Va la siguiente entrevista a Javier Silva Ruete, antiguo ministro de Economía, realizada por Luis Davelouis Lengua para el Diario El Comercio (18.04.2009). Silva Ruete hace referencia a la crisis económica, su duración, el impacto en el Perú y lo que significa el libre mercado en una época en la que a todos nos quedan dudas
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Por: Luis Davelouis Lengua
Javier Silva Ruete es un personaje, si no notable, tremendamente reconocible. Su paso por la política peruana (fue ministro en varias ocasiones y senador en una oportunidad) es indudable y su figura no ha estado nunca alejada de la polémica. Más que una entrevista, sostuvimos con él una conversación sobre la crisis económica que atraviesa el mundo y cómo se maneja el control de daños en los países desarrollados, particularmente en Estados Unidos.
También dialogamos sobre el probable (e indeseable) impacto de la crisis en el Perú y cómo, según testimonia ahora el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el mundo especializado ya se conocía lo que probablemente se venía, y cómo nadie hizo nada al respecto.
La crisis económica internacional finalmente y, contra los pronósticos del presidente Alan García y sus funcionarios, ya nos está afectando.
Es cierto, pero afecta a todo el mundo. De hecho, a nosotros nos está afectando menos porque hemos sido conservadores y hemos mantenido las cuentas en orden. Además nosotros no tenemos nada que ver…
Claro, somos el alumno chancón que paga los platos rotos…
Es cierto, y eso no es justo…
¿Había manera de prevenirlo?
No necesariamente, porque esto es un proceso y estamos en medio de ello. La crisis no está acabando, está en pleno proceso…
¿Apenas empieza?
No, ya está cumpliendo dos años.
¿Y nadie pudo preverlo o dar la voz de alerta?
Claro que sí. Yo he sido director del FMI hasta octubre del año pasado y teníamos reuniones semanales y en ellas se nos informaba del deterioro de las condiciones, en ese entonces, solo del sistema financiero. La primera alarma la recibimos entre abril y mayo del 2007. Vimos un tremendo exceso de liquidez en los mercados, que se tradujo en una inmensa oferta de crédito en todos los sectores…
Pero si se dieron cuenta, ¿por qué no se hizo público?
Los informes que mostraban estas distorsiones eran presentados por los técnicos del FMI, pero los representantes del directorio, miembros del G-8, no querían reconocer que había un problema. Por eso no se emitía un comunicado oficial en ese sentido, porque el G-8 decía que las anomalías iban a desaparecer en cualquier momento, y que la crisis no era tal.
¿Por qué tratar de tapar el sol con un dedo?
Simplemente no aceptaban que estábamos en los albores de una crisis financiera que, por su tamaño y extensión, parecía —como de hecho lo es— gravísima.
Como el presidente García al comienzo de la crisis…
La labor de todo líder es, entre otras cosas, mantener la calma y generarla entre los ciudadanos. Como el presidente Barack Obama, que augura que la crisis se acabe en setiembre de este año. Yo creo que está siendo muy generoso y optimista.
¿Entonces los directores de los países que no son miembros del G-8 son rehenes?
No podíamos emitir un comunicado oficial como FMI, pero sí podíamos, como de hecho hicimos muchos, después de cada reunión —y nos reuníamos más de una vez a la semana—, comunicarnos con el gobernador de cada uno de nuestros países (que puede ser, según sea el caso, el ministro de economía o el presidente del Banco Central de Reserva) para darles avances de cómo se veía o preveía la situación desde el FMI y las consecuencias de lo que íbamos atravesando.
Usted también llamó…
Claro que sí y por razones evidentes. Si ellos no querían reconocer lo que estaba pasando era problema de ellos, pero cada uno de nosotros llamaba.
Pero aquí está lo que no entiendo. Si usted avisó al BCR, ¿por qué se siguió ajustando el gasto público y elevando las tasas de interés hasta ya bien entrado el año 2008?
La política fiscal y monetaria es muy difícil de hacer y, en épocas de crisis, las cosas son aun más difíciles.
Sin duda, pero si se sabía que venía un ajuste en la economía, ¿por qué seguir amarrándola? ¿Por qué no bajar la tasa de referencia —finalmente la inflación, como decía el BCR, era importada y bajaría con el tiempo—, o dejarla donde estaba, o continuar con políticas fiscales expansivas? ¿Por qué contraer el gasto?
Yo creo que la gente del BCR es muy seria, que el presidente es un técnico de primera que, además, ha sido miembro del directorio cuando yo fui presidente, y es un académico reconocido. Además, los cuerpos técnicos del banco son de lujo…
Pero sigo sin entender… venía una desaceleración fuerte y mantenían una política monetaria contractiva…
Es que es imposible adelantarse a los hechos. Uno se acuesta con las cifras de un día y al día siguiente esas cifras ya no sirven. Yo no creo que haya ningún economista en el mundo que tenga la certeza o pueda decir que la crisis durará tanto o tanto. Eso es imposible.
¿Me quiere decir que la política monetaria o fiscal se determina día a día, que el proceso de plan anticrisis se construye un día a la vez dependiendo de cómo amanezca el mundo y las cifras que vayan saliendo?
Sí, así es, se determina día a día. No hay manera de saber hoy lo que pasará mañana, ni mañana lo que pasará hoy. Esta crisis, en verdad, no tiene precedentes —porque además no se parece en absoluto a la de la década de 1930—, porque hoy el mundo está mucho más integrado en todos los niveles. Por eso es que los países emergentes, incluidos los que hicimos nuestra tarea, estamos siendo afectados por los desarreglos ajenos.
¿No le gustaría volver a ser ministro?
(Risas) No, yo ya estoy retirado de la política.
¿Se están haciendo bien las cosas en el Perú? ¿Qué haría Javier Silva Ruete si fuera otra vez ministro de Economía y Finanzas?
Yo creo que el énfasis está en la ejecución y en eliminar las trabas que la dificultan. Sé que es muy difícil, pero eso es lo que queda por hacer.
¿Quién tiene la culpa de esta crisis? ¿Los bancos?
La culpa es de las políticas de regulación que dejaron que el mercado se maneje como le diera la gana.
¿Pero acaso la teoría del libro no dice que el mercado se regula solo, sin intervención de nadie porque eso genera distorsiones?
Pero no el sistema financiero, ese debe ser regulado y durante los últimos dos gobiernos de EE.UU. se siguió la teoría de que había que desregularlo todo, que el mercado se encargaba de acomodarse a sí mismo, incluso en el sistema financiero, y eso estuvo mal.
La competencia, implícita al modelo de libre mercado, generó que, así como todo el sistema creciera durante las bonanzas, este se hiciera pedazos cuando la tendencia era hacia abajo…
No se debió desregular, no es posible que todo el mundo pudiera y terminara haciendo lo que le daba la gana… En EE.UU. han quebrado, hasta la semana pasada, más de 4.000 bancos chicos y medianos, y eso no se sabe porque no son el Bank of América o el Citigroup, pero el problema es atroz y no solamente está afectando a los bancos, sino a todo el mundo y, en particular, a los más desprotegidos.
Hablando de los más desprotegidos, ¿qué piensa de la frase, repetida por varios economistas a propósito del rescate de los bancos grandes en EE.UU. de “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas”?
Totalmente en desacuerdo.
¿Se debió dejar caer los bancos?
Se están nacionalizando, el Gobierno Estadounidense los está estatizando, por más que nadie quiera decir que está siendo así…
Sin embargo, es un estatizar relativo. El Estado no tiene ninguna prerrogativa de gestión y eso no está bien. El Estado es bueno para rescatar, pero no para gestionar, y entonces las cabezas de AIG se llevan US$160 millones a su casa como bono de desempeño…
Eso es parte de la falta de regulación. Pero ahora el gobierno del presidente Barack Obama está siendo más firme y, por ejemplo, con las empresas automotrices —cuyo salvataje es de interés nacional— las condiciones se han endurecido en ese sentido y ahora el Estado exige algunas cosas especiales…
Pero a los bancos no, ¿por qué? ¿Acaso porque su caída supone un riesgo sistémico y los fabricantes de autos no?
Es posible que se vea así en algún sentido, pero no es necesariamente cierto.
Usted ha trabajado para muchos gobiernos a lo largo de muchos años, ¿no le ha sido difícil ajustar sus principios cada vez que cambiaba el gobierno?
No, para nada, porque no los he tenido que cambiar. Yo creo en la economía social de mercado. ¿Por qué? Porque es lo que me tocó vivir cuando fui a Italia a estudiar mi posgrado y vi lo que le había hecho la guerra a Europa y cómo se hablaba del milagro alemán y del milagro italiano tras una devastación casi absoluta. Todos los partidos a la cabeza de los países de Europa en ese entonces pertenecían, con uno u otro nombre, a la democracia cristiana.
Eso es, para muchos, un contrasentido…
No lo es, porque el mercado hace que la competencia nos asegure bienes y servicios de mayor calidad a menores precios, pero en mercados que son por naturaleza monopólicos u oligopólicos hay que generar una regulación que procure las condiciones que habrían de existir en competencia. En realidad es muy sencillo.
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