A continuación las reflexiones de Luis Lumbreras sobre la situación de los hallazgos arqueológicos obtenidos por Bingham de Machupicchu y retenidos indebidamente por la Universidad de Yale (EE.UU.). Aparecida en el Diario EL COMERCIO el 21.04.2008.
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ENTREVISTA A LUIS LUMBRERAS (Por Enrique Planas)
¿Le toma por sorpresa la noticia de que son más de 46 mil las piezas de Machu Picchu en poder de la Universidad de Yale?
Es una sorpresa. Y me llama mucho la atención. Nosotros habíamos indicado una cifra de alrededor de cinco mil piezas a raíz de una investigación que hizo Blanca Alva en el 2001, a partir del inventario del museo de la Universidad de Yale colgado en su página web. Ella tomó la información de todo lo registrado como procedente de Machu Picchu, lo que daba la cifra que ella registró. Muchas otras piezas eran procedentes principalmente del Urubamba. Hiram Bingham hizo una recolección muy grande, por eso no me llama la atención que las 40 mil piezas vengan de él.
¿Por qué durante su gestión no se envió una comisión de expertos a Yale?
No teníamos los recursos. No había cómo ir. Y en ese tramo de las negociaciones no hubo todavía la opción de ir y verificar.
Más que una recolección por parte de Bingham, estamos hablando de un expolio…
Así es. Bingham vino al Perú a investigar la figura de Bolívar y de allí derivó a descubridor de ciudades perdidas. Lo que hizo fue recolectar restos, que era lo que hacían en ese momento todos los viajeros que venían al Perú. Tanto fue así, que en 1893 el presidente Remigio Morales Bermúdez se vio obligado a dar una ley para impedir el saqueo generalizado. Todos los dueños de colecciones, incluso los hacendados del Cusco, empezaron a vender sus colecciones. Pero cuando Bingham llega a Machu Picchu había en escena un funcionario, don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, un personaje muy especial que venía del campo de la literatura, reconocido por sus enfrentamientos con los arqueólogos. Tenía una gran animadversión por Max Uhle, tanto así que en 1911 logró que no le renovaran el contrato como director del Museo Nacional. Jamás le perdonó a Uhle que se hubiera llevado cantidades de objetos durante los seis años que operó en el Perú. En ese año logró también que el Estado Peruano retomara su presencia en el tema del cuidado del patrimonio. Recuperando del olvido la ley de Morales Bermúdez, hizo que el gobierno de Augusto B. Leguía promulgara un decreto supremo que restablecía la norma que impedía sacar piezas fuera del Perú y exigía un permiso oficial para hacer excavaciones. Esa legislación se aplicó por primera vez con la Universidad de Yale. Lo que hizo don Emilio Gutiérrez de Quintanilla fue lograr que Yale firmara una solicitud para que la National Geographic hiciera excavaciones y, segundo, diera cuenta al Estado Peruano en el momento en que salieran las colecciones. Fue una acción valiente que tuvo efectos importantes sobre la noción del derecho que tiene el Perú sobre su patrimonio. Desde 1908, y especialmente un año después, tras conocer Choquequirao, Bingham comenzó a hacer una gran recolección de las antigüedades peruanas, que envió a Estados Unidos. No me extrañaría que esas 40 mil piezas fueran fruto de este saqueo que se hizo en tres o cuatro años.
¿Qué sabe del equipo de arqueólogos que ha tomado contacto con la colección?
Mi información es de segunda mano. Pero me indican que, efectivamente, sí ingresaron y tuvieron una postura muy firme para ver la colección. Y al observarla, se dieron cuenta de que no eran cinco mil sino una cantidad mucho mayor. Pero no sé si en tan corto tiempo pudieron verificar que las piezas fueran efectivamente de Machu Picchu.
LA TRAMPA DE BINGHAM
Con mapas históricos, la estudiosa Mariana Mould de Pease ha demostrado que antes de la llegada de Hiram Bingham a Machu Picchu, el lugar ya era conocido como lugar sagrado prehispánico…
Lo nuevo que aporta Mariana, quien ha estado muy metida en el asunto, investigando todo el tiempo, es que el señor Hiram Bingham nos ha engañado a todos. De algún modo, él sabía que quienes lo llevaron allí era gente de la zona. En lo que nos engañó (y fue culpa nuestra también) fue al hacernos creer que nadie se hubiera ocupado ni conociera Machu Picchu. Y eso es mentira. Hubo cosas publicadas muy poco tiempo antes, como los mapas trazados por el viajero Charles Wiener a fines del siglo XIX, en que aparece muy visiblemente el Huayna Picchu y Machu Picchu. Hay incluso mapas del siglo XVIII y XIX en los que aparece el sitio como un asentamiento inca. El descubrimiento de Mariana consiste en haber sacado a la luz que Bingham se comportó con muy poco sentido ético al esconder esa información.
¿Cree que esta nueva cantidad de piezas cambiará el tono de las negociaciones entre Perú y Yale?
Yo espero que los cuarenta y tantos mil objetos no sean una cortina de humo para no seguir discutiendo el contenido del acuerdo que se debe firmar con Yale. Es estupendo que hayan encontrado 40 mil restos arqueológicos, pero yo tengo mis reservas. Como arqueólogo sé lo que significa cuarenta mil objetos arqueológicos en un museo.
¿Teme que el anuncio de las 46 mil piezas sea una forma de decir que la comisión que usted integró no fue capaz de conseguir esa información?
Puede ser. Pero en todo caso eso es lo de menos. Lo que me preocupa es que eso sirva de fuente de descuido para el tema central: qué cosa es lo que el Perú va a suscribir con la Universidad de Yale. Cuarenta mil o diez piezas, el principio es igual: son parte del patrimonio nacional, que salieron de aquí en condición de préstamo temporal y que, hasta el día de hoy, no regresan. Y que Yale tenía que haber devuelto por propia iniciativa al Perú. Lo que a mí me molesta en todo este acuerdo es que Yale quiera poner sus condiciones. Es como si yo le prestara mi auto a usted para que lo tuviera dos días. Se lo queda un año y cuando se lo vuelvo a reclamar, usted me dice que me lo devolverá, pero que deberé construir un garaje con las condiciones que usted considera y que además pondrá al chofer. Eso está sucediendo. Lo que está en juego es un tema de dignidad, de soberanía, de respeto a uno mismo. No podemos permitir, por ejemplo, que nos pongan como condición para devolvernos las piezas que debamos hacer un museo. Si queremos, lo hacemos, y si no, no. Tampoco creo que ellos tengan el derecho de imponernos condiciones de traslado. En el memorándum de negociación previo se indica que la colección hará una gira por Estados Unidos y otros países, y que después de eso volverá al Perú, siempre y cuando esté listo el museo. De no ser así, la colección volvería a Yale. Aceptar eso, desde mi punto de vista, es francamente deplorable. Creo que eso no debe ocurrir.
Hace un mes, en el suplemento El Dominical, usted hizo algunas denuncias que luego respondió el ministro Garrido Lecca. Usted señaló que su autoridad como negociador con la Universidad de Yale era ilegal. El ministro señala que la comisión instituida por la Ley 28778 le delegó ese poder. ¿Mantiene su opinión?
Que sea ilegal es una interpretación del ministro. En realidad, yo diría que no es legal. Hay una ley del Congreso que designa quiénes son los miembros de la comisión que representa al Estado Peruano en la negociación con Yale, presidida por el Ministerio de Relaciones Exteriores, y constituida por el INC, el Ministerio de Justicia, el Gobierno Regional del Cusco y la Municipalidad de Machu Picchu. Esa me parece una comisión orgánicamente bien instituida, con la opinión de los sectores interesados en el tema. Yo le pregunto al señor Garrido a cuál de esos sectores pertenece, dónde encaja él.
El ministro señala que la comisión le delegó el rol como negociador.
Creo que la comisión está en la obligación de cumplir lo que le señala la ley, y esta en ningún momento establece estas delegaciones. En una carta que envié al señor Garrido le pedí que me mostrara el acta en que le delegan esa representatividad. Si empezamos a operar de manera criolla en esto, con poca seriedad en el uso de las leyes en un tema que es estrictamente jurídico y ético, entonces vamos mal.
¿No cree en la buena voluntad de Yale?
Mire, el memorándum de entendimiento yo ya lo conocía. Nos lo mandaron antes de que terminase el gobierno del señor Toledo. Llegó a nuestras manos a través del doctor Eduardo Ferrero, entonces nuestro embajador en Washington. Son los mismos términos del actual memorándum. Y esa es la propuesta que nosotros, por principio, no aceptamos y decidimos acabar las negociaciones en vista de que no hubo resultados después de tres años. No íbamos a aceptar una vulgar dependencia de nuestras decisiones de soberanía frente a lo que diga un funcionario de una universidad privada extranjera. Allí fue cuando se inició el proceso para tratar de ventilar esto dentro de la justicia estadounidense. El mismo memorándum le fue entregado al señor Garrido y él lo ha firmado. Seguramente se lo presentaron como recién hecho.
Supongo que el anuncio de las 46 mil piezas cambiará la postura de la comisión negociadora…
El tema se agrava. Si es exacto lo que ha traído la doctora Bákula, se trata de algo muy grave. Espero que no sea un error. Yo dudo de que en los 10 o 15 días que estuvo la comisión en Yale, por más expertos que sean, hayan podido verificar el origen de las 46 mil piezas, una por una. Nosotros calculamos que ese trabajo tomaría a un equipo aproximadamente dos años.
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