Su ritmo es vivo, ágil y rápido, sin la melancolía y tristeza de los aires serranos. Ciertamente muchas de sus letras evocan la tristeza pero más exacto sería decir que cantan al desamor, al amor ingrato, al despecho y al reproche, siendo letras que principalmente narran experiencias vitales del corazón. Sus instrumentos principales son normalmente guitarras, cajón y a veces castañuelas y cuartetas.
La marinera, el festejo, el tondero y la polca son elementos de esa manifestación cultural costeña, aunque con el paso de los años estas formas han ido evolucionando tanto en su interpretación como en el ritmo y la danza.
Hablar de criollismo, sin embargo, no es circunscribirse sólo a la música sino a toda una serie de expresiones tras de sí que tiene igual o más distinción que las corridas de toros, las peleas de gallos, el garbo y el talante de los caballos de paso. No se puede dejar de lado los sabrosos y tradicionales manjares como la “tripulina” y el “bufo”, cuyos nombres ya muy pocos recuerdan pero que, a la usanza de antaño, se siguen preparando en muy contados lugares de Lima.
Si bien es cierto que muchas de sus canciones evocan a nuestra tierra y se han convertido prácticamente en himnos patrios (Y se llama Perú, Todos vuelven) y otras tantas narran las desventuras y miserias de nuestra pobreza (Callejón de un solo caño, Mendicidad) puede ser difícil entender por qué la gran mayoría habla del amor inconcluso, traicionado o anhelado (Mal paso, Regresa, Nada soy, Qué de mi). Es como si sus autores hubieran sufrido, uno tras otro, de sendas decepciones amorosas. O acaso eran precisamente quienes sufrían de tales decepciones los que se refugiaban en sus letras componiendo temas tan marcadamente melancólicos. O quizás , en aquella época dorada de la música criolla de diferencias sociales tan marcadas, estas se proyectaban también al sentir interior y escindían a tal punto el espíritu individual que se hacía imposible aceptar el amor ó conocerlo. O tal vez sea que su ritmo vibrante se adapta fácilmente a cualquier reclamo o reproche dirigido al ser amado. O simplemente es una forma más de expresión humana tan igual y válida como cualquier otro género musical.
El punto es que es nuestra música, nos llega especialmente al corazón y forma parte de nuestra identidad. Una identidad que poco a poco se va desarrollando y formando y nos ayuda a conocernos más y a ser mejores personas y peruanos.
Les dejo con un par de canciones, la primera (Con locura/Perdiste) de una de nuestras actuales y más destacadas exponentes de nuestra música criolla, Eva Ayllón. La segunda (La Flor de la Canela) interpretada magistralmente por cuatro artistas geniales como son Gianmarco, La Sole, Tania Liberta y de nuevo la mismísma Eva Ayllón en espectacular concierto en el Jockey Plaza:
Un fuerte abrazo, Renzo