‘Te volvere a ver mi yegua’, – dijo el…¿burro?

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Mírala, Platero. Ha dado, como el caballito del circo por la pista, tres vueltas en redondo por todo el jardín…Platero, ¡mira que bien vuela! ¡Que regocijo debe ser para ella el volar asi!

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Platero y Yo

Las ideas han complotado a los treinta minutos del nuevo día, y han sacado de mi placard una inspiración guardada para más tarde, un trago que no quería tomar hasta que esté seguro de que era el tiempo de chupar: Un Adiós.Bah!, no se puede llamar Adiós al episodio con esperanza de “continuará” ¿no creen?, pues entonces caería menos suspicaz llamándolo chau, bye, au revoir, hasta la vista baby. No Adiós.

Bueno. Adiós Chabela. Adiós a todas las mañas repasadas contigo que ya no volverán porque no vas a ser tú. Tú volverás a tu rutina bendita de la cama, el trabajo, el asiento, la computadora, el teléfono, los pagos, los amigos, las reuniones, etcétera. Todo aquello que te mantendrá viva y te permitirá envejecer unos años más al lado de los tuyos (¡no más foráneos en tu vida¡). Adiós Chabelita, aunque tengas que extinguir el ímpetu amenazante de tu corazón para preservar tu vida normal, tu estabilidad, tu tranquilidad y el cariño aciago – pero cariño al fin – de los que tú quieres que te quieran.

Han pasado meses desde la última vez que nos vimos y no se sabe nada de ti (de mi ni de ti). No puede quedarse en la oscuridad la gran aventura de aquellos días en que fingíamos de enamorados y nos divertíamos tentando comportamientos ya alejados por los años y otros que empezábamos a descubrir (que no nos dejamos descubrir “en su tiempo”). Curiosidades de pubescentes que se habían quedado relegados por no saber elegir, volvieron recargados de obstinación y travesura insolente que, sobre todo tú, te esforzaste por lograr realizar al lado de un enjuto cómplice, con aires de mundano y cosmopolita: Yo, tu alter ego (tu otro yo).

Hoy, te cuento que hace no mucho no tenía nada en la cabeza para escribir, estaba ensimismado en cosas terrenales, fruslerías necesarias para vivir (¡Que paradoja!) que me impedían viajar por mis ideas y escribir algún párrafo simplón, con algún – sabe Dios – que título simplón. Pero de pronto “te vienes”, “te vacías”, “me mojas” nuevamente con el aguamiel de tus recuerdos (de nuestros recuerdos), con el momento espectacular de nuestra primera vez, cuando en nombre de un cumpleaños que ya había pasado te embauqué hasta mi guarida y
tú, amenazante como siempre, llegaste de negro con tacos altos recién bañadita y descubriste que todo era una burda celada, que más tarde confesarías que en sí fue una “esperadísima celada”, la cual marcó el principio de tu reivindicación sentimental, que venía ya pensado cuando dejaste relucir en el beso insurgente que me propinaste lanzándote desde dos metros de distancia hacia mi boca, tu deseo insurgente de volar. ¿Recuerdas?. El principio, también, de algunos viajecitos drogos que embarcamos hacia algún lugar del valle, para lograr doparnos sin temor a testigos, pero que, sin embargo, te persiguieron en el oscuro mundo de tus huídas, de las bombas que sembraste alguna vez en la época del terrorismo, aquellos fantasmas que te acechaban y quizá te acecharán en ése mundo al que yo y solo yo te acompañé a pesar de haber sido amenazado de muerte por tu otro yo. jaja

Como olvidar el fatigante baile a tu estilacho y tus rollitos cheleros, que después de todo no aguantaba mucha chela y te invitaba a descanzar. Tus insolentes frases y tu mala borrachera. Tus excesos con los ajíes. Tu alegría impostada cuando recuerdas mucho lo que no tienes que recordar. Como olvidar que tenía que escribir estas líneas como epílogo de un gran episodio (episodio épico por tu espíritu guerrero mi potra salvaje), episodio que ya sabíamos que – como todo – habría de terminar.

Que habría de hacer un burro en la vida de una yegua pura sangre, puro pundonor, como tú. No hay mas que hablar, aunque las huellas de las pezuñas en el sendero confundan al caminante, nosotros sabemos que llevamos rumbos distintos mi potranca.

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