LOS FANTASMAS DE LAS ELITES TRADICIONALES

Jorge Basadre ha sido y es central en la vida peruana y lo es para el pensamiento de este “bloggero”. Por eso, me permito reproducir aquí un interesante y crítico fragmento del trabajo de Marcel Velázquez C. (Profesor de la UNMSM y autor del libro de ensayos El revés del marfil) galardonado con el premio Basadre de Ensayo, que organizó el Instituto Cultural Peruano Norteamericano. El fragmento apareció originariamente en la Revista Identidades Nº 61, del 17 de mayo de 2004 y fue titulado como “Jorge Basadre y los fantasmas de las elites tradicionales”. Les invito a revisarla…

POR MARCEL VELÁZQUEZ C.

1. LA NARRACIÓN DISCURSIVA DE LA HISTORIA DE LA REPÚBLICA
Hayden White, en su libro “Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (1973, 1992)”, hace uso de los conceptos de la crítica literaria para analizar la escritura de la historia. En ese texto, sostiene que hay cuatro formas de tramar una historia: el romance, la tragedia, la comedia y la sátira. La Historia de la República de Basadre puede ser considerada un romance, es decir, un drama de autoidentificación o autopoiesis donde el héroe que trasciende el mundo de la experiencia se erige frente a ésta y se libera. Es un drama del triunfo del bien sobre el mal. No es éste el lugar para identificar los distintos héroes que pueblan esta monumental obra, pero no puede dejar de señalarse que la nación peruana como sujeto colectivo y horizonte de expectativas constituye el verdadero héroe de su estilo historiográfico.
En esta narración de autopoiesis, las elites -como metonimia de la nación- deben desempeñar un papel central. Dado que el modo de explicación histórico predominante en Basadre es el argumento discursivo formista que considera una explicación completa cuando “determinado conjunto de objetos han sido debidamente identificados, se les ha asignado clase y atributos genéricos y específicos y pegado etiquetas referentes a su particularidad”. Por ello, prevalecen “la unicidad de los diferentes agentes, agencias y actos que forman los ‘hechos’ (…) no la ‘base’ o el ‘fondo’ contra el cual se levantan tales entidades”. Esto explica que su monumental obra pueda ser leída como una colección de la agencia de peruanos ilustres del siglo XIX y el siglo XX. El tercer aspecto que considera White en su modelo es la implicación ideológica, él menciona cuatro posibilidades: anarquista, conservador, liberal y radical. Aunque todavía no se ha hecho un trabajo exhaustivo sobre el particular, consideramos que la posición ideológica de la Historia de la República tiende hacia el liberalismo: no cambios en las relaciones estructurales, sino en las partes de la totalidad (la elite o la masa, por ejemplo, vide ut supra); por ello, la importancia concedida a la educación, a la voluntad y a la conciencia en la realización de la vida plena peruana que sólo se podrá realizar en el futuro.
Las concepciones vanguardistas latentes en Basadre se articulan con sus ideas sobre las elites, ya que ambas asignan un papel hegemónico a una minoría destinada a conducir y transformar su sociedad. El joven revolucionario vanguardista encuentra, años después, en este modelo político tradicional, una respuesta a sus viejas inquietudes.

2. LAS ELITES TRADICIONALES Y EL REVÉS DE LA MODERNIDAD EN BASADRE
Basadre publica sus reflexiones sobre las elites al final de La promesa de la vida peruana y en Meditaciones sobre el destino histórico del Perú (1947). Posteriormente, éstas serán incorporadas sin modificaciones en un libro denominado Ante el problema de las “elites” (1968).
Consideraba que el problema de las elites era un aspecto fascinante y poco estudiado de la historia social. Razonaba así: si un país está compuesto de pueblo y mando, es absurdo que los que se arrogan el mando sólo ofrezcan un apellido y una cuenta corriente, pero también es insensato eliminar a las clases dominantes asociadas a la cultura (1968). La estrategia de argumentación está planteada, se pretende definir a las elites y establecer los alcances de su misión, que es la de comandar.
Como en sus textos de juventud, las imágenes estallan antes que los razonamientos: “Ni la juerga ni el látigo son el símbolo de las elites auténticas”. Tres peligros (frivolidad, emigración y mero ejercicio de la fuerza) atentan contra la verdadera misión de las elites que es comandar, “comprender las situaciones que han surgido y adelantarse a las que van a surgir… vivir con la conciencia del propio destino común, sentir la fe en lo que puede y debe ser”. Respecto a las masas, las elites deben crear su “unidad consciente, interpretar y encarnar sus esperanzas…, desarrollar sus posibilidades,… recoger sus elementos aprovechables”. Estas ideas construyen una analogía entre elite y masa, y las viejas categorías de forma y materia.
“En la República, como en las épocas anteriores, los momentos culminantes de la vida peruana han estado presididos por una elite”. La conclusión es clara: la promesa de la vida peruana no se realizará sin la participación decisiva de las elites que requieren una visión administrativa y económica, pero fundamentalmente una visión humana y cariño por la masa. “Sólo las que unieron las tres actitudes y sólo ellos, echaron las bases de una verdadera elite nacional”. Pragmatismo y comunión nacional que es el enlace entre “pueblos y dirigentes, territorio y población, pasado y porvenir (…) por eso el problema de la educación (…) es en el fondo un problema de actitud vital, de movilización espiritual hacia una conciencia de común destino nacional y hacia una fe en lo que el país puede y debe ser”.
Sentencia el historiador: la elite es un fenómeno espiritual que se conquista, importa a dónde se va o se quiere ir, se forma por analogía de sentimientos, actitudes, esperanzas, ensueños y sacrificios. Debe anotarse que no hay una visión esencialista, sino pragmática, ya que la elite construye gradualmente un nosotros que se fundamenta en una perspectiva teleológica.
Este texto contiene una serie de presuposiciones e implicancias que no podemos elidir en una lectura crítica. Además, para comprenderlo a cabalidad, debemos identificar a quién está dirigido, ya que todo texto construye un destinatario implícito.
Dentro de la teoría de la pragmática, las presuposiciones son significados adicionales que están implícitos en ciertas expresiones y que cuentan para evaluar la verdad de las oraciones. En el texto de Basadre, podemos señalar las siguientes presuposiciones: la masa es homogénea, la masa no tiene iniciativa propia, no existen conflictos en las elites, la visión administrativa y económica no son antagónicas con la visión humana, la identidad entre clases dominantes y clases educadas, cualquier sujeto puede formar parte de la elite. Todas estas equívocas presuposiciones nos demuestran que él está construyendo una pastoral, una postal bucólica sobre el problema de las elites. Los obvios rezagos tradicionales de esta visión atentan contra los principios de la modernidad: sujetos libres y autónomos capaces de autoperfeccionamiento moral y social e igualdad formal entre todos los ciudadanos. El empleo de la difusa categoría “masa” tiene una cierta resonancia a la plebe decimonónica y esta negación de agencia y agenda propia de los sectores populares revela que estamos ante un texto que formaliza una de las aporías modernas: la promesa de construir una democracia real y una sociedad mejor presuponiendo la desigualdad entre los ciudadanos. Sin embargo, hay elementos interesantes de su propuesta, como la incidencia en el aspecto subjetivo e imaginario de la cohesión social, la religación dialéctica entre pueblo y dirigentes, y la denuncia de las falsas elites.
Las implicaturas son significados adicionales implícitos. En este caso, hay algunas muy evidentes que cuestionan el mero carácter teórico del texto y le asignan un filo político contemporáneo. La alusión a la chequera y el abolengo no puede dejarse de leer en función del presidente de ese momento, Manuel Pardo, banquero y miembro de una de las familias oligárquicas más reconocidas del país. Por último, este texto está dirigido a todos los sectores ilustrados y es una severa invocación a involucrarse en un proyecto performativo de comunidad nacional (2). La historia nos demuestra que no fue escuchado.

3. EL INDIO INVISIBLE Y LA NACIÓN DE LA MEMORIA
Una inferencia de las ideas de Basadre sobre las elites es su ambigua posición respecto del mundo indígena. Las “masas” en su teoría de las elites constituían la todavía mayoritaria población andina en el Perú de la década de 1940. Por otro lado, la ausencia de las masas andinas en su narrativa de la república obedece también a su estilo historiográfico que exigía héroes, personajes públicos que encarnan la voluntad de autorrealización de la nación peruana. Es decir, no sólo hay prejuicios ideológicos, sino también una forma de tramar la historia que impedía la presencia de los sujetos colectivos subalternos.
Podemos mencionar dos ejemplos de esta posición que combinaba el elogio abstracto al pasado imperial inca y la incomodidad ante la masa indígena en los artículos de aquellos años.
A. El artículo titulado “En torno a la literatura quechua” (1939) debió aparecer como estudio preliminar del libro Literatura inca (1938), donde Basadre recopilaba textos andinos prehispánicos y coloniales con los que se iniciaba la Biblioteca de Cultura Peruana dirigida por Ventura García Calderón, el primer intento por establecer un canon literario peruano. Él sostiene enfáticamente la existencia de una literatura cortesana inca y una literatura quechua folclórica o popular, siendo principalmente la segunda la que ha supervivido después de la Conquista. Evita y denuncia dos extremos frecuentes en su época: el desprecio por las formas literarias quechuas y la sobrevaloración de éstas. Cabe anotar cómo esta visión jerárquica de la sociedad inca se articula con los viejos prejuicios coloniales y republicanos: “perecieron los incas y quedaron los indios”.
Se formaliza una visión que lamenta la pérdida de esta producción literaria imperial y simultáneamente considera menos importante la producción literaria de los indios: “se trata de un arte esencialmente espontáneo y, además, conservador que preserva por siglos y aun miles de años ciertos elementos primitivos”. Lo más valioso de este artículo son los certeros juicios sobre la obra de Guamán Poma, la afirmación del carácter híbrido y multigenérico del llamado “teatro de los incas” y su clasificación de dos sistemas de producción literaria andinas.
B. Refiriéndose a la sublevación más importante del período virreinal, sostiene que “a Túpac Amaru, en su famosa rebelión de 1780, le ocurrió lo que a todos los que utilizan los instintos primarios de las masas para insurgir: las masas lo desbordaron. Es, en el fondo, el mismo caso, que el cine ha popularizado de Frankestein” (1947). La alusión a descontrol, instintos primarios y monstruos constituye un campo semántico negativo que refiere implícitamente a la ausencia de racionalidad como mecanismo deshumanizador del otro andino.
A pesar de que estos ejemplos prueban la conflictiva percepción del otro indígena en las argumentaciones de Basadre, podemos encontrar un punto de quiebre en un texto capital para comprender las autopercepciones del historiador, en el cual se configura a sí mismo como crisol de las comunidades étnicas peruanas y síntesis viviente de múltiples temporalidades históricas. En “Infancia en Tacna”, publicado en Mar del Sur, en 1951, sostiene que su familia “puede jactarse de un abolengo peruano en el sentido actual, republicano”, porque hay en su familia una antigua línea de ascendientes indios, varios españoles que provienen del Virreinato, otros parientes encarnan la época de la Independencia y la “sangre común americana (…) que (…) se ha esparcido nuevamente a los países vecinos”, y finalmente los apellidos extranjeros son el emblema de las múltiples migraciones de pobladores europeos que ha recibido el Perú. La metáfora implícita, Jorge Basadre es el Perú, legitima el lugar de la enunciación del conocimiento histórico, la distancia entre sujeto de la escritura y objeto de la representación desaparece.
Como Garcilaso y los escritores más significativos del Perú, Basadre vive las desgarraduras de la identidad y también encuentra en su casa, en el espacio privado de la infancia, una de las dualidades centrales de nuestra historia: la oposición entre la escritura y la oralidad. Su tío abuelo y su abuelo fueron historiadores y sus empleadas domésticas -una de ellas afroperuana- constituyeron la fuente de la otra historia, la de las leyendas y cuentos populares indígenas (1951).
Asistimos a una notable confluencia de dos recorridos semánticos articulados a la historia colectiva y a la historia individual. Buscando la nación, encuentra a las elites y olvida la acción de las comunidades subalternas; explorando en su historia personal, encuentra el multiculturalismo y las comunidades subalternas. Por ello, la nación de la memoria dotará al historiador de otra memoria de la nación, lo que se hará evidente en sus trabajos posteriores. Así se inicia la creativa síntesis entre un discurso moderno que proyecta en el futuro la plena realización de la promesa de la vida peruana y un discurso tradicional que identifica una estructura ideal perdurable.

Puntuación: 4.89 / Votos: 9

Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

2 Comentarios

Sandro V:

A mí también me ha parecido interesante el análisis. Había leido a Basadre en otro esquema. Gracias por los buenos aportes.

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