A continuación, una interesante reflexión del Teologo Español José María Castillo. Fue tomado de Eclesia, revista publicada por la Fundación Luis Espinal (Barcelona).
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Por: José Maria Castillo
No pocos libros de cristología bien decumentada, y hasta con sello de “progre”, han defendido acertadamente lo que, con razón, se calificado como una cristología “ascendente”. El acontecimiento culminante de esra cristología es la resurrección, a partir de la cual, Jesús “fue constituido Hijo de Dios en plena fuerza” (Rom 1, 4). Esta formulación de san Pablo ha sido interpretada por la cristología ascendente en el sentido de que el hombre Jesús de Nazaret, a partir de la resurrección entró en el ámbito de “lo divino”. Y entonces, ¿”lo humano”?
Muchos creyentes han tenido, y tienen la tentación, de ver al Resucitado como “plenamente divino”. Pero, ¿sigue siendo “plenamente humano”? En teoría, y según la fórmula dogmática del concilio de Calcedonia, sin duda alguna, Jesúcristo es “perfecto en la humanidad”. Pero yo no sé lo que pasa, pero el hecho es que son demasiados los cristianos que al Resucitado lo ven más divino que humano. Lo que justifica una teología, un a fe y una Iglesia, que, fiel al Resucitado, anda más por las nubel del cielo que por los problemas, penas y alegría que los mortales vivimos en la tierra. Aquí estamos tocando uno de los asuntos que han arruinado la fe de mucha gente y no pocos comportamientos de la Iglesia y sus jerarquías.
Pues bien, estando así las cosas, lo que aquí quiero dejar claro es que Jesús, precisamente a partir de la resurrección, se nos muestra en los relatos de los evangelios “más humano” que cuando andaba por el mundo “como uno de tantos” (Fil 2, 7). No exagero. La humanidad del Resucitado resulta más patente y entrañable que la del Jesús Histórico.
Sabemos que los relatos de las apariciones del Resucitado presentan no pocos problemas históricos, ya que lo que nos cuentan son las experiencias que tuvieron los primeros testigos de la resurrección. De todas maneras, y en cualquier caso, hay dos datos que se destacan esos relatos: 1) La relación preferente de Jesús con las mujeres. 2) La importancia de las comidas cuando se trata de conocer y reconocer a Jesús.
En efecto, a quienes primero se aparece el Resucitado no es a los apóstoles, sino a las mujeres, que son las que madrugan para ir al sepulcro, las que abrazan a Jesús y dan muestras de una singular familiaridad con él. Y en cuanto a las comidas, los evangelios repiten que es Jesús el que pide comer con los discípulos, el que se da a conocer precisamente al “partir el pan”, el que les prepara a los discípulos el desayuno en la playa.
La resurreción de Jesús, cuando con más argumentos podemos hablar de su “divinización”, precisamente a partir de ese acontecimiento es cuando, con más argumentos, podemos hablar de su entrañable “humanización”.
Los hombres de Iglesia se equivocan cuando se comportan de manera que, amparados en no sé qué fe en el Resucitado y en su “divinidad”, se comportan con poca, muy poca, “humanidad”. Y no se dan cuenta de que una presunta “divinidad” que justifica comportamientos “poco humanos”, eso no es, ni puede ser, “divino”. Y es que ya estamos demasiado cansados de que, en nombre de Dios y del poder divino, se recorten o anulen derechos humanos.
O se le presente a la gente el asunto de Dios de forma que hace muy desagdable “lo religioso”, “lo espiritual”, “lo divino”. ¿Veremos el día en que la Iglesia entera se convenza de que “lo humano” no pude estar en conflcito con “lo divino”? ¿No se dan cuenta los clérigos del daño que le hacen a “lo divino” precisamente por causa de lo mal que tratan muchas veces a “lo humano”?
1 Comentario
Interesante perspectiva… Supongo que la perspectiva teologica acompaña la fe de los cristianos.