SOBRE RIQUEZA Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO: La evolución ideológica en EE.UU.

Estimados blogueros:

Una interesante y profunda reflexión de Paul Krugman sobre la situación de la riqueza y desigualdad de ingresos en Estados Unidos, recogido del Diario El País. Com saben, el profesor Krugman es Premio Nobel de Economía del año 2008; actualmente es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

Por: Paul Krugman

En vista de que la inequidad se está convirtiendo en un tema prominente en el debate estadounidense, la derecha ha reaccionado furiosamente. Algunos conservadores afirman que enfocarse en la inequidad es imprudente y que gravar con impuestos los ingresos elevados paralizará el crecimiento económico. Otros afirman que es injusto y que debería permitirse a la gente a quedarse con lo que ganan.

Y algunos afirman que es antiestadounidense, pues en este país siempre se ha ensalzado a quienes amasan fortunas y que la sugerencia de que algunas personas controlen una porción demasiado grande de la riqueza viola la tradición nacional.

Tienen razón. Ningún estadounidense auténtico diría esto: “La ausencia de un Estado eficaz que restrinja la acumulación injusta de dinero ha tendido a crear una reducida clase de hombres enormemente ricos y económicamente poderosos, cuyo objetivo principal es mantener e incrementar su poder”, ni seguiría esa declaración con un llamado para establecer “un impuesto sobre las herencias… que se incremente rápidamente en su monto con el tamaño de las propiedades”.

¿Quién era este izquierdista? Theodore Roosevelt, en su famoso discurso sobre el Nuevo Nacionalismo, en 1910 (fue miembro del Partido Republicano y presidente de Estados Unidos entre 1901 y 1909).

Lo cierto es que a principios del siglo XX, muchos líderes estadounidenses advertían sobre los peligros de la extrema concentración de la riqueza e instaban para que la política tributaria se  utilice a fin de evitar el crecimiento de grandes fortunas.

Aquí hay otro ejemplo: en 1919, el economista Irving Fisher —cuya teoría de la “deflación de la deuda” es esencial para entender los problemas económicos actuales— dedicó su discurso ante la Asociación Estadounidense de Economía para advertir sobre los efectos de una “distribución antidemocrática de la riqueza”. Y habló favorablemente de las propuestas para limitar la riqueza heredada a través de fuertes impuestos sobre las propiedades.

No solo se habló sobre la noción de limitar la concentración de la riqueza, especialmente la heredada. En su destacado libro “Capital in the Twenty-First Century” (“El capital en el siglo XXI”), el economista francés Thomas Piketty subraya que Estados Unidos, que aplicó un impuesto sobre la renta en 1913 y un impuesto sobre la herencia en 1916, lideró el camino para el surgimiento de los impuestos progresivos, con lo cual se adelantó a Europa.

Piketty incluso va más allá al afirmar que “la tributación confiscatoria de los ingresos excesivos fue un invento estadounidense” —es decir, la tributación cuya meta era reducir las disparidades de ingresos y riqueza, en lugar de recaudar más dinero—.

Esta invención tiene profundas raíces históricas en la visión de Thomas Jefferson de una sociedad igualitaria de pequeños agricultores. Cuando Roosevelt pronunció su discurso, muchos pensaron que Estados Unidos había entendido que la extrema inequidad hacía caso omiso a dicha visión y que estaba en peligro de convertirse en una sociedad dominada por la riqueza heredada —que el Nuevo Mundo estaba en riesgo de transformarse en la Vieja Europa—.

Y esas personas fueron directas y francas en afirmar que la política pública debía buscar limitar la inequidad tanto por razones políticas como económicas, pues las grandes fortunas ponían en peligro la democracia.

¿Cómo fue que esos puntos de vista fueron relegados de la opinión general y terminaron siendo considerados ilegítimos? Consideremos la forma en que la inequidad y los impuestos sobre los altos ingresos fueron tratados en la campaña presidencial del 2012.

El discurso del Partido Republicano era que el presidente Barack Obama era hostil con los ricos. “Si la prioridad es castigar a la gente extremadamente exitosa, entonces voten por los demócratas”, decía Mitt Romney. El Partido Demócrata negó ese ataque con vehemencia. En realidad, lo que Romney hacía era acusar a Obama de pensar como Theodore Roosevelt.

¿Y cómo se convirtió ese pensamiento en un imperdonable pecado político? A veces oímos el argumento de que la riqueza concentrada en pocas manos ya no es un asunto importante, porque los grandes triunfadores de la economía de hoy son hombres hechos a sí mismos que le deben su posición en la cúspide a los ingresos que han obtenido y no a la herencia.

Pero esa visión está desactualizada desde hace una generación. Una nueva investigación de los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman ha hallado que quienes se sitúan en el tope de la pirámide de ingresos —el 0.1% más acaudalado— han duplicado su participación en la riqueza desde la década de 1980, que hoy ha alcanzado los niveles que mostraba cuando Roosevelt y Fisher pronunciaron sus advertencias.

No se sabe cuánto de esas fortunas es heredado, pero es interesante revisar la lista de Forbes de los estadounidenses más ricos. Aproximadamente alrededor de un tercio de los Top 50 poseen fortunas heredadas y otro tercio tiene 65 o más años de edad, así que probablemente legará grandes fortunas a sus herederos.

Estados Unidos no es todavía una sociedad con una acomodada aristocracia hereditaria, pero si nada cambia, se convertirá en esa clase de sociedad en las próximas dos décadas.

En resumen, la demonización de todo aquel que hable acerca de los peligros de la concentración de la riqueza está basada en una interpretación errónea del pasado y del presente. Esos argumentos no son antiestadounidenses sino que se sitúan muy dentro de la tradición del país y tampoco son irrelevantes para el mundo moderno. Cabría preguntarse quién será el Theodore Roosevelt de esta generación.

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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