Amigos:
Va una interesante entrevista al profesor Juan Carlos Cassagne, quien recientemente fue nombrado como Profesor Honorario del Departamento Académico de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La entrevista se publicó en EDU, Boletín de la PUCP.
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Por: Derry Díaz
¿Cómo nace su interés en derecho administrativo?
Básicamente, mi interés nace por una vocación por la ciencia jurídica. Si la historia me llevó al derecho público, el derecho público me llevó al derecho administrativo.
También confieso que, a la mitad de mi carrera, tuve dudas sobre si me iba a dedicar o no al derecho mercantil o comercial, porque tiene una dinámica muy acentuada, no tiene fórmulas tan cristalizadas como el derecho civil y me resultaba atractivo porque representaba la satisfacción de necesidades del hombre moderno y las empresas. Me iba a dedicar al derecho comercial hasta que entré en un curso bastante largo que duró seis meses, donde hice nada más que estudiar derecho administrativo con grandes maestros.
En el 2001, la revista inglesa Chambers of Partners lo eligió como uno de los cien mejores abogados del mundo. ¿Cómo toma este reconocimiento?
Creo que es un acto de generosidad de mis colegas. Supongo que para eso habrán hecho una encuesta internacional.
Pienso que las relaciones humanas juegan mucho en ese sentido, porque hay muchísimos abogados en el mundo con tantas o mejores condiciones que las que tengo.
¿Cuándo se iniciaron sus relaciones con nuestra Universidad?
Mis relaciones con la Universidad Católica empiezan desde el Primer Congreso Nacional de Derecho Administrativo. Tengo que reconocer que el primero que me influenció para acercarme a profesores peruanos fue mi amigo Jesús González Pérez, quien había estado en el Perú un tiempo antes de que yo viniera. Él me dijo que en el Perú se está formando una escuela muy seria bajo la dirección del profesor Jorge Danós, un hombre de principios dedicado a la formación de gente. Jesús González me dijo: “Tú y él tienen la misma brújula, la misma orientación, de alguna manera tienen que
conocerse y trabajar juntos”, porque el derecho administrativo de Iberoamérica necesitaba un perfeccionamiento. Hasta que el profesor Danós me invitó a venir al Perú.
¿Cómo percibe la situación de las instituciones y el Estado de derecho en el Perú?
El Estado de derecho es una concepción básica para el desarrollo armónico de la libertad de los derechos fundamentales de las personas. Este Estado de
derecho se va modelando a medida que van cambiando las necesidades
y van evolucionando las ideologías. Si nos ponemos a pensar en el origen del Estado de derecho, vemos que nació para defender las libertades y evitar que el Estado se entrometiera en las actividades de los particulares. Luego, se cayó en un Estado formalista y eso dio lugar al Estado nacionalsocialista, al Estado de Musolini, del fascismo, a todas esas deformaciones.
En el fondo, ahora hemos vuelto al Estado de derecho defensor de las libertades, que equilibra lo individual con lo colectivo, donde todos los órganos del Estado están sometidos no solo a la ley del Congreso sino a la justicia; es decir, a los principios generales del derecho, los que no podemos violar de ninguna manera.
Sin un Estado de derecho e instituciones sólidas, ¿el derecho administrativo no puede consolidarse?
Sería como una especie de falso derecho. Un derecho que no está asentado en la justicia, que no defiende las libertades, solamente puede decirse que es un derecho en un sentido formal y no en un sentido sustancial.
¿Cómo ve el derecho administrativo a nivel de la región?
Las instituciones se han ido modernizando y han incorporado una serie de técnicas del derecho administrativo actual, pero hay una falencia muy grande en las personas que se ponen para ejercer los cargos en las instituciones, yo creo que ahí está nuestra principal falencia. Un Estado de derecho no necesita un sistema policial, necesita que los ciudadanos crean en la necesidad de cumplir las leyes, en la justicia.
Siempre hay un caudillo, una persona que quiere imponer su voluntad a todo el pueblo. Ese es el problema.
En una entrevista usted dijo que “el hombre nuevo no tiene en cuenta sus deberes; todos son derechos”. ¿Por qué cree que es así?
Esto es por una deformación de la actividad de la teoría de los derechos. Cuando se enseña que hay derechos, también hay que enseñar que hay deberes.
El deber es el correlativo del derecho. No puede ser que todo el mundo tenga solo derechos y no deberes que cumplir. Una comunidad que no cumple con sus deberes fracasa.
¿Algún mensaje que quiera dar a la comunidad universitaria?
Yo le quiero dar un mensaje a la juventud: aparte de perfeccionarse, de trabajar, de conocer, tienen que practicar las virtudes morales, reconocer que, como hombres, todos tenemos defectos, pero lo importante es saber corregirlos y, en el futuro, trabajar sobre la base del bien común, que para mí es básico. El bien común exige, muchas veces, sacrificios individuales.
Quizá el mal de nuestros pueblos sea el excesivo individualismo. Tenemos que armonizar una cosa con otra. Todo lo colectivo no es bueno, pero todo lo individual tampoco porque, si solo pensamos en las necesidades individuales de las personas, vamos a terminar en una anarquía y no en un Estado de derecho.
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