A España sin Escalas (Parte 3)

En diciembre del año pasado la academia cerro y el profe realizó una pequeña ceremonia de clausura, previo pago de por medio, para entregar el carnet de socorrista acuático y los certificados. La reunión se llevo a cabo en un pequeño restaurant de la avenida Bolivia en el Centro de Lima y todos la pasamos bien. La mayoría de los chicos estaban muy emocionados y sumamente esperanzados en el próximo viaje. Lo único malo que me paso fue que mi carnet me lo entregaron sin mica. Pero bueno, después de todo lo sufrido era lo de menos.

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Ahora todos nos disponíamos a esperar la prueba y a no perder el físico. Esto último no era ningún problema dado que entrenaba en el club Terrazas normalmente todos los días y podía tranquilamente hacer la marca mínima. Justo en esos días Beto, nuestro entrenador en el club nos pedía que realizáramos ejercicios anaeróbicos y de buceo. Eso era justo lo que necesitaba para ponerme a punto. El día de la prueba llego rápido y casi sin avisar. Hubo previamente un reunión un viernes en la noche en donde conocimos a un peruano gordo y un argentino de gesto adusto llamado Pablo. Ellos nos explicaron en qué consistía la prueba, cuáles eran los demás requisitos y nos dieron una clase de repaso sobre primeros auxilios y socorrismo acuático. Lo hacían en gran parte porque habían muchos que solo eran nadadores y no tenían mayor experiencia como salvavidas. La prueba final sería tomada al día siguiente sábado y tomaría todo el día. Había que llevar además una copia de las primeras 2 hojas del pasaporte, original y copia de nuestro certificado de estudios de colegio, original y copia de nuestro certificado de socorrista y por supuesto pasar la prueba. Se presentaron más de 300 personas llegadas de todas partes del Perú. Desde Arequipa, Moquegua, Cuzco, gente de algunas playas del Sur y de todas partes de Lima iban llegando y colocándose alrededor de la piscina y en las tribunas. Me sorprendió la convocatoria, en gran medida porque hasta ese momento pensaba que el profe era el único intermediario entre Perú y la empresa española pero por lo visto el solo era uno más en el vasto mundo de socorristas acuáticos. Fue una de tantas sorpresas que me llevaría en esos días. La segunda consistió en que los antiguos trabajadores de la empresa o sea los que habían viajado años anteriores no necesitaban dar la prueba. Es decir que los que habían sido socorristas años anteriores ya tenían su cupo asegurado. Eso me hizo pensar que nuestras posibilidades eran más reducidas aún.

Sin embargo no había tiempo para amilanarse ni entrar en dudas. Había que ir para adelante y con todo el ánimo del mundo. Nos volvieron a explicar en qué consistía la prueba: eran 100 metros en la piscina de los cuales 50 metros nadando lo más rápido posible, luego tomar aire y bucear 18 metros, tomar a la víctima, llevarla los 7 metros restantes hasta el final de la piscina de 25 metros y luego completar los 100 metros jalando a la víctima unos últimos y extenuantes 25 metros. Cada uno tenía que elegir a su víctima lo cual marcaba una diferencia sustancial respecto a las primeras indicaciones del profe. El profe nos había dicho que en la prueba se iban a usar muñecos de 30 kilos para todos, mientras que ahora cada uno debía elegir a su víctima que podía ser de cualquier tamaño o peso. En gran medida dicha elección resultaría decisiva. Si tu víctima era un flaquito de 60 kilos podrías sacarle una gran ventaja a otro competidor cuya víctima era por ejemplo de 80 kilos. Claro, todos buscaban que su víctima sea la más ligera y delgada posible y habían varios candidatos “favoritos”. Yo para variar me confié en las palabras de un amigo que me dijo que el “flotaba” en el agua. Era un gordito bajito y sinceramente pensé que iba a resultar fácil remolcarlo, pero a la hora de la hora resulto como arrastrar una roca. Mi tiempo final fue de 2 minutos con 14 segundos, una marca defectuosa para mí pero suficiente para clasificar. Al día siguiente era la entrevista personal. Nos entrevistaron dos españoles. A mí me toco una española que resulto ser una señora muy amable y atenta. Me pidió todos mis documentos y me pregunto si podía pagar la mitad del pasaje a España y si tenía preferencia por trabajar en algún lugar en particular en España. Le respondí que si podía pagar la mitad del pasaje a España y que si era posible me gustaría trabajar en Madrid. Por supuesto que las preguntas fueron parte de un mero cuestionario pues al final cada uno de nosotros terminó ubicado en lugares insospechados. Luego nos dijeron que una vez completaba la evaluación nos iban a llamar o a enviar un correo para contactarnos. Yo entregue todos mis documentos pero adicionalmente nos pidieron enviarlos escaneados por email cosa que realicé a los pocos días. Quedaba solo esperar una respuesta positiva. Entre tanto regrese a mis labores diarias en mi trabajo y en mi vida personal. A veces con el transcurrir de los días uno se iba desanimando pero el ánimo que nos dábamos entre todo nos permitía sostener la esperanza que pronto nos enviarían el contrato de trabajo.

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