[Visto: 1627 veces]

Hay que hacer plata, nomás

―¿Qué queremos, hermano? ¿Acaso no queremos un país que se desarrolle con igualdad? ¿Acaso el hecho de generar leyes para promocionar la inversión privada, como se viene haciendo desde 1991, va a significar que permanentemente quienes sostienen el poder económico, en alianza con los gobernantes de turno, la alianza más ruin para un pueblo emergente que se encuentra en pañales, acaso significa que nos van a seguir metiendo la rata como les dé la reverenda gana? ¿Eso es “promocionar” la inversión privada, atraer los capitales de empresas multinacionales del extranjero? ¿Invitarlos a nuestro propio país para que nos roben?

―A mí qué me dices, compadre, tú eres el que sabe de esas cosas, yo solo quería tomarme un par de chelas contigo.

―¿Por quién votaste la última vez?

―Eso qué importa, un voto no va a hacer la diferencia, mucho menos el mío.

―No habrá sido por los Fumayoki, ¿no?

―Voto viciado, compadre, para qué más.

―Ese es el problema, pues. El principal problema es que a gente como tú no le interesan las jugarretas que nos vienen haciendo cada día los llamados padres de la patria. Pero tampoco es completamente tu culpa, con tanto trabajo que hacer apenas alcanza el día para respirar, para ver a los hijos un ratito, o seguir alguna serie de televisión de señal abierta, de esas que te llenan la cabeza de estupideces, claro.

―Hay que hacer plata, nomás, eso es lo más importante.

―Y por eso estamos como estamos, porque casi todo el mundo piensa así, como tú. Pero sobre todo nuestros gobernantes, sino pregúntale al partido de la yuca. Tremenda yucaza la que nos metieron a finales de los noventa, cuando el congreso, con mayoría fumayokista, por supuesto, aprobó la obligatoriedad del arbitraje en las controversias de privados con el Estado, lo que te estaba contando.

―Artículo 41° de la Ley N° 17003 – Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, del año 1998.

―¡Caramba, hermanito, ya te lo aprendiste de memoria!

―Lo repites tantas veces, qué me queda.

―¡No te imaginas lo que fue ese debate! Recuerdo que estaba chibolo, en los primeros años de la universidad, era un apasionado de la prensa porque quería ser periodista, quería destapar los escándalos más cochinos y escabrosos de la política y volverme famoso. Pero en esas épocas, las cosas andaban muy podridas, tú sabes. Faltaba la plata en la casa… tuve que dejar la universidad y conseguir un trabajo.

―Todavía te queda la inteligencia, compadre.

―Supongo ―dijo Pedro, hundiéndose en un agujero negro que lo arrastraba a un pasado que percibía irremediablemente ajeno, pues era imposible cambiarlo.

―¡Salud, pues!

―Salud.

El amigo de Pedro, ante su repentino silencio, llamó al único mozo de la bulliciosa cantina, y le pidió dos cervezas más, al polo.

―Aún queda trago, te escucho ―dijo cuando llegaron las botellas.

―¿Quieres escuchar, de verdad?

―Te estoy diciendo que todavía queda trago, carajo.

―Pues bien ―dijo Pedro. Se sirvió una copa al ras del vaso cristalino y decantó el líquido dorado dentro de su garganta, de un sopetón, hasta la última gota. Luego se volvió a servir, con más calma, y continuó con su relato―. Yo estuve ahí, compadre, un amigo me hizo entrar caleta, con una acreditación de prensa. Mi primera y única vez en el congreso. Cuando leí las noticias del destape de los arbitrajes, fue como si lo estuviera viviendo de nuevo.

Las palabras del congresista fumayokista José Luis Lum, dieron inicio al debate. El dictamen del proyecto de ley ya había sido aprobado por unanimidad en la Comisión de Fiscalización que él mismo presidía; comisión encargada de revisar dicho proyecto. Para recomendar su aprobación en el Pleno, uno de los argumentos centrales que utilizó fue la necesidad de tener una mayor eficiencia y mejor uso de recursos, a través de un único cuerpo legal, para así evitar las prácticas corruptas que se venían presentando con la normativa anterior. La voz del congresista Lum proyectaba una autoritaria sobriedad. Muy seguro de sí, con el mentón ubicado a la altura del micrófono, también señaló lo siguiente:

“La elaboración del presente proyecto de ley ha sido debidamente coordinada con funcionarios y representantes del sector público y privado. Es así que la comisión ha recogido las opiniones del Poder Judicial, de la Presidencia del Consejo de Ministros, del Consejo Nacional Superior de Consultoría, del Ministerio de Economía y Finanzas, de la Contraloría General de la República y de la Superintendencia de Banca y Seguros; y por el lado del sector privado, han colaborado con sus opiniones, sugerencias y observaciones, la Asociación de Consultoría, la Sociedad Nacional de Industrias, la Cámara de Construcción y la Cámara de Comercio”.

Pedro estalló en carcajadas, por un momento sus risas retumbaron más estruendosas que las melodías de la rockola. Los comensales de la cantina voltearon a verlo. Su amigo, cerveza en mano, no entendía qué pasaba, lo interrogó con los gestos de su rostro.

―¡Todas esas instituciones privadas con las que se coordinó este proyecto de ley terminaron beneficiándose! Contaban con centros de arbitraje, y si no contaban con ellos, ¡los crearon! ―dijo Pedro, casi atorándose de risa, ante el semblante de desconcierto de su amigo―. Hasta ahorita brindan su “servicio de administración de arbitraje”, tienen su propio reglamento arbitral e incluso su propio registro de árbitros. Lo único que consiguió esta ley fue repotenciar al sector privado para que administre justicia, ¡se trata de una privatización de la justicia! Y muy pero muy convenientemente, ¡la parte privatizada fue precisamente la que está ligada al uso de grandes sumas de dinero!, ¡dinero que proviene de las arcas públicas, dinero que el Estado compromete para los contratos de obras públicas!

―Muy pendejo todo eso, Pedro.

―Porque el arbitraje se convirtió en obligatorio para la solución de controversias en los contratos que firman los privados con el Estado. Y el Estado somos todos nosotros, hermano. ¿Ahora entiendes cuando te digo que nos están metiendo la rata, la yuca, desde hace muchos años, y mal?

Las posteriores leyes y reglamentos de contratación pública mantuvieron, hasta la fecha, la regla de incluir la cláusula obligatoria de solución de controversias. Como el Decreto Legislativo 1416, que aprueba la Ley Marco de Asociaciones Público – Privadas, en cuyo numeral 9.6, menciona: “Los contratos de Asociación Público – Privada deberán incluir la vía arbitral como mecanismo de solución de diferencias y deberán contener disposiciones que regulen el procedimiento y causales de renegociación y resolución de los contratos, incluyendo las reglas sobre cesión de posición contractual”, artículo vigente desde el 10 de diciembre del 2008.

El amigo de Pedro se quedó pensativo, qué artimañas se realizan arriba casi sin que nadie se entere, con un lenguaje complicado que casi nadie comprende… Muy pendejo todo eso, ¿no? En medio del silencio, Pedro cogió la botella y llenó el vaso de su amigo al ras.

―Chupa, hermano, chupa. Mientras paladeas tu cerveza, mastica la idea de que todo esto tiene que cambiar. Ya vuelvo, voy al baño ―le dijo Pedro, dejándolo solo en la mesa.

 

Visita nuestro Capítulo 9.

¿Te perdiste los anteriores capítulos? Visita nuestros Capítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4, Capítulo 5, Capítulo 6 y Capítulo 7.

Novela escrita por Gimena María Vartu.

Ilustraciones de Sam Slikar.

Creación, producción y edición de historias: Héctor Pittman Villarreal.

Puntuación: 0 / Votos: 0