Estimados Blogeros:
Para quienes me conocen, no es una sorpresa que siempre he admirado a José María Arguedas, y no sólo en términos intelectuales y humanos, sino de la carne y la sangre, como diría el buen Vallejo. Desde niño entendí mucho de lo que nos pasa a quienes hemos bebido y vivido lo mejor del mundo occidental y del mundo andino, a partir de las claves reflexivas que se presentan en los estudios, cuentos y novelas de Arguedas.
Sin duda, en mi visión del Perú, de lo peruano, así como en mis utopías sobre el futuro de esta sociedad medio andina, medio occidental, tiene mucho que ver el gran Arguedas. Él inspiró unas ideas que promoví en algunas organizaciones sobre el sentido de lo peruano que traduje primero en “el andino moderno” y luego -con otros- en “el cholo republicano”. Sin embargo, debo confesar que Arguedas plantea a la base de su reflexión la idea de la SOLIDARIDAD como elemento de lo humano y de lo identitario, lo que sin duda ya replantea nuevos derroteros para aquellas viejas tesis que creamos y que nos podrán dar un itinerario conceptual para afrontar una agenda para el Bicentenario.
Como ven, tengo muchas razones para que también crea que el año 2011 será recordado como el año del Centenario del nacimiento de este gran peruano. En ese sentido, aunándome a los homenajes sinceros de muchos, me gustaría reproducir el editorial del Diario El Comercio del martes 18.01.2011, cuyas posiciones creo compartir.
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Por: Diario El Comercio
Este aniversario de Lima coincide con el centenario del nacimiento de José María Arguedas, escritor nacional cuya obra introdujo el tema de la dualidad cultural, antropológica y social del Perú, con un enfoque crudamente realista.
Y, aunque su obra “Todas las sangres” es una creación compleja, que revela sobre todo el choque cultural del mundo andino con el costeño, ha servido como un referente cultural para representar la esencia del mestizaje, que está en la raíz de la peruanidad. Como bien lo resumió nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa, “Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de todas las sangres. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales”.
El pensamiento de Arguedas, sin embargo, va mucho más allá. Es básicamente un retrato de la diversidad de las culturas, del encuentro de mentalidades y formas de ser, y la visión sentida y profunda de un peruano que, 500 años después del descubrimiento de América, se maravilla por la belleza del Ande y sus costumbres, pero también avizora la manera como podría darse, no siempre fácilmente, este nuevo encuentro de dos mundos, e invita a la reflexión sobre lo que somos.
Y si concluimos que Lima es el principal imán y síntesis de la migración interna, que le ha dado una nueva cara, resulta indudable que la obra de Arguedas aporta una serie de elementos para entender la capitalidad, los matices de alienación e integración interna, y finalmente lo que podemos asumir como peruanidad.
A través de él conocimos el mundo andino desde sus entrañas, la fuerza y expresividad del folclor y la idiosincrasia del indio en obras insuperables como “Agua”, “Todas las sangres” y “Los ríos profundos”. Y, en “El zorro de arriba y el zorro de abajo” revela los traumas de una ciudad industrializada como Chimbote.
Como señala nuestro codirector general, Francisco Miró Quesada Cantuarias, “su identificación con el hombre autóctono no tenía nada que ver con el indigenismo fanático que rechaza todo lo occidental y, sobre todo, lo hispánico. Lo que José María Arguedas rechazaba era la actitud despreciativa y prepotente de algunos peruanos frente al ‘indio’. Para él, el Perú era una síntesis del Occidente y la civilización andina”.
En palabras del mismo Arguedas, en su artículo “Vivir la patria en París” (El Dominical, 7 de diciembre de 1958): “Somos un país mestizo; la historia ha demostrado que mantendremos una personalidad indígena; pero siempre tendremos por fortuna, una élite europea. Pertenecemos al ciclo occidental. Con México y Brasil, somos los países ‘incas’ (Ecuador, Perú y Bolivia) los que sin duda podemos hablar de una mayor originalidad de nuestra cultura, hasta de la posibilidad de una nueva versión de la cultura occidental”.
De allí su rechazo a la exclusión y al racismo, por lo que reflexiona: “¿No es una expresión de fe racional en el país proclamar que todos los peruanos, cualquiera sea su ‘raza’ y procedencia geográfica, son virtualmente iguales y que los prejuicios en que se fundaban las tan interesadas y antihumanas diferencias a que nos hemos referido, están desapareciendo?”. Era conocida también su pasión por el rescate del folclor peruano y su protesta por el estado calamitoso de algunos museos arqueológicos de su época, lo que calificaba como “un atentado a la historia”.
Celebremos, pues, el legado de un peruano ejemplar de extraordinaria sensibilidad artística y humana. Y ya que no prosperó la iniciativa de denominar el 2011 año del “Centenario del Nacimiento de José María Arguedas”, pues podríamos bautizar con su nombre a alguno de los principales museos del país, como el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Antropología del Perú, ubicado en Pueblo Libre, lo que sería también un reconocimiento a su faceta de antropólogo.
Aparte de leer y analizar su obra tan amplia, esta sería una manera de honrar permanentemente su memoria y recordar que, por encima de sus circunstancias terrenales, era un peruano genial y limpio comprometido con abrir las puertas a la integración, la reconciliación nacional y eso que llamamos peruanidad, cuya construcción, a la que estamos llamados histórica, telúrica y simbólicamente por los apus de costa, sierra y selva, nos sigue costando tanto.
1 Comentario
Arguedas se pasó toda su vida escribiendo sobre el indio pobrecito, compadeciendose de él, buscando una forma que dejara de serlo, hasta que un buen día, luego de mucho remar se dio cuenta que al indio le gustaba ser pobrecito, es más, que había aprendido a sacarle provecho, y defraudado se descerrajo un tiro.