Estimados blogeros:
Va una interesante reflexión de Virginia Bustamante, aparecida hace unos días en el Diario El Comercio sobre AIDESEP, sobre el rol jugado por dos antiguos dirigentes: Evaristo y Miqueas.
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Por: Virginia Bustamante
Conocí a Evaristo Nunkuan Ykanan hace muchos años; había sido exitoso presidente de la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) y gracias a su enorme capacidad de trabajo, imaginación y asertividad llegó a ser presidente de la Coordinadora Interétnica de la Cuenca Amazónica (Coica).
En 1984, Evaristo recibió el Premio Alternativo de la Paz por lograr entendimiento y acuerdos importantes entre los divididos y enemistados grupos de dirigentes de asháninkas, huitotos, huambisas y tantos otros que se encontraban (como ahora) en constante fricción y rencillas. Los fondos que acompañaron a este reconocimiento internacional los destinó a su trabajo en Aidesep y Coica, con la responsabilidad social que lo caracteriza. Miqueas Mishari era un jefe de comunidad nativa, reflexivo y callado, pero con gran sentido del humor.
Trabajando juntos, Evaristo y Miqueas comprendieron la raíz original de nuestros problemas socioantropológicos: la atomización cultural y social. La pluriculturalidad difícilmente ha facilitado al Perú visualizar objetivos comunes que son los que permiten el desarrollo y el éxito.
Entre otros logros, el año pasado Aidesep obtuvo US$12 millones. ¡Qué no hubieran hecho Miqueas y Evaristo con esos fondos! Desconozco los fines de la actual Aidesep, pero sería realmente valioso que, como a los viejos sabios (comunidad de ancianos), les consultara a los ex presidentes sobre los programas para la formación de profesores bilingües, la impresión de textos en las diversas lenguas, el control de la depredación de los bosques y el envenenamiento de los ríos con deshechos químicos del tráfico ilícito de drogas.
Es necesario recordar que a fines de los años 80 el Perú no era un país productor de cocaína; este fenómeno se da a partir del 95. A pesar de ello, ya Evaristo reflexionaba y se preocupaba por lo que debía hacerse. No el Estado, no el Gobierno; las propias comunidades, su propia iniciativa.
Evaristo y Miqueas entendieron hace más de 18 años “la responsabilidad social”, mucho antes de que el mundo occidental y moderno lo hiciera. Querían hacer muchas cosas; no todo era bueno ni podía hacerse, pero creían en sí mismos y en su propia capacidad para hacer las cosas.
Les explicaba cómo América Latina tuvo las mejores y primeras universidades de América, que por lo menos hasta mediados del 1700 los gringos de Canadá y de Estados Unidos, así como nosotros, éramos iguales respecto al número de pobres. No podían creerlo. Entonces, su convicción de la unión en diferencia creció para siempre.
Hoy algo está muy mal, pero no fuera de nosotros. Nuestros males o muchos de ellos son endógenos, somos responsables en una gran medida de las consecuencias de nuestras acciones. Hay países latinoamericanos que conviven con cifras aterradoras de mortalidad infantil: 50 menores por cada mil. Tenemos enemigos comunes con el mismo feo rostro: el analfabetismo, la falta de hospitales y de infraestructura vial, la educación deprimida y deprimente…
En estos momentos de luto en el país, cuánta falta hacen Evaristo y Miqueas con su energía y su serenidad; con su visión indispensable del bien común y de su solidaridad. Después de tantos años, lo mucho que avanzaron en materia de imprescriptibilidad, inembargabilidad y otros bienes comunes para sus etnias, ha dejado de tener importancia para los actuales dirigentes que, sin embargo, no han logrado por su desunión y amargos intereses poner un solo representante en el Congreso. ¡400 mil nativos nunca han podido ponerse de acuerdo para juntar los votos y elegir a un solo representante!
A la luz de las fogatas en las pequeñas islas de Atalaya, cuánto me gustaría saber lo que Miqueas y Evaristo podrían decirme ahora sobre lo que está sucediendo en su amado país.
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