Los emprendimientos sociales, una nueva fuerza que usa la innovación social para el bien común

Los emprendimientos sociales, una nueva fuerza que usa la innovación social para el bien común

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En el mundo que vivimos aún existen brechas de pobreza y desigualdad que no permiten que las personas puedan alcanzar la libertad, sin embargo, desde hace varios años, las problemáticas sociales están siendo atacadas frontalmente por un modelo organizacional que parece ser que ha venido para quedarse: los emprendimientos sociales. Estas organizaciones, pertenecientes al llamado cuarto sector, son organizaciones híbridas cuyo modelo de negocio les permite operar usando la fuerza del mercado para obtener beneficios sociales y ambientales. Este movimiento se encuentra conformado por jóvenes principalmente quienes a partir de su propósito personal identifican un problema que no ha sido atendido por el Estado o por el mercado y diseñan un modelo de negocio que tiene una solución innovadora y sostenible y lo más importante, crea impacto social y/o ambiental. Estos héroes sociales posiblemente se inspiraron a partir de voluntariados que les permitió conocer las diversas problemáticas de más cerca, o vivieron ellos mismos las carencias o en trabajos anteriores diseñaron proyectos de responsabilidad social, trabajaron para ONGs o para el Estado y sintieron que se podía hacer más, sobre todo de forma diferente.

Es así que tienen como una de sus principales armas a la innovación social, un concepto y práctica que involucra la creación y/o cambio de productos, servicios, procesos, modelos organizacionales y de relaciones sociales (Mulgan et al., 2007; Defourny & Nyssens, 2013). En resumen, son nuevas ideas que maximizan los beneficios sociales combinando una agilidad empresarial y una profunda sensibilidad social. La innovación social busca permear los cambios a nivel individual, comunidad, organizacional y sistémico.  Así, los emprendedores sociales puedan en primer lugar, diseñar un servicio directo a un grupo específico, por ejemplo, linternas que usan energía solar en una comunidad en la selva alta peruana. En segundo lugar, pueden trabajar escalando este servicio, creando una red de distribución de estas lámparas solares en toda la Amazonía. En tercer lugar, pueden lograr un cambio sistémico al trabajar de la mano del Estado para proveer de energía solar a todos los pueblos amazónicos pues es costo-efectivo. En cuarto lugar, es posible buscar el cambio de paradigmas y modelos mentales de toda la sociedad que de forma incansable busque brindar este servicio porque saben que es derecho básico a todas las comunidades.

Los emprendedores sociales a diferencia de los emprendedores de organizaciones con fines de lucro, usan la estrategia de colaboración transformativa en vez de la competencia (Fisk et al. 2019). Así, se mueven en un ecosistema buscando generar alianzas a favor del impacto social. Trabajan de la mano con multiactores como incubadoras, escaladoras, organizaciones públicas, organizaciones de la sociedad civil, inversionistas de impacto y ciudadanos impulsando el compromiso y el cambio de mindsets. Sobre este último punto, los emprendedores sociales parten de un llamado para transformar la conciencia individual hasta llegar a una nueva forma de pensamiento colectivo en donde el bien común sea la principal ancla. De alguna manera, los emprendedores sociales vuelven a poner en la agenda que el sentido de que la comunidad es clave para impulsar cambios en todos los niveles y como mencionan en Ashoka, el mito del héroe capaz de cambiar todo debe quedar atrás ante la relevancia del rol del liderazgo colectivo para el cambio sistémico.

Es cierto que los mayores retos para que los emprendedores impulsen la innovación social son numerosos, desde las barreras para el financiamiento (o el reducido capital para el impacto social), el alineamiento de los donantes con las necesidades de los beneficiarios, los goles de corto plazo versus el crecimiento a largo plazo, medir el impacto (que hasta el día de hoy sigue siendo un reto) y que si bien es cierto se le dice al emprendedor que debe ser tomador de riesgos, este riesgo involucra la vida misma de personas vulnerables. Sin embargo, como vimos, los emprendedores sociales no están soles, se pueden acompañar de las grandes empresas responsables que pueden necesitar de proveedores que generen triple impacto, de articuladores de los ecosistemas como Kunan en Perú, o Ruta N en Colombia y de un creciente espectro de inversionistas de impacto que están dispuestos a esperar por los resultados sociales que son más lentos que los resultados en las empresas más tradicionales. También de un Estado que ya las visibiliza con la Ley BIC que reconoce la importancia de contar con organizaciones que tengan un propósito social/ambiental. Finalmente, existe un creciente consumo responsable que puede ayudar en el escalamiento de los emprendimientos sociales. Si bien es cierto en sectores como la moda sostenible, de cuidado personal o en los productos agrícolas orgánicos, aún es de nicho, en los últimos años se ha visto un mayor interés por convertirse en ciudadanos que dejen una menor huella de carbono.

En el Perú es posible hacer emprendimientos sociales, muchas organizaciones ya lo vienen demostrando, pero se necesita de mucho “GRIT” que no es más que el poder de la pasión y perseverancia y acompañarlo de lo que promovemos en la Facultad, la gestión de lo común, una gestión que impulse el cambio sistémico a favor de las libertades de todos y todas. Y como dice la fabulosa Ann Mei Chang: Piensa en grande, empieza pequeño y busca siempre el impacto.

Elaborado por

Hellen López, docente y coordinadora de la Mención Social en la Facultad de Gestión y Alta Dirección de la PUCP.

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