LAS VIEJAS COSTUMBRES
Cuando tenía – ¿qué se yo? – ocho, ¿diez años? la casa de frente a la mía albergaba a una señora de edad y no le diré “vieja” para no ser peyorativo; pero esa vieja vivía siempre pendiente a las pelotas que caían en sus manos para destriparlas y entregárnoslas – feliz – luego por