En la anterior entrada tratábamos lo que los presidentes de los países miembros de la OEA acordaron en 1967. ese mismo año, el profesor brasileño J. Leite Lopes escribía:
“Es cierto que, sólo recientemente, los estadistas y los hombres de negocios de los países desarrollados han tomado conciencia por completo del papel de la ciencia y la tecnología, como fuerzas fundamentales de la expansión económica de sus países. Las dos últimas guerras mundiales, y sobre todo la segunda suministraron ilustraciones históricas que se encargaron de probar, definitivamente, a los dirigentes de dichos países, que los inventos técnicos y los descubrimientos científicos, incluso en las especialidades más abstractas, resultan esenciales para la construcción de una economía fuerte y de un poderío militar proporcionado (Lopes 1970: 44).”
También un trabajo presentado por los argentinos Jorge Sábato y Natalio Botana y titulado La ciencia y la tecnología en el desarrollo de América Latina, fue presentado en Bellagio, Italia, en 1968 en The World Order Models Conference, decían
“1. La superación del subdesarrollo de América Latina resultará de la acción simultánea de diferentes políticas y estrategias. En todo caso, y cualesquiera que sean los caminos elegidos, el acceso a una sociedad moderna –que es uno de los objetivos que se pretenden alcanzar por el desarrollo- supone una acción decisiva en el campo de la investigación científico tecnológica. Lentamente América Latina comienza a adquirir conciencia de esta necesidad y de esta carencia; lentamente y casi a regañadientes: todavía muchos funcionarios creen que la investigación es un lujo para los países desarrollados y muchos empresarios circunscriben su función a adquirir y pagar royalties. Todos aquellos que adoptan esta actitud pasiva, olvidan que la nación que descarte esta tarea corre el peligro de quedar marginada de la historia, ignorando el lenguaje de los países científicamente y técnicamente más avanzados y ostentando los viejos atributos de la soberanía como meros símbolos formales, vigentes, quizá, en un pasado que definitivamente terminó.
2. La investigación científico tecnológica es una poderosa herramienta de transformación de una sociedad. La ciencia y la técnica son dinámicas integrantes de la trama misma del desarrollo; son efecto pero también causa; lo impulsan pero también se realimentan de él (Sábato y Botana 1970: 59).”
¿Qué han hecho nuestros políticos al respecto en los últimos cuarenta años?
Qué pena, no han hecho nada y siguen sin hacer nada.