LA PROMESA DE LA VIDA PERUANA: A propósito del caso Tía María

Estimados blogueros:

Ya en anteriores post hemos hecho referencia sistemática a la idea de que -como decía Basadre- el Perú es un proyecto inacabado y que en buena medida la promesa de la vida peruana que fue sustancial para el proceso independentista se mantiene y se recrea cotidianamente al punto de extenderse completamente.

Bien, lo que ha venido ocurriendo en el caso del conflicto en Arequipa en relación a la explotación del yacimiento Tía María, es un gran ejemplo de lo difícil que es congeniar la idea de que hay una promesa de vida peruana para todos y que el Estado (especialmente el Poder Ejecutivo) debería ser el gran garante de que ello ocurra.

La actuación del Presidente de la República y de sus Ministros en afrontar la crisis ha sido la peor posible, mostrando falta de liderazgo y además falta de entendimiento del rol que le corresponde. Se ha demostrado una vez más que la fuerza pública no ha garantizado adecuadamente al conjunto de los ciudadanos y, además, en muchos casos los ha atacado.

De la Empresa prefiero no hablar, salvo apuntar que en mi experiencia trabajando con Empresarios, a los que yo conozco (y en muchos casos asesoro) si les interesa ganar dinero pero dentro del marco de una buena práctica cotidiana, lo que incluye pagar los tributos de manera justa, respetar el entorno, especialmente a las personas y al ambiente. Siento que ahí está el itinerario para la participación del Empresariado en el proceso de concreción de la vida peruana.

Por su parte, el grueso de la opinión pública ha dejado de informar con veracidad y se ha parcializado tras uno de los actores. Luego, la sociedad civil a lo largo del país ha actuado solicitando soluciones adecuadas, pero la fuerza de su voz ha sido muy débil.

Lecciones hacia el futuro muchas, las más de orden ético y jurídico. Ahora me preocupa la debilidad institucional que se ha producido en el país y, además, la cultura que saldrá de todo esto. en esa perspectiva, a continuación posteo tres interesantes reflexiones, aparecidas el día de hoy en el Diario La República: (i) Una de Nelson Manrique , que recorre la perspectiva sociológica y política, denominada “Anatomía de un desastre evitable”, (ii) una de Rocio Silva, que revisa la situación actual de los pobladores de Cocachacra, denominada “Regreso a Cocachacra, y, (ii) una de Fernando Villarán, que revisa el largo plazo y el sentido del Perú, denominada “Tía María: cuando la ideología se convierte en cárcel”.

Por: Nelson Manrique / ANATOMÍA DE UN DESASTRE EVITABLE

El respaldo a Ollanta Humala ha descendido hasta el 16%, según lo registra la Encuesta Nacional Urbana de GfK publicada este domingo. El trabajo de campo se realizó entre el 23 y 26 de mayo y la encuesta no mide el impacto de la captura de Martín Belaunde Lossio –que se produjo el 28– y el empequeñecimiento de la figura de Humala como contrapartida de la imagen de solidez, coherencia y eficiencia que exhibieron Evo Morales y las instituciones bolivianas. Es posible que a estas alturas Humala haya caído por debajo del umbral psicológico crítico del 15%, lo cual lo incorporaría a las ligas inferiores.

El mensaje presidencial del 15 de mayo, dedicado al conflicto entre la Southern y los pobladores del valle de Tambo, fue devastador para la imagen presidencial. Hay varios elementos llamativos en esta coyuntura. Primero, la postergación del mensaje, programado para la una de la tarde y emitido casi tres horas después de la hora anunciada. Segundo, que un mensaje absurdamente anodino diera lugar a tal postergación. Tercero, explicar qué esperaba conseguir Ollanta Humala cuando decidió dirigirse al país.

Desde el punto de vista mediático el mensaje presidencial fue un desastre. No ayudó a distender el ambiente político sino lo crispó aún más. Dejó la sensación de que el presidente y el Ejecutivo andaban perdidos en la cancha, y que la única acción que se les ocurría era proclamar públicamente su impotencia. Ver al presidente de la República lamentándose de que no podía cautelar el interés nacional, porque eso podía traer complicaciones legales, equivalía a una confesión de que quien tiene la sartén por el mango en el Perú no es el gobierno sino las corporaciones transnacionales. Con un primer mandatario balbuceante, irresoluto, incapaz de transmitir la sensación de seguridad y firmeza que se espera de un gobernante –todo agravado por el hecho de que se trata de un militar– quedó la impresión de que no había gobierno en el Perú. Obviamente, no es eso lo que Humala esperaba conseguir. ¿Qué falló?

Las cosas podrían tener cierto sentido si se parte de la hipótesis de que Humala siguió un guión acordado entre el gobierno y la Southern. En el escenario ideal el presidente le diría a la nación que él estaba imposibilitado de poder solucionar el conflicto por razones atendibles y por lo tanto invocaba al patriotismo de los campesinos y al espíritu de cooperación de la empresa para encontrar una salida. Se trataba de poner la pelota para que presidente de la Southern metiera el gol y, efectivamente, pocos minutos después del mensaje, el mandamás de la empresa minera anunció que habían escuchado el pedido presidencial y suspenderían el proyecto por 60 días para solucionar los pequeños problemas que aún estaban pendientes. Como es obvio, el tiro les salió por la culata y, lejos de distender el ambiente, provocaron un recrudecimiento del conflicto.

Humala recurrió entonces al expediente esperable de un militar en apuros y sin recursos para moverse políticamente: apoyarse en la represión. Hace tiempo la filósofa Hannah Arendt rebatió la creencia de que un gobierno fuerte es aquel que saca los militares a la calle. Exhibir públicamente la fuerza represiva es la más transparente confesión de que el gobierno ha perdido legitimidad y es incapaz de asegurar el consenso social imprescindible para que las instituciones y la sociedad puedan funcionar. Son los gobiernos débiles los que necesitan ampararse en los estados de emergencia, la suspensión de las garantías constitucionales y el aplastamiento por la fuerza de las manifestaciones ciudadanas. Y ningún poder puede sostenerse mucho tiempo basándose en estos instrumentos.

El importante respiro alcanzado por Pedro Cateriano al dirigirse al Parlamento, que permitió reconstituir en algo la deteriorada imagen del oficialismo, dañada por la censura de Ana Jara, fue absurdamente dilapidado. La contundente derrota del gobierno cuando pretendió imponer la Ley Pulpín debió ser una advertencia suficiente, pero se pretendió imponer a la mala en Tía María el programa dictado desde el Ministerio de Economía y Finanzas, inmolando a los demás ministros, con los resultados que estamos viendo. El 45% de los encuestados por GfK opina que el proyecto debe suspenderse indefinidamente, 23% que debe cancelarse definitivamente y 32% que debe suspenderse por 60 días. Más importante aún, el 63% de los encuestados opina que el sector minero es importante pero junto a otros, 19% piensa que no es importante y solo el 18% considera que es el sector económico más importante.

Un mínimo de reflejos políticos impondría un cambio radical de rumbo. Es probable que Humala decida persistir.

 

Por: Rocio Silva Santisteban / REGRESO A COCACHACRA

Son las 6:30 de la tarde y los cacerolazos se oyen por todo el pueblo. Las mujeres se paran en la puerta de sus casas o de sus tiendas con una sartén y un cucharón para declarar su indignación. También prenden velas dentro de botellas de plástico para que no se apaguen con la brisa que viene desde el mar. ¿De qué otra manera podemos protestar?, se quejan. Les digo que porten lazos verdes con un listón negro para manifestar su luto como lo hacían las mujeres en Conga durante el Estado de Emergencia porque están suspendidas algunas garantías pero jamás se puede suspender la libertad de expresión.

Han pasado solo 45 días entre la primera vez que vine a la zona y ahora que regreso pero  en densidad histórica parecen diez años: cuatro personas han sido asesinadas, dos agricultores y un obrero de construcción por proyectiles de arma de fuego y un policía golpeado por la turba; se ha instalado el Estado de Emergencia y según el registro del puesto de salud más de cien personas han sido atendidas por heridas, aunque, como me confiesa la doctora: “muchas ni siquiera vienen porque tienen miedo de que les pasemos nuestras listas a la PNP”. Por eso se sacan los proyectiles en sus casas y llegan al puesto con infecciones por malas curaciones.

Hay miedo en Cocachacra y muchas quejas: por abuso de la fuerza por parte de la PNP como, por ejemplo, cuando detuvieron a un sereno y le hicieron bajar de una camioneta del serenazgo para golpearlo hasta producirle un esguince; porque los jóvenes y adolescentes duermen en los cerros por temor a ser capturados; porque la policía les pregunta a los niños del colegio si sus papás participaban en la huelga. Las personas tienen miedo incluso de hablar por celular y los adolescentes han aprendido a grabar y registrar situaciones de violencia porque los periodistas que lo hicieron han tenido que huir hacia Arequipa como también huyeron tiempo antes otros pobladores a favor de la mina. La desconfianza se ha instalado incluso entre vecinas que se acusan mutuamente de delación.

La gente agradece que Nicolás Lúcar haya venido a la zona y aborrecen que algunos periodistas, sin salir de su set en Lima, sostengan que hubo saqueos en Credishow cuando, me dice una señora, “sí rompieron las lunas pero nadie robó nada ni saqueó nada”. Están cansados del estigma de violentos. Me dice una trabajadora de la Municipalidad que cuando van a Arequipa no los aceptan en los hoteles porque “son terroristas antimineros”.

Por supuesto que también la espiral de violencia de los espartambos les está pasando la factura. Sin embargo el tema es más complejo: como me explica un profesor de colegio, muchos adolescentes los ven como héroes, incluso hay un hip hop cuyo coro dice “el ministro no quiere entender/ este valle no lo voy a vender / somos hijos de Tambo y somos es-par-tam-bos…” Además me explican, por enésima vez, que no han llegado “puneños huaraqueros” porque “muchos tambeños venimos de Puno y sabemos tirar con honda para espantar a los pájaros”. Otros me explican que se sienten indignados con el ministro. ¿Con cuál? les digo yo. Me explican que, por orden de indignación, primero con Cateriano, luego con Pulgar Vidal y por último con Pérez Guadalupe “porque dijo que a Ramón Colque lo mataron de un piedrón cuando murió por bala…”.

¿Cómo recuperar la confianza?, pregunto. Solo un hombre mayor que nos repitió varias veces que había leído el Informe Final de la CVR se atreve a sugerir que venga el Presidente.

 

Por: Fernando Villarán / TÍA MARÍA: CUANDO LA IDEOLOGÍA SE CONVIERTE EN CÁRCEL

Durante los últimos 25 años, los sucesivos gobiernos, presidentes, ministros de Economía, de Energía y Minas, la mayoría de congresistas, la casi totalidad de periodistas y medios de comunicación nos han venido repitiendo: El objetivo número uno del país es el crecimiento económico, el motor del crecimiento es la inversión privada, el Perú es un país minero, la minería es el principal contribuyente del Estado, un solo megaproyecto minero equivale a un crecimiento del 1% del PBI. Había una idea que no se decía pero que se asumía como cierta: la productividad viene de la tecnología importada (maquinaria y equipo).

Como consecuencia, las actividades de los presidentes, ministros y funcionarios públicos han estado marcadas por un objetivo principal: promover las grandes inversiones en la minería. Para demostrarlo tenemos los famosos “Road Shows” que se han organizado en todos los países desarrollados mostrando las ventajas naturales que Dios nos regaló. Los resultados están allí, decenas de proyectos mineros en operación, generando el espectacular crecimiento del sector minero e hidrocarburos. De acuerdo con el INEI, este sector ha pasado de contribuir con 4.6% al PBI en 1994 a contribuir con 14.4% en el 2007; ningún sector económico creció tanto en ese período. Las exportaciones de este sector pasaron de representar el 53% de las exportaciones totales en 1990 a ser el 68% en el 2013 (cifras de CONCYTEC).

No contentos con estos resultados siguieron repitiendo estas mismas ideas, que se convirtieron en obsesión y luego en ideología. Por ello, no se dieron cuenta de que la situación mundial había cambiado radicalmente, y también la situación interna. Ya con este gobierno, primero se les cayó un megaproyecto, el de Conga, en el 2011, y se dijo que la economía se iba a paralizar. Ahora un segundo proyecto tiene problemas, Tía María, y todos estos personajes han entrado en pánico, arrastrando con ellos a medio país. Han ido creando una cárcel ideológica de la que no son capaces de salir, no pueden imaginar soluciones ni diseñar caminos alternativos.

Es urgente salir de este callejón. Comencemos cambiando las certezas, las prioridades y los objetivos. El objetivo número uno del país es el desarrollo, y este es multidimensional (económico, social, ambiental, político-institucional), los motores del crecimiento son la innovación y el emprendimiento (Schumpeter-Acemoglu-Robinson) y la inversión es una variable resultado, el Perú es un país megadiverso (y la minería es sólo una parte de ello), muchos pequeños y medianos proyectos equivalen a uno grande (comparemos el boom gastronómico con el minero, en empleo, en nueva riqueza, y miremos a otros sectores que crecen y crean empleo, como la construcción, el turismo, la agroindustria, los servicios basados en TICs, entre otros). El Perú tiene un potencial gigantesco, es absurdo apostar por un solo sector y un solo grupo de inversionistas.

¿Y qué hacemos con Tía María? Primero, comencemos a realizar las comparaciones relevantes: el empleo directo e indirecto que crea el proyecto minero respecto al empleo que se pone en riesgo en la agricultura y otras actividades. No tengo las cifras exactas, pero estamos hablando de cientos en el caso de la minería y de miles en caso de la agricultura. Claro, la productividad de los empleos mineros es cincuenta veces la de los agricultores porque usan tecnología moderna importada. Segundo, ¿y si apostamos por elevar radicalmente la productividad de la agricultura del valle de Tambo? Con una fracción de lo que se va a invertir en el proyecto (1,400 millones de dólares) se puede crear una gran cantidad de riqueza para beneficio de toda la población de la zona. Se invertiría en capacitación, investigación, transferencia y creación de tecnología; en tres años se podrían lograr resultados espectaculares en creación de riqueza, mejoramiento del empleo, diversificación productiva. En esos mismos tres años se podrían levantar las observaciones al proyecto Tía María y desarrollar tecnologías que impidan la contaminación del agua y la agricultura; en una de esas, logramos que sean compatibles ambas actividades.

¿Suena audaz? ¿No vivimos acaso en la sociedad del conocimiento (Drucker)? ¿No se aprovechan de ella, a manos llenas, los países líderes como Estados Unidos, China, Alemania, Finlandia, Canadá? A nosotros no nos faltan cerebros.

Puntuación: 3.14 / Votos: 7

Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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