciones del sí mimo. Sostiene que respecto de la teoría de las relaciones objetales algunos autores se refieren a un enfoque más restringido dentro de la metapsicología psicoanalítica centrado en la constitución de representaciones internas (imágenes de sí mismo é imágenes objetales) destacándose la simultánea constitución del sí mismo y de las representaciones objetales.
Estos autores coinciden en señalar la naturaleza esencialmente diádica de la
internalización (cada unidad de autoimagen y de imagen objetal se instala en un  particular contexto afectivo. Los autores mencionados sostienen, sin embargo, distintos puntos de vista en cuanto a la teoría de los instintos, los modelos estructurales de la mente y los abordajes terapéuticos, destacando en primer lugar a Erikson; Jacobson (1964); Mahler (1968), las escueles inglesas de Fairbairn (1952); Winnicott (1955, 1960, 1962); Bowley (1969) y Melanie Klein, (1934, 1940, 1946).
La teoría de Erik Erikson sobre la Identidad presenta el crecimiento humano desde el punto de vista de la interacción de procesos biológico, social y del yo. Destaca los conflictos interiores y exteriores que la personalidad vital soporta, para emerger con un renovado sentimiento de «mismidad» y continuidad con respecto a sí mismo. Estos conflictos son de tipo normativo en la infancia; el individuo está enfrentando sucesivas etapas de su desarrollo pasando por crisis de las que sale fortalecido y definido en el estilo de su propia individualidad. Esto es debido a que frente a los conflictos infantiles que son reactivados en la adolescencia lucha el poder de
afirmación (yoico) de una persona en lo que Erikson llama la búsqueda de la identidad.
Este proceso tiene su momento decisivo y crucial en la adolescencia, por ser el momento en que la maduración individual llama a su desarrollo más complejo que permite unificar los aspectos del sí mismo hasta entonces dispersos. En este proceso confluyen los aspectos psicosociales, tanto de la estimulación y presión social como del ímpetu vital y «alistamiento» individual.
La formación de la identidad como resolución de la crisis adolescente no determina un carácter estable y definitivo, no permeable a cambios o posibles momentos de confusión, pues no se asegura un equilibrio definitivo. Pero si se logra establecer una orientación vital definida de los procesos y funciones psicológicas, se establece un marco para la individualidad donde se agrupan los aspectos del sí mismo que conforman ahora una Gestalt definida pero no definitiva, sino con capacidad de constante redefinición vigorizante; renovación dialéctica.
La formación de la identidad tiene una significación prototípica para comprender como se da el juego entre lo psicológico y lo social.
La orientación y expresión de la energía afectiva individual se da al unísono con la síntesis que el individuo extrae de su percepción de la valoración social.
La Gestalt o conformación de identidad refleja la agrupación de elementos representativos de las fuerzas sociales al interior del individuo, así como la identidad explica en cierta forma cómo se construyen los valores que conforman la cultura.