CARTA AL PRESIDENTE OBAMA: Paul Krugman

A continuación publicamos una carta abierta del economista Paul Krugman (Profesor en Princeton y columnista del New York Times) al Presidente de EE.UU., publicada en la Revista Rolling Stone.

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Estimado Sr Presidente:

Como le sucedió a Franklin Delano Roosevelt hace tres cuartos de
siglo, usted está haciéndose cargo en un momento en el que todas las
verdades establecidas han desaparecido y toda la sabiduría
convencional demostró estar equivocada. Vivimos en un mundo que ni
usted ni nadie esperaba ver. Muchos presidentes han tenido que lidiar
con crisis, pero muy pocos se han visto obligados a hacerlo desde el
primer día con una crisis como la que Estados Unidos enfrenta hoy.

Entonces, ¿qué debería hacer?

En esta carta no voy a tratar de aconsejarlo acerca de todo. En gran
parte me voy a limitar a la economía, o a asuntos relacionados con la
economía. También voy a hacer foco en cosas que usted puede o podría
lograr en su primer año de mandato. El éxito o fracaso de su gobierno
dependerá en gran parte de lo que suceda en el primer año- y, sobre
todo, de si logra controlar la crisis económica actual.

LA CRISIS ECONÓMICA
¿Qué tan malas son las perspectivas económicas? Peor de lo que casi
nadie se hubiera imaginado.

El crecimiento económico en la era Bush estuvo alimentado por un
estallido de la deuda privada; ahora los mercados de crédito están
dados vuelta, las empresas y los consumidores se están retrayendo y la
economía está en caída libre. A lo que nos enfrentamos, en esencia, es
una enorme brecha laboral. La economía de Estados Unidos necesita
sumar más de un millón de puestos de trabajo por año sólo para
mantenerse al ritmo de la creciente población. Incluso antes de la
crisis, bajo el mandato de Bush el crecimiento de la ocupación
promedió sólo 800.000 puestos por año – y durante el año pasado, en
lugar de ganar un millón más de puestos, perdimos 2 millones. Hoy
seguimos perdiendo puestos de trabajo al ritmo de medio millón por
mes.

No hay nada en los datos ni en la situación subyacente que sugiera que
la caída del empleo vaya a aminorar pronto, lo cual significa que para
fines de este año podemos llegar a tener 10 millones de trabajos menos
de lo que deberíamos. Esto, a su vez, implicaría una tasa de desempleo
de más del 9 por ciento. Sumémosle aquellos que no son considerados en
la tasa estándar porque ya no buscan trabajo, más los que se ven
forzados a tomar trabajos part-time cuando lo que quieren es trabajar
full time, y probablemente estaremos viendo un desempleo real de
alrededor del 15 % – más de 20 millones de norteamericanos que ven
frustrados sus esfuerzos para conseguir trabajo.

El costo humano de una caída tan severa sería enorme. El Center on
Budget and Policy Priorities, un grupo de investigación independiente
que analiza programas gubernamentales, estimó hace poco que los
efectos de un aumento del desempleo darían una tasa del nueve por
cierno – un peor escenario posible que ahora luce muy probable. ¿Qué
pasará entonces si el desempleo llega al 9 por ciento o más? Diez
millones de estadounidenses de clase media serán empujados a la
pobreza, y otros seis millones a la indigencia, un severo estado de
privación que sucede cuando el sueldo está a menos de la mitad del
nivel de pobreza. Muchos de los estadounidenses que pierdan sus
trabajos también perderán su seguro médico, empeorando el ya lúgubre
estado de la salud en los Estados Unidos, e inundando las salas de
emergencia con aquellas personas que no tienen otro lugar a donde ir.
Mientras tanto, otros millones de estadounidenses perderán sus casas.
Los gobiernos provinciales y locales, habiendo perdido gran parte de
sus ingresos, tendrán que hacer recortes incluso en los servicios más
esenciales.

Si las cosas siguen su curso actual, Sr. Presidente, pronto estaremos
frente a una gran catástrofe nacional. Y es su tarea – una que ningún
otro presidente tuvo que hacer desde la Segunda Guerra – evitar esa
catástrofe. Un momento, dirá usted. ¿Acaso otros presidentes no
enfrentaron economías problemáticas también? Sí, lo hicieron, pero
cuando se trató de política económica, sus predecesores no controlaban
realmente la cosa. Durante la última mitad del siglo la Reserva
Federal – una institución más o menos independiente, dirigida por
tecnócratas diseñados a propósito para ser independientes de quien
quiera que esté en la Casa Blanca – se ha estado encargando de la
administración económica día tras día, e incluso año tras año. Sus
colegas presidentes sólo acompañaban.

¿Se acuerda del boom económico de 1984, que permitió que Ronald Reagan
use el slogan “Amaneció de nuevo en Estados Unidos”? Bueno, Reagan no
tuvo absolutamente nada que ver con ese boom. Fue, en cambio, obra de
Paul Volcker, que había sido nombrado por Jimmy Carter como director
de la Federal Reserve Board en 1979 (y que ahora es el jefe de su
panel de asesores en economía) Primero Volcker le quebró la espalda a
la inflación, con el costo de una recesión que probablemente haya
condenado a muerte las chances de reelección de Carter en 1980. Luego
Volcker diseñó una recuperación económica. En efecto, Reagan se puso
el uniforme y simuló ser el gran piloto de la economía, pero Volcker
fue el tipo que realmente piloteó el avión y lo aterrizó a salvo.

Usted, en cambio, tiene que levantar este avión va en picada solo,
porque la Fed ha perdido su poder. Compare la situación de ahora con
la que había en los ochenta, cuando Volcker dio vuelta la economía. En
ese momento, a la Fed le bastaba con emitir un montón de dólares (Ok,
de hecho acreditó el dinero a las cuentas de los bancos privados, pero
el resultado final es el mismo) y luego usar esos dólares para comprar
deuda del gobierno de Estados Unidos. Esto bajó las tasas de interés:
cuando Volcker decidió que la economía necesitaba una ayuda para
levantarse, rápidamente fue capaz de llevar la tasa de interés de los
papeles del Tesoro del 13 al 8 por ciento. Tasas de interés más bajas
de la deuda oficial, a su vez, rápidamente hicieron bajar las tasas de
las hipotecas y los préstamos comerciales. La gente comenzó a gastar
de nuevo, y en unos meses la economía había pasado de la depresión al
boom. Los economistas llaman a este proceso –de la decisión de la Fed
de emitir más dinero a la consecuente suba del consumo, el empleo y
los ingresos – el “mecanismo de transmisión monetaria”. Y en los
ochenta ese mecanismo funcionó bien.

Esta vez, sin embargo, el mecanismo de transmisión está quebrado.

En primer lugar, aunque la Fed todavía puede emitir dinero, no puede
bajar las tasas de interés. ¿Por qué? Porque esas tasas de interés ya
son tan bajas como es posible. Mientras escribo esta carta, la tasa de
interés en bonos del Tesoro es 0,005 por ciento – o sea, cero. Y las
tasas no se pueden bajar más que eso.

Ahora, usted puede pensar que tasas de interés en cero llevarían a una
orgía del crédito. Pero aunque el gobierno de los Estados Unidos puede
prestar dinero gratis, el resto de nosotros no puede. El miedo domina
los mercados financieros, por lo cual desde hace más de un año y
medio, a medida que las tasas de interés sobre la deuda pública se han
precipitado, las tasas de interés que el común de la gente tiene que
pagar en su mayoría han subido. En particular, muchas empresas están
pagando tasas de interés mucho más altas ahora que hace un año y
medio, cuando la Fed no había empezado con los recortes. Y tienen
suerte, si se los compara con las muchas empresas que no pueden
obtener nada de crédito.

Además, incluso si más gente pudiera pedir prestado, ¿realmente
querrían gastar? Hay una sobreabundancia de casas sin vender en el
mercado, así que hay muy poco incentivo para construir más casas, sin
importar cuán bajas estén las tasas de interés hipotecarias. Lo mismo
pasa con la inversión comercial: con los edificios de oficinas vacíos,
los shoppings rogando por inquilinos y las fábricas paradas, ¿quién va
a querer gastar dinero en productividad? Y con los trabajadores
preocupados por mantener sus puestos de trabajo, la gente que está
tratando de ahorrar unos dólares podrá ir en malón a los comercios que
ofrecen grandes descuentos, pero no muchos van a querer comprar
grandes productos, como los autos, que son los que normalmente
alimentan una recuperación económica.

Entonces, decía, la Fed ha perdido su poder. Ben Bernanke y sus
colegas están probando todo lo que se les ocurre para descongelar los
mercados de crédito – la ensalada de nuevas “instituciones
prestamistas” con siglas que nadie puede recordar crece minuto a
minuto. Hay un chiste que dice que en cualquier momento, todos tendrán
una tarjeta Visa con el logo de la Fed. Pero en el mejor de los casos,
toda esta actividad sólo servirá para limitar el daño. No hay ningún
pronóstico realista de que la Fed pueda sacar a la economía de la
caída que atraviesa.

Así que depende de usted.

RESCATANDO A LA ECONOMÍA
El último presidente que tuvo que enfrentar un lío semejante fue
Franklin Delano Roosevelt, y usted puede aprender mucho de su ejemplo.
Esto no significa, sin embargo, que usted deba hacer todo lo que hizo
FDR. Por el contrario, usted debe intentar emular sus éxitos, pero
evitar repetir sus errores.

Acerca de esos éxitos: La forma en la que FDR lidió con el desastre
financiero de su época ofrece un muy buen modelo. Entonces, como
ahora, el gobierno tuvo que usar el dinero de los impuestos para
rescatar al sistema financiero. En particular, la Reconstruction
Finance Corporation tuvo en principio un rol similar a la Troubled
Assets Relief Program de la administración Bush (el programa de $700
billones que todos conocen) De la misma forma que el TARP, la RFC
engordó el efectivo de los bancos en problemas usando fondos públicos
para comprar y subir las acciones de esos bancos.

Había, sin embargo, una gran diferencia entre la forma en que FDR
manejó el rescate financiero subsidiado con recaudación impositiva, y
la que llevó a cabo la administración Bush: a saber, que a FDR no le
dio vergüenza pedir que el dinero de la gente sea usado para servir al
bien común. Para 1935, el gobierno de EE.UU. era dueño de cerca de un
tercio del sistema bancario, y la administración Roosevelt utilizó esa
porción de propiedad para insistir con que los bancos ayuden de hecho
a la economía, presionándolos para que presten el dinero que
Washington les estaba dando. Más aún, el New Deal se lanzó a prestar
un montón de dinero – directamente a empresas y gente que quería
comprar su casa, y a gente que ya era propietaria, ayudándolos a
reestructurar sus hipotecas para que puedan quedarse con sus casas.

¿Puede usted hacer algo como eso hoy? Sí, puede. La administración
Bush podrá haber se negado a poner condiciones para la ayuda a las
compañías financieras, pero usted puede cambiar eso. Si los bancos
necesitan fondos federales para sobrevivir, provéaselos, pero demande
que los bancos hagan su parte prestando esos fondos al resto de la
economía. Otorgue más ayuda a los propietarios. Utilice a la
Asociación Federal Nacional Hipotecaria y a la Corporación Federal de
Préstamos Hipotecarios – las agencias de préstamos inmobiliarios- para
transmitir los bajos costos de los préstamos oficiales a propietarios
calificados (las dos agencias fueron incautadas por reguladores
federales en Septiembre, pero extrañamente la administración Bush ha
mantenido sus costos de préstamo altos, negándose a declarar que sus
bonos están respaldados por la pura fe y el crédito de los
contribuyentes)

Los conservadores van a acusarlo de nacionalizar el sistema
financiero, y algunos lo llamarán marxista (a mí me pasa todo el
tiempo) Y la verdad es que usted estará, de alguna manera, llevando a
cabo una nacionalización temporaria. Pero eso está bien: en términos
generales, no queremos que el gobierno maneje a las instituciones
financieras, pero por ahora necesitamos hacer lo que sea para logar
que el crédito vuelva a fluir.

Todo esto va a contribuir – pero no lo suficiente. Sin duda usted
deberá tratar de solucionar el problema de los bancos y otras
instituciones financieras. Pero para sacar a la economía de su caída,
debe ir más allá de canalizar dinero a los bancos y otras
instituciones financieras. Debe darle un impulso a la economía real
del trabajo y los ingresos. En otras palabras, tiene que arreglar bien
el tema creación de empleo – cosa que FDR nunca hizo.

Esto puede sonar raro. Después de todo, lo que se recuerda de los años
treinta es la Works Progress Administration, que en su punto más alto
dio empleo a millones de estadounidenses construyendo caminos,
escuelas y represas. Pero los programas de creación de empleo del New
Deal, si bien contribuyeron de verdad, no fueron lo suficientemente
grandes ni sostenidos como para terminar con la Gran Depresión. Cuando
la economía está en profunda depresión, uno tiene que dejar de lado
las habituales preocupaciones acerca de déficits presupuestarios; FDR
nunca logró hacerlo. Como resultado, fue demasiado precavido: el
impulso que le dio a la economía entre 1933 y 1936 fue suficiente como
para bajar el desempleo, pero no a los niveles pre-Depresión. Y en
1937 dejó que los guerreros del déficit lo afecten: aunque la economía
todavía estaba débil, dejó que lo convenzan de recortar el gasto al
mismo tiempo que subía los impuestos. Esto llevó a una severa recesión
que deshizo mucho del progreso que la economía había logrado hasta ese
punto. Tuvo que venir el enorme proyecto público conocido como Segunda
Guerra Mundial – un proyecto que silenció al fin a los tacaños – para
que la Depresión llegue a su fin.

La lección del limitado éxito de FDR en el frente del trabajo,
entonces, es que usted tiene que ser verdaderamente audaz en sus
planes de creación de empleo. Básicamente, las empresas y los
consumidores están recortando muchísimo sus gastos, dejando a la
economía con un enorme déficit de demanda, que llevará a una enorme
caída del empleo – a menos que usted lo frene. Para frenarlo, sin
embargo, debe gastar lo suficiente como para llenar el agujero que
dejó la reducción del sector privado.

¿De cuánto gasto estamos hablando? Quizás sea mejor que se siente
antes de seguir leyendo. Ok, aquí va: “Pleno empleo” significa una
tasa de desempleo del cinco por ciento como mucho, y probablemente
menos. Mientras, hoy estamos en una trayectoria que empujará la tasa
de desempleo al nueve por ciento o más. Incluso los estimados más
optimistas sugieren que se necesitan al menos $200 billones al año de
gasto público para bajar la tasa de desempleo en un punto porcentual.
Haga la suma: usted probablemente tiene que gastar $800 billones al
año para lograr una recuperación económica total. Menos de 500
billones por año será demasiado poco como para generar un cambio
económico.

Un gasto a esa escala, en tiempos en que la economía, debilitada, está
haciendo bajar la recaudación impositiva, producirá unas cifras de
déficit realmente atemorizantes. Pero las consecuencias de ser
demasiado cuidadoso – o de no hacer lo suficiente como para frenar la
caída en picada de la economía – serán aún más terroríficas que el
océano de tinta roja que se viene.

De hecho, el problema más grande con el que se va a enfrentar al
intentar rescatar a la economía será el de encontrar suficientes
programas laborales que puedan empezar rápidamente. Los tradicionales
programas del estilo WPA – gastar en rutas, edificios públicos,
puertos, y otras infraestructuras – son una herramienta muy efectiva
para crear empleo. Pero Estados Unidos tiene probablemente algo menos
de $150 billones en proyectos del estilo, que están listos para hundir
la pala ahora mismo, que pueden comenzarse en seis meses o menos. Así
que va a tener que ser creativo: deberá encontrar muchas otras formas
de meter fondos en la economía.

Debería gastar todo lo que sea posible en cosas de valor a largo
plazo, cosas que – como las rutas y los puentes – hará que éste sea un
país más rico. Aumentar la infraestructura detrás de Internet, mejorar
la red eléctrica, mejorar la tecnología informática en el sector de la
salud, una parte crucial de cualquier reforma del sistema de cobertura
médica. Suministre ayuda a los gobiernos provinciales y municipales,
para prevenir que recorten gastos de inversión en el momento menos
propicio. Y, cuando haga esto recuerde que todo ese gasto cumple una
función doble: sirve para el futuro, pero también ayuda en el
presente, dando trabajo e ingresos para compensar el desplome.

También puede hacer lo correcto haciendo un bien. Los estadounidenses
que fueron más golpeados por la caída – los desocupados crónicos, las
familias sin seguro médico – también son los estadounidenses que más
probablemente gasten cualquier ayuda que reciban, y de esa manera
ayudan a sostener la economía como un todo. Así que la ayuda a los
necesitados – un mayor seguro de desempleo, vales de comida, susidios
para seguros médicos – es al mismo tiempo algo justo y una parte
deseada de su plan económico en el corto plazo.

Sin embargo, aún si hace esto no será suficiente para compensar la
increíble caída del gasto privado. Así que sí, también tiene sentido
recortar los impuestos temporalmente. Los recortes impositivos
deberían ir principalmente a los estadounidenses de ingresos bajos y
medios; una vez más, porque es lo más justo y porque es más probable
que ellos – en vez de los mejor acomodados – gasten la ayuda que
reciban. Las exenciones impositivas para familias trabajadoras que
usted expuso en su plan de campaña parece un instrumento razonable.

Pero seamos claros: los recortes impositivos no son la mejor
herramienta para luchar contra la recesión económica. En primer lugar,
rinden menos que el gasto en infraestructura, porque no hay ninguna
garantía de que los consumidores vayan a gastar sus recortes o
reembolsos impositivos. Como resultado, probablemente se requieran
recortes por más de $300 billones, comparados con los $200 billones en
obras públicas, para bajar un punto la tasa de desempleo. Más aún, a
la larga va a necesitar más recaudación impositiva, y no menos, para
pagar la reforma del sistema de salud. Entonces, los recortes
impositivos no deberían ser el núcleo de su programa de recuperación
económica. Deberían, en cambio, ser una forma de agrandar su programa
de creación de empleo, que de otra manera no será lo suficientemente
grande.

Mi sincera opinión es que incluso con todo esto, usted no podrá evitar
que 2009 sea un año muy malo. Si logra que la tasa de desempleo no
pase del ocho por ciento, voy a considerar eso un gran éxito. Pero
para 2010 usted debería ser capaz de poner a la economía en camino a
la recuperación. ¿Cómo debería prepararse para esa recuperación?

MÁS ALLÁ DE LA CRISIS
El manejo de la crisis es algo importante, pero Estados Unidos
necesita mucho más que eso. FDR reconstruyó Estados Unidos no sólo
haciendo que atravesemos a salvo la depresión y la guerra, sino
también convirtiéndonos en una sociedad más justa y segura. Por un
lado, creó programas de seguro social, en especial el Seguro de
Desempleo, que ha protegido a los trabajadores estadounidenses hasta
el día de hoy. Por otro, supervisó la creación de una economía mucho
más igualitaria, creando una sociedad de clase media que duró décadas,
hasta que las políticas económicas conservadoras trajeron la nueva era
de la desigualdad que reina hoy. Usted tiene una oportunidad de emular
los logros de FDR, y el juicio final sobre su presidencia descansará
sobre si usted aprovecha o no esa oportunidad.

El legado más importante que puede dejarle al país será darnos,
finalmente, aquello que todas las naciones desarrolladas del mundo ya
tienen: atención médica garantizada para todos sus ciudadanos. La
crisis actual nos ha dado una lección acerca de la necesidad de una
cobertura médica universal de dos maneras. Ha subrayado la
vulnerabilidad de los estadounidenses cuyo seguro médico está atado a
trabajos que pueden desaparecer fácilmente. Y ha dejado claro que
nuestro sistema actual es además un mal negocio – las Tres Grandes
automotrices no estarían en semejantes problemas si no hubieran
intentado pagar los gastos médicos de sus antiguos empleados además de
los de sus actuales trabajadores. Usted tiene el mandato de cambiar
las cosas; la crisis económica ha demostrado que el sistema necesita
ser cambiado. Y ahora es el momento de aprobar las leyes que
establezcan un sistema que de cobertura a todos.

¿Cómo debería ser este sistema? Algunos progresistas insisten en que
debemos ir inmediatamente hacia un sistema de pago individual
(Medicare para todos) Si bien ésta sería la manera más justa y
eficiente de asegurarse que todos los estadounidenses obtengan el
sistema de atención médica que necesitan, seamos francos: es probable
que el pago individual no sea factible políticamente ahora mismo,
simplemente porque representaría un cambio demasiado grande. Al menos
al principio, los estadounidenses que tienen un buen seguro médico
privado serán reticentes a cambiar ese seguro por un programa público,
aunque ese programa al final demuestre ser mejor.

Entonces lo que hay que hacer en su primer año es aprobar un plan de
compromiso – uno que establezca, por primera vez, el principio del
acceso universal a la atención médica. Sus propuestas de campaña
proveen el esquema. Deje que la gente mantenga su seguro privado si
así lo desea, subsidie el seguro para familias de bajos ingresos,
exija que todos los niños estén cubiertos, y dé a todos la opción de
pasarse a un sistema público – uno que probablemente termine siendo
más barato y mejor que el seguro privado. Apruebe leyes haciendo todo
esto, y tendremos cobertura médica universal funcionando para fines de
su primer mandato. Y eso será un logro que – al igual que la creación
del Seguro de Desempleo por FDR – cambiará Estados Unidos para mejor
de manera permanente.

Todo esto va a costar dinero, en su mayoría para pagar esos subsidios
para seguros, y alguna gente le dirá que el país no puede pagar una
gran reforma del sistema de salud dados los costos del programa de
recuperación económica. Hablemos de por qué debería usted ignorar a
los que dicen no.

Primero, pongamos en perspectiva los costos del programa de
recuperación económica. Es posible que resucitar la economía pueda
costar trillones de dólares a lo largo de su primer mandato. Pero la
administración Bush desperdició como mínimo la mitad de eso en una
guerra innecesaria y recortes impositivos para los más ricos; el plan
de recuperación será intenso pero temporario, y no significará una
carga muy grande sobre los futuros presupuestos. Piénselo de esta
manera: con la deuda federal de largo plazo pagando la menor tasa de
interés en cincuenta años, los costos en intereses de un trillón de
dólares de deuda nueva sumarán apenas $30 billones anuales, cerca del
1,2 por ciento del actual presupuesto federal.

Segundo, hay buenas razones para creer que la reforma del sistema de
salud en el largo plazo será un ahorro de dinero. Nuestro sistema no
sólo está lleno de agujeros en cuanto a cobertura, también es muy
ineficiente y con enormes costos burocráticos, como los inmensos
recursos que las compañías de seguros emplean en asegurarse de no dar
cobertura a las personas que más necesitan atención médica. Y bajo un
sistema universal será mucho más fácil utilizar sabiamente nuestros
dólares del sistema de salud, gastar dinero sólo en procedimientos
médicos que funcionen y no en los que no lo hacen. Dado que el alza de
los costos en atención médica es la fuente de las sombrías
proyecciones a largo plazo para el presupuesto federal, la verdad es
que no podemos dejar de avanzar hacia la reforma del sistema de salud.

Y no ignoremos los efectos políticos en el largo plazo. Allá por 1993,
cuando los Clinton intentaron y fracasaron en crear un sistema
universal de salud, estrategas republicanos como William Kristol (hoy
colega mío en el New York Times) pidió a su partido que se oponga
políticamente a cualquier reforma; ellos argumentaron que un exitoso
programa de cobertura médica – que enviaría el mensaje de que el
gobierno puede efectivamente servir al bien común – esencialmente
cambiaría el rumbo de la política estadounidense hacia una dirección
progresista. Tenían razón – y las mismas consideraciones que llevaron
a los conservadores a oponerse tanto a la reforma sanitaria deberían
ser las que lo hagan a usted decidirse firmemente a hacerla realidad.

La atención médica universal, entonces, debería ser su prioridad
numero uno luego de rescatar a la economía. Proveer cobertura para
todos los estadounidenses puede ser para su administración lo que el
Seguro de Desempleo fue para el New Deal. Pero el New Deal logró otra
cosa: convirtió a Estados Unidos en una sociedad de clase media. Bajo
FDR, Estados Unidos atravesó lo que los historiadores del trabajo
llaman la Gran Compresión, un aumento dramático de los sueldos de los
trabajadores comunes que redujo muchísimo la desigualdad de ingresos.
Antes de la Gran Compresión, Estados Unidos era una sociedad de ricos
y pobres; después fue una sociedad en la que mucha gente, con
justicia, se consideró a sí misma como clase media. Puede ser difícil
igualar ese logro hoy en día, pero usted puede, al menos, orientar al
país en la dirección adecuada.

¿Qué causó la Gran Compresión? Es una historia complicada, pero un
factor importante fue el surgimiento de la organización sindical: la
cantidad de trabajadores sindicalizados se triplicó entre 1935 y 1945.
Los sindicatos no sólo negociaron mejores sueldos para sus miembros,
también aumentaron el poder de negociación de los trabajadores a lo
largo de la economía. En ese momento, los conservadores advirtieron
que los aumentos de sueldo tendrían desastrosas consecuencias
económicas – que el surgimiento de los sindicatos paralizaría el
empleo y el crecimiento económico. Pero de hecho, la Gran Compresión
fue seguida por el gran boom de posguerra, que duplicó los estándares
de vida de Estados Unidos en el curso de una generación.

Desafortunadamente, la Gran Compresión se revirtió a principios de los
70, a medida que los trabajadores estadounidenses perdieron gran parte
de su poder de negociación. Esta pérdida se debió en parte a cambios
en la economía mundial, cuando las compañías manufactureras
estadounidenses empezaron a enfrentar una mayor competencia
internacional. Pero también tuvo mucho que ver con la política, ya que
la administración Reagan primero, y la de Bush luego, hicieron todo lo
posible para limitar la capacidad de organización de los trabajadores.

Usted puede comenzar a revertir ese proceso. Obviamente, no llegará
ver a los sindicatos triplicando su número de afiliados en algún
tiempo cercano. Pero puede hacer muchas cosas para fortalecer los
derechos de los trabajadores. Una es empezar a poner los cimientos
para que se apruebe la Employee Free Choice Act, que le haría mucho
más difícil a los empleadores intimidar a los trabajadores que desean
afiliarse a un sindicato. Sé que probablemente no sucederá en su
primer año, pero si sucede, y cuando suceda, la legislación hará que
Estados Unidos de un enorme paso adelante hacia recuperar la sociedad
de clase media que hemos perdido.

VERDAD Y RECONCILIACIÓN
Hay muchos otros asuntos de los que deberá ocuparse, por supuesto. En
particular, no mencioné ni una palabra acerca de la política
ambiental, que es finalmente el tema más importante de todos. Y no lo
hice porque sospecho que no será posible aprobar un plan integral para
abordar el tema del cambio climático en su primer año. Sin dudas,
incluya en el plan de recuperación inicial toda la inversión
relacionada con el ambiente que pueda, como puede ser gastar en la
mejora de la eficiencia energética. Pero supongo que 2009 no será el
año para introducir medidas cap and trade (comercio de derechos de
emisión) para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Si me
equivoco, genial – pero no espero grandes movidas en política
ambiental enseguida.

Tampoco dije nada acerca de la política exterior. Su equipo es muy
conciente de la necesidad de aminorar la guerra en Irak – la cual, ya
que estamos, cada año está costando casi tanto como lo que nos
costarían los subsidios a los seguros necesarios para implementar la
cobertura médica universal. Usted también es conciente de la necesidad
de encontrar la solución menos mala para el desastre de Afganistán. Y
no quiero ni pensar en Pakistán – pero usted sí debe hacerlo. Buena
suerte.

Hay, sin embargo, un área en la que siento que no puedo ser
disciplinado. Soy un economista, pero también soy ciudadano
estadounidense – y como muchos ciudadanos, he pasado los últimos ocho
años viendo horrorizado cómo la administración Bush traicionó los
ideales de la nación. Y no creo que podamos dejar esos terribles años
atrás a menos que hagamos un reconocimiento total de lo que pasó
realmente.

Sé que la mayoría de la gente de Washington le está pidiendo que
olvide el pasado, de la misma manera que le pidieron a Clinton que
mantenga oculta la verdad sobre los escándalos de los años
Reagan-Bush, en especial el asunto Irán-Contras. Pero sabemos cómo
terminó eso. La misma gente que abusó del poder en nombre de la
seguridad nacional hace 20 años volvió como parte del equipo que –bajo
el segundo George Bush – lo hizo de nuevo, y en una escala mucho más
grande. Fue una lección acerca de lo verdaderas que son las palabras
de George Santayana: aquellos que no aprenden de su pasado están
condenados a repetirlo.

Por eso esta vez necesitamos una explicación completa. No una casa de
brujas, quizás ni siquiera procesamientos, pero algo como la Truth and
Reconciliation Commission (Comisión por la Verdad y la Reconciliación)
que ayudó a Sudáfrica a reconocer lo que sucedió durante el apartheid.
Debemos saber cómo fue que Estados Unidos terminó peleando una guerra
para destruir armas que no existían, cómo la tortura se convirtió en
un instrumento de rutina de la política estadounidense, cómo el
Departamento de Justicia se volvió un instrumento de persecución
política, cómo la corrupción descarada floreció no sólo en Irak, pero
a lo largo del Congreso y la administración. Sabemos que estos males
no fueron, a pesar de lo que digan los apologistas, el resultado de
errores sinceros o un par de manzanas podridas: la Casa Blanca generó
un clima en el que el abuso se volvió habitual, y en muchos casos
probablemente fue el instigador principal de estos abusos. Pero no
alcanza con dejar a esta realidad en el ámbito de las cosas que “todo
el mundo sabe”, porque pronto serán negadas u olvidadas, y el ciclo de
abuso volverá a empezar. Toda esta historia macabra debe ser sacada a
la luz.

Probablemente sea mejor que el Congreso lidere la investigación de los
años Bush, pero su administración puede hacer su parte, evitando usar
su influencia para desalentar las investigaciones, y también poniendo
fin al muro de silencio de la administración Bush. Permita que el
Congreso tenga acceso a los registros y los testigos, y deje que la
verdad sea dicha.

Dicho esto, el futuro es lo más importante. Este mes celebramos su
llegada a la Casa Blanca; en tiempos de gran crisis nacional, usted
trae consigo la esperanza de un futuro mejor. Ahora depende de usted
cumplir con esa esperanza. Llevando a cabo un programa de recuperación
aún más audaz y completo que el New Deal, usted puede no sólo dar
vuelta la economía, puede poner a Estados Unidos en el camino hacia
una mayor igualdad para las próximas generaciones.

Respetuosamente,

Paul Krugman

Puntuación: 5.00 / Votos: 8

Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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