Finalmente la justicia peruana hizo su trabajo sentenciando al ex presidente Alberto Fujimori, quien fuera denunciado por delitos de lesa humanidad durante el tiempo que gobernó en el Perú.

De aquí en adelante mucho se dirá sobre este asunto, en muchos casos se dirá lo mismo. Sin embargo, quiero destacar lo siguiente:

La pena impuesta al ex presidente (25 años), a mi parecer, es ejemplar; sin embargo, el simple hecho de que recibiera una sentencia –olvidémonos un momento de los años impuestos– demuestra que tuvo conocimiento, responsabilidad y/o participación directa o indirecta en los delitos por los cuales ha sido condenado.

Seguramente y es entendible que los 25 años impuestos a Fujimori, para pocos o muchos (me refiero a sus seguidores puntualmente), es una barbaridad, y esto por dos razones fundamentales; la primera, por que a Fujimori lo consideran inocente, como es de imaginarse (hablo por ellos); y, la segunda, por que la pena impuesta es inhumana (sigo hablando por ellos, puntualizo), esto teniendo en cuenta los años de Fujimori más los 25 años que estaría en prisión.

En cambio, para el grueso de la población, aquí si me incluyo, –mas aun para los torturados y sobrevivientes de las matanzas conocidas y para los deudos de las víctimas– es, mas que una condena, una reparación moral que hizo la justicia peruana.

Sólo falta esperar que, después de la apelación que Fujimori hizo, la justicia ratifique su fallo.

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