A continuación la reflexión de Jorge Bruce aparecida en el Diario La Republica el domingo 16.08.2009 respecto a un reciente hecho de horror: la violación de una ciudadana chilena en Tacna.
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Por: Jorge Bruce
Una joven chilena, residente en Arica, fue a Tacna de compras para un baby shower. De vuelta a su tierra, tomó un taxi, sin imaginar en lo que acabaría su tarde de ilusiones maternas. Si tienen el estómago, ingresen a YouTube o a RPP noticias y vean el relato de cómo subieron dos sujetos en una esquina al vehículo, la golpearon, robaron y violaron, con la complicidad del conductor. La chica sale de espaldas para proteger su identidad, pero sus sollozos no requieren rostro: son los de cualquier mujer víctima de la violencia sexual. Al fondo del encuadre, en la ciudad de Tacna, se ve un cartel que reza: “Construyendo futuro”.
Involuntaria ironía del camarógrafo, pues esta atrocidad no solo aniquila la vida de esta persona, quien dice en el video: “Me han matado como mujer, me han matado como mamá”. Como es obvio, al igual que los asaltos del Amazonas, estos crímenes desgarran el tejido social peruano y atentan salvajemente no solo contra la vida de esta joven sino contra la economía de los tacneños, quienes se benefician del comercio con los vecinos del otro lado de la frontera.
Así, cuando los reporteros peruanos le preguntan qué recomienda a las chilenas, responde que no vayan solas al Perú, pero luego agrega, ya no como reflexión sino como grito de angustia: “¡Que no vayan pa’llá! ¡Que no vayan pa’llá!”. No se puede ser más clara.
Y es que a ella no solo le robaron su celebración: le expropiaron su porvenir, junto con el de una cantidad incalculable de tacneños. En términos de psicopatía y actos antisociales, este delito tiene una resonancia análoga a la de un atentado terrorista. Violaciones hay en todas partes. Lo que hace la diferencia es la seguridad que brinda la policía y la eficiencia de la Justicia. Mientras las nuestras sigan tan corruptas y abandonadas, y los discursos de las autoridades continúen encubriendo la realidad a golpe de reglamentos draconianos y declaraciones efectistas, los baby showers o las excursiones soñadas podrán terminar en siniestras pesadillas. Y quedar impunes.
Una vez más, quien dio la cara por Tacna y por el Perú fue una persona solidaria y compasiva. Su nombre es Catherine, según narra la hermana de la joven violada. Ella la encontró en un descampado, en shock. Logró convencerla de que acepte su ayuda –no quería que nadie se le acerque– y no la dejó hasta el día siguiente, cuando la habían atendido. “Quiero verla”, dice la hermana, “para darle las gracias”. La verdad es que el agradecimiento se lo debemos todos, peruanos y chilenos, por rescatar un destello de luz humana en ese páramo desolado que representa, con seca elocuencia, vastos territorios de nuestra convivencia, adonde los alardes triunfalistas de nuestras autoridades llegan como ecos vacíos y sarcásticos. Negación y corrupción hacen un soberbio maridaje.
Estas violaciones no solo son culpa de unos cobardes desalmados. La corrupción impide levantar casas para los desamparados del Sur chico, así como hospitales y escuelas. Pero como los terremotos, destroza existencias, al bloquear interesadamente la reforma de la policía y el Poder Judicial. En suma, destruye futuro. No combatirla es el peor crimen.
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