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ENTREVISTA SOBRE LA ENSEÑANZA ESCOLAR DE LA GUERRA DEL PACÍFICO

Estimados amigos:

Comparto con ustedes la presente entrevista que me hizo mi amigo el historiador chileno Patricio Rivera Olguín, Iquiqueño de nacimiento y residencia, en suma, tarapaqueño. Luego de recibir su autorización respectiva les alcanzo sus resultados.

La entrevista es de suma importancia porque forma parte de un proyecto de Patricio Rivera acerca de la enseñanza de la Guerra del Pacífico en las escuelas peruanas, chilenas y bolivianas, con la finalidad de, a través de ella, alcanzar una educación para la paz.

Saludos cordiales y venturoso año 2012


Mi amigo y colega, el historiador chileno Patricio Rivera Olguín

El siguiente cuestionario pretende medir conocimientos, análisis y comprensión de sucesos y consecuencias de la Guerra del Pacífico (1879-1883)
Dimensiones:
1.-Representaciones sociales de la Guerra de 1879
2.-Percepciones de construcción de ciudadanía
3.-Metodologías didáctica s para la enseñanza de la guerra
Cuestionario
A.- Representaciones sociales de la Guerra de 1879.
1.- ¿Cuál es el objetivo más importante de enseñar la Guerra de 1879?

Una cosa es cuál es el objetivo más importante y otra muy distinta es cuál debería ser. Hasta la actualidad, a pesar de ciertas revisiones historiográficas y de la modernización de las secciones didácticas de los manuales escolares, el discurso que se vierte es nacionalista. En tal sentido, el objetivo sigue siendo forjar ciudadanos patrióticos a la manera tradicional.

Sin embargo, yo creo que inclusive los acontecimientos negativos del pasado pueden y deben servir para el acercamiento maduro y reflexivo entre las partes, como lo han hecho, por ejemplo, Francia y Alemania. Para nuestro caso, estamos aún lejos de un escenario parecido.

2.- Cuando enseña la Guerra del Pacífico: ¿qué causas destaca?

Básicamente hablo del salitre, pues me parece que la cuestión territorial boliviano-chilena se subordina a la explotación salitrera. Señalo que los intereses de los tres involucrados se contraponen en cierto punto y esto genera el conflicto. Más en específico subrayo los errores peruanos como por ejemplo la suscripción del tratado peruano-boliviano de 1873, pero también señalo que al estudiar el desarrollo de la Guerra parece quedar clara la intención chilena de superar geopolíticamente al Perú en el Pacífico sudamericano.

Sobre este particular, sostengo que la causa no es sólo el salitre puesto que Chile se apropió también de Tacna y Arica –regiones que no lo poseían- así como de las islas guaneras de Chincha, cerca a las costas de Lima. Sumada a todo eso la expedición Lynch, diese la impresión de que los objetivos chilenos iban mucho más allá del salitre. En tal sentido, esos objetivos también son causa de la guerra pues se ejecutan cuando se presenta la coyuntura propicia.

3.- Cuando enseña la Guerra del Pacífico: ¿cómo explica el por qué Chile ganó la guerra?

En realidad apelo a la dicotomía tradicional de orden vs caos que estudio detalladamente en mi libro Lo que dicen de nosotros (2010). Aquí entramos a una problemática compleja que atañe la relación entre la realidad y el imaginario. Es positivamente cierto que el Chile decimonónico tuvo un manejo institucional más aplicado que Perú y Bolivia. De allí que los discursos y narraciones histórica que refieren aquello, o exaltan el tema –la versión chilena – o lo vinculan con una tendencia al expansionismo agresivo –la versión peruana-.

Más allá de esta dialéctica entre historia y narratividad, Chile llega a la guerra económica y militarmente en mejor situación que Perú y Bolivia y por eso la gana. Creo que este es un dato objetivo de la realidad. Descarto, ciertamente, ideas decimonónicas que Sergio Villalobos (2002) recoge, como que el predominio de la etnia blanca en las fuerzas chilenas es explicativo de su victoria.

4.- Cuando enseña la Guerra del Pacífico: ¿cómo explica el por qué Perú y Bolivia perdieron la guerra?”

Acá también lo real y lo discursivo dialogan. En el Perú hay casi un auto-flagelamiento historiográfico. Este es el caso de Basadre que es absolutamente crítico del manejo del Estado peruano y de sus finanzas en las décadas previas a la Guerra. Estos malos manejos explicarán la llegada a la Guerra en bancarrota, con inferior armamento y preparación y, en suma, la derrota.

Sobre este particular, yo, más bien, trato de explicar en clase que la historia se escribe desde el presente mirando el pasado. En tal sentido, el historiador ya sabe como acabó la Guerra y por ello, para el caso peruano, el enjuiciamiento del periodo previo es muy crítico. Sobre el particular, yo señalo que si bien hubo corrupción y malos manejos en tiempos del guano también hubo otras circunstancias que explican la derrota.

En particular, les digo que el proyecto ferroviario de Balta, y continuado por Pardo, no fue tan irracional como se piensa y que de hecho buscaba la comercialización de los minerales extraídos de la sierra central porque se sabía que el guano se iba a acabar en pocos años. La cosa no fue, pues, tan irracional como se afirma pero la crisis mundial de 1873 echó el proyecto por tierra.

Acá intervino lo que Paul Veyne llamaba “el azar en la historia” y el Perú tuvo bastante mala suerte porque el Estado acababa de adquirir inmensas deudas para construir las vías férreas y justo estalló la crisis. Por ello se llegó a la guerra como se llegó, y por ello se perdió. En realidad, es la suma de los malos manejos, la mala administración y la aparición de imponderables como la crisis mundial de 1873 los que, sumados, explican que se llegase mal a la Guerra y que, por consiguiente, se perdiese.

5.- Según usted en qué cambió Chile, Perú y Bolivia a partir de la Guerra de 1879?

Discúlpame que casi no te hable de Bolivia, pero no he seguido mucho su desarrollo posterior a la Guerra del Pacífico. En el Perú se experimentó un cambio en realidad positivo pues las jóvenes élites ascendentes –golpeados por la Guerra y la derrota- asumieron una actitud más emprendedora y proactiva. De allí que el periodo denominado de la República Aristocrática supusiese un crecimiento económico casi continuo entre 1895 y 1918.

Sin embargo, el Perú tuvo otros problemas más allá de la Guerra y sus efectos como por ejemplo su división socio-estamental heredera del orden colonial. Las fracturas sociales en el Perú han sido conflictivas y han marcado el desarrollo del siglo XX el que implicó el paulatino tránsito a la política de masas y la universalización de los derechos políticos. Hasta hoy ese proceso no concluye en Perú.

Respecto del nacionalismo, lo que genera la Guerra del Pacífico es –parafraseando a Todorov (1991)- un nacionalismo exterior, es decir, en oposición a otro estado al que se pondera como contrincante. El nacionalismo peruano, en la actualidad, sigue teniendo en la rivalidad con Chile un pilar fundamental.

Para el caso Chileno, acá tenemos el imaginario de que se desarrolló con los recursos peruanos y bolivianos de los que se apropió. Sin embargo, entiendo que la cosa no fue tan fácil, que los intereses británicos entraron a tallar fuertemente y que en la década de 1890 empezó la expansión al norte, que en realidad fue una guerra del estado contra la Araucanía, pero aquello lo sabrás tú mejor que yo.

Voy a añadir algo sobre Bolivia, la guerra generó en el país altiplánico el trauma de la mediterraneidad y ese es, al día de hoy, quizá el asunto territorial más complejo que América Latina no resuelve aún. Seguro el tema es discutible en sus beneficios económicos, pero yo lo veo desde la perspectiva del imaginario y ese tema, al día de hoy, sigue siendo durísimo de procesar en la subjetividad de los bolivianos. Unilateralmente no se va a resolver.

B.- Construcción de ciudadanía en la enseñanza de la guerra

6.- ¿Considera que la Guerra de 1879 es relevante en el currículum de historia de su país?

Mira, tiempo que no enseño en la escuela, pero entiendo que sí es relevante, al igual que en la universidad y lo es, no tanto por las horas que se le asigna sino por la atención y atmósfera que genera en clase: es “la guerra”. Ese tema captura mucho más a los alumnos, despierta sentimientos, es un tema fuerte, denso. Y lo es además porque no se ha aplicado ninguna política binacional de la reconciliación como si lo hicieron, por ejemplo, checos y alemanes. En el Perú la memoria sobre la Guerra es muy viva y eso se percibe cuando se enseña el tema.

7.- ¿Qué es lo que debería saber cualquier ciudadano o ciudadana de esta guerra en la actualidad?

Bueno, compleja la pregunta porque es entrar a la labor de selección que hace el historiador, a partir de la cual genera historia, genera memoria, pero también produce olvidos. Lo que puedo decirte es que para el caso peruano se ha omitido el estudio de la campaña de Arequipa y del gobierno de Lizardo Montero en Huaraz y Arequipa. Tampoco se admite –en los tres países- la continuidad de la alianza Perú-Boliviana, que de acuerdo con mis investigaciones (Parodi 2001) sólo se disuelve tras la toma de Arequipa en octubre de 1883 y no en el Alto de la alianza, como comúnmente se piensa. Así que lo que no se sabe me preocupa más que lo que se sabe.

8.- ¿Qué importancia se les debe dar a los Héroes de la Guerra cuando se estudia la Historia de Perú?

Otro tema complejo. Dentro de la lógica nacionalista (nacionalismo entendido como ideología del Estado desde el siglo XIX en adelante, y que aún persiste) los héroes son muy importantes. A ver, si la idea sigue siendo forjar o construir la nación a la usanza decimonónica entonces está bien que haya héroes casi épicos. En sentido estricto no me parece mal que se conmemore a militares destacados y que se sacrificaron por su país.

Quizá el problema es que ese tipo de héroe responde a la lógica del positivismo histórico del s. XIX, cuando la historia enfocaba lo político y militar casi exclusivamente. Desde una concepción de la historia más amplia, y que se preocupa por otros aspectos de la sociedad como lo cotidiano, debería proponerse personajes ejemplares más allá de los militares. Es menester desterrar las historias nacionales exclusivamente épicas, las que al final de cuentas nos distancian.

9.- ¿-Se hace más nacionalista un estudiante que aprende la guerra de 1879?

Sin duda, y aunque está claro que actualmente los manuales escolares aplican en sus actividades didácticas ejercicios que llaman a la reflexión madura del tema, la lógica del relato sigue siendo nacionalista y confrontacional. Esos relatos siguen generando excesivo orgullo al ganador y excesivo rencor al perdedor.

Creo que ya habría que ver la guerra desde otra perspectiva: las causas desde una lógica económica, lo militar convertirse en un aspecto, ver lo social, lo cotidiano, ver el sufrimiento de las personas, de todos las partes involucradas. Para lograr esto es necesario previamente llevar a cabo una política de la reconciliación con el pasado, como te señalé en un pasaje anterior. Pero, reitero, estamos lejos de ese escenario ideal.

10.- ¿Considera usted que enseñar la Guerra de 1879 puede favorecer una educación democrática o para la paz?

Por supuesto, Francia y Alemania cuentan con manuales escolares binacionales, ese es un proyecto muy interesante. No se trata de que las partes involucradas se pongan de acuerdo en una sola versión, sino que se enseñen las tres versiones a los alumnos de cada país. Eso ayudará a conocer y respetar al otro y ver el tema con una mirada más madura.

Para esto creo que es menester que los relatos atenúen sus lógicas nacionalistas, aunque sin dejarlas necesariamente de lado. Si no se puede acabar con el nacionalismo, hay que hacer de él una ideología integracionista y menos confrontacional.

3.- Proceso de enseñanza y aprendizaje y metodologías para la enseñanza de la guerra

11.- ¿Destaca usted la Guerra de 1879 en sus contenidos de Historia de su país? ¿Por qué?

En mi caso sí, pero porque soy especialista en el tema, como mi cátedra es libre, a ese tema le doy prioridad. En universidades en las cuales los contenidos de los cursos de historia del Perú son más bien homogéneos, entiendo que se enseña como un tema más. Sin embargo, como antes he dicho, es más que seguro que captura la atención de los alumnos más que otros temas.

12.- ¿Cómo enseña usted la Guerra de 1879? ¿Qué recursos utiliza? ¿Utiliza fuentes históricas primarias? ¿Cómo? ¿Entrega importancia al texto escolar o manual de estudios escolar?

Yo ya no enseño en colegios, pero tengo una publicación sobre el discurso que presentan los manuales escolares chilenos y sobre los peruanos cuento con un material sin publicar. Yo entro a la guerra desde la teoría de la historia, allí analizo tópicos como nacionalismo, historia oficial, historia y narratividad etc.

También trabajo en base a actividades que algunos llaman ABP, los alumnos resuelven en grupo cuestionarios a lecturas académicas y de allí hacemos plenarios y debates donde participa toda la sección.

13.- ¿Destaca usted los hechos bélicos de la guerra de 1879? ¿Qué importancia le da a otros tipos de aspectos de la guerra? ¿Podría poner algún ejemplo?

Buena pregunta, yo veo mucho lo diplomático porque en 2001 publiqué un libro que sostiene la tesis de que la Alianza Perú-Boliviana prolongó sus gestiones hasta 1883, entonces veo toda la parte diplomática, la mediación de Estados Unidos etc. Lo social lo veo cuando trabajo a Miguel Iglesias, allí enfatizo las fracturas sociales al interior del país, las que se manifestaron en el conflicto.

Esta pregunta es pertinente, yo mismo me la estoy haciendo ahora ¿cómo enseñar una guerra sin hacer de su narración el recuento épico de enfrentamientos entre vencedores y vencidos? Esa es la cuestión.
14.- ¿Qué cree usted que aprenden sus estudiantes?

De acuerdo a como enseño el tema aprenden a distinguir y analizar discursos históricos, aprenden a tomar distancia de ellos y a entenderlos en tanto que discursos ideológicos. Pero también aprenden un poquito a ser más peruanos. Yo no puedo negar que en la enseñanza de la historia hay un elemento sentimental, el que también existe en mí. Puedo sonar contradictorio, pero creo que en mis sesiones se dan ambas cosas a la vez y cualquiera de ellas puede influenciar más en los estudiantes.

Siguiendo con las contradicciones, también trato de que se pongan en el lugar del otro, siempre les pido que se pregunten ¿qué hacer con un mediador que no se declara neutral?, sólo allí comienzan a ver al otro, no es fácil pero es el principal desafío.

15.- ¿Qué mejoraría usted de los contenidos y la metodología de enseñar la Guerra del Pacífico?

Bueno, añadiría la continuidad de la Alianza Peru-Boliviana hasta octubre de 1883, eso ya cambia todo el escenario político, diplomático y militar de la segunda etapa del conflicto. Por otro lado, trataría de buscar ejemplos cotidianos de cómo vivieron la guerra los soldados, o las mujeres, pero no aquellos que fueron héroes, sino en la vida diaria. Como sobrevivían, como cambiaron las cosas más menudas desde que la guerra comenzó, vería cartas de la época de la guerra pero que no hablen más que indirectamente de ella. Mira, se me acaba de ocurrir un tema de investigación!

Entrevistador: Patricio Rivera Olguín
Entrevistado: Daniel Parodi Revoredo » Leer más

LIBRO SOBRE LEONCIO PRADO

PRADITO

Por: Daniel Parodi Revoredo±
Leoncio Prado

La historia del siglo XIX y la del XX comparten el mismo error. Ambas se esforzaron mucho por darle al ciudadano de a pie, la verdad acerca del pasado. Eran otros tiempos, eran tiempos en los que los paradigmas filosóficos nos convencían de sus propias certezas.

De esta manera, en el siglo XX el positivismo científico planteaba que todo podía y debía ser demostrado a través de la experimentación empírica. Por su parte, las ciencias sociales paulatinamente se apropiaron del siglo XX y nos convencieron que todo debía explicarse porque remitía a una estructura, ya sea social, económica o política; en esos términos, el sujeto individual poco podía hacer para interferir en el curso de los acontecimientos.

Pero en el siglo XX hubo dos avisos de que algo andaba mal y de que no era tan fácil como se pensaba estar tan seguro de la certeza de nuestras antiguas certidumbres. Por un lado, la Segunda Guerra Mundial se llevó consigo a sesenta millones de personas, nada más y nada menos, incluidos holocaustos y bombas atómicas. ¿Podía ser verdad entonces esa convencida idea de que el desarrollo de Occidente llevaba a la humanidad de la mano hacia su progreso? ¿estábamos hablando de lo mismo? ¿Era ese mismo progreso el que había sembrado el mundo de dolor y de destrucción?

Por otro lado, el 1989 se cayó el muro de Berlín y se llevó consigo a la URSS, al bloque socialista, al telón de acero, al mundo bipolar y de paso al marxismo que había anidado en las ciencias sociales; y además del marxismo a sus primos cercanos: el estructuralismo y el funcionalismo. Fue entonces cuando volvimos a sentir el tiempo. Las estructuras dejaron de aprisionarnos y experimentamos el deseo de volver a ser plenamente humanos, plenamente individuos, plenamente nosotros, plenamente yo y fue entonces cuando recuperamos la capacidad de emocionarnos, de ser románticos y de crear.

Y fue entonces también cuando comprendimos que la historia es verdad, pero es una verdad libre, es una verdad que cambia constantemente porque cambian también los que la narran y cambian los tiempos en los que es narrada. Y es al fin, al comprender que la historia posee una dimensión narrativa, que nos sentimos de nuevo con el derecho a admirar el pasado y a admirarnos con el pasado, y a identificar en él nuestros viejos y entrañables arraigos, nuestras viejas y entrañables querencias, como la querencia por la patria, por la tierra, por el hogar.

En este nuevo contexto, Pradito de Luis Cuadra es una delicia y es que el autor, en su relato, decidió asumir la identidad de su personaje, decidió convertirse en él, para que así el mismo Leoncio Prado nos narre su vida, azarosa e intensa desde su nacimiento. En estos tiempos super modernos, Pradito me evoca alguna película de aquellas que sugieren que el hombre lleva consigo un dispositivo que registra todos los instantes de su vida.

En Pradito, es el mismo Leoncio Prado el que cobra vida para nosotros y nos relata en primera persona -con delicada sensibilidad- la infancia, el dolor de la bastardía y el re-encuentro amoroso con el padre ausente, el que a posteriori sería presidente Mariano Ignacio Prado. Pero será pronto cuando Pradito descubra esa vocación por la vida, entendida como aventura profundamente patriótica. Alférez de fragata a los trece años, Pradito supo desde el inicio, de su destino patriótico en ciernes.

No quisiera, en estas líneas, descubrir los contenidos de este relato, que es menester descubran ustedes mismos en otra aventura, la de la lectura, que simbióticamente se fusionará, sin duda, con la vida de tan alto personaje de la patria. A Leoncio Prado, Luis Cuadra le ha dado de nuevo el halo de la vida, para que, en una dimensión intermedia entre la realidad y la ficción, converse con nosotros de las querencias, los azares y de la amada patria.
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MIGUEL IGLESIAS II UN TRISTE ANIVERSARIO DE HUAMACHUCO

UN TRISTE ANIVERSARIO DE HUAMACHUCO

Por Daniel Parodi Revoredo
Profesor del dpto. de Humanidades de la PUCP
Publicado en el diario La República el día de hoy

Debido a Iglesias, Cáceres tuvo que desplazarse al norte, donde fue derrotado
Confieso que en estas líneas voy a participar en un debate historiográfico a la manera positivista; es decir, utilizando argumentos y contraargumentos para sentar mi posición sobre un evento del pasado. Digo esto pues siempre he cuestionado esa modalidad de hacer historia y porque creo que los acontecimientos poseen la magia de generar muchas representaciones sobre sí mismos. Confieso también que soy consciente de que los combates por la historia1 se libran en el presente y que los políticos influencian en su escritura. Sin embargo, la obscena heroización2 de Miguel Iglesias me obliga a referirla con más detalle que en mi nota anterior.

En ella señalé que son dos las interpretaciones más difundidas sobre el caudillo de Montán: la que lo tilda de traidor por su colaboración con las fuerzas chilenas y la que lo ubica en el umbral de la heroicidad e interpreta su accionar como un gesto de desprendimiento. Pero coloquemos a Iglesias en su hora más difícil y retrotraigámonos al 31 de agosto de 1882 –difusión del manifiesto de Montán- para ver qué sucedía en la Guerra por aquellos días.

Para empezar, no es cierto que entonces la resistencia peruana estuviese prácticamente derrotada, ni que la firma de la paz se cayese de madura. Por el contrario, el Ejército del Centro, con la colaboración de las guerrillas campesinas, se encontraba en su mejor momento pues apenas unas semanas antes había derrotado a las fuerzas invasoras en Marcavalle, Pucará y Concepción, y expulsado de la región a la expedición chilena de Letelier.

Así pues, el colaboracionismo iglesista no se debió a la derrota de la Resistencia sino a sus victorias. Esta paradoja se explica en las fracturas socio-culturales de entonces que hacían que buena parte de los gamonales y hacendados viesen con profunda preocupación el fortalecimiento de la movilización campesina liderada por Andrés Avelino Cáceres. Esta, y no la “inmolación política”, fue la motivación de Iglesias, la que se demuestra en testimonios de época que ilustran el resquemor de los sectores económicos altos frente a la eventualidad de una “guerra de razas”3.

Por otro lado, en septiembre de 1882, la Alianza Perú-Boliviana había resurgido gracias a la instalación del gobierno de Lizardo Montero en Arequipa, quien desde allí fortaleció sus vínculos con Narciso Campero, su homólogo paceño. La Alianza buscaba negociar con Chile un tratado de paz sobre la base de la sesión única y exclusiva de Tarapacá. Sin embargo, el colaboracionismo de Iglesias echó por tierra estos esfuerzos y jugó en pared con el plan chileno de acabar con la Alianza e imponer la paz por separado a cada uno de sus países miembros. Por cierto, una comisión oficial del gobierno de Bolivia lo visitó para rogarle deponer su actitud: no quiso.

Finalmente, la existencia de un gobierno colaboracionista en Cajamarca, y la imperiosa necesidad de acabar con él, obligaron a Cáceres a dejar la sierra central y dirigirse hacia el norte. Y fue allí, en Huamachuco, donde encontró la derrota un 10 de julio de 1883, fecha triste para los peruanos, especialmente hoy, debido a que de esta innecesaria controversia no son responsables ni los restos de Miguel Iglesias, ni sus descendientes.

Al meditar sobre el tema, he recordado la novela 1984 de Orwell, en la que un lóbrego Ministerio de la Verdad cambiaba las noticias del pasado de acuerdo con las conveniencias del presente. Por ello me asombra que se haya nombrado a Miguel Iglesias vencedor de San Juan, cuando esa batalla la perdimos. A pesar de todo, conservo la esperanza de que nuestra realidad no supere la ficción, pues ni los más grandes totalitarismos pudieron soterrar las versiones disidentes de la historia, porque los héroes, es sabido, no se crean por decreto, ¿o sí?
1Así tituló Lucien Febvre su célebre libro
2Me hago responsable por el neologismo
3Rodríguez, Juan. Los ecos de la Comuna de París en el Perú durante la Guerra del Pacífico. Lima, 2010 (s/p)

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ACERCA DE MIGUEL IGLESIAS I

Sobre Héroes y Criptas: a propósito de Miguel Iglesias

Daniel Parodi Revoredo

General Miguel Iglesias

El héroe clásico provenía de la unión de un dios mitológico con un ser humano. Por ello, aunque mortal, contaba con cualidades extraordinarias que lo distinguían de los demás; tal es el caso de Aquiles, guerrero invulnerable salvo por su célebre talón. Ya en el siglo XIX, al héroe se le asocia con los proyectos de construcción nacionales y con la necesidad de dotar a las colectividades de un panteón de paladines cuyo distintivo sea el amor a la patria y su sacrificio por ella. Sin embargo, los héroes sólo alcanzan dicho estatus cuando la sociedad los adopta como tales. Así, para que su aura de gloria se difumine en la colectividad, su calidad heroica debe ser consensual y aceptada por la comunidad.

En el contexto actual las cosas han cambiado. El nacionalismo romántico del siglo XIX ha sido matizado por un mundo que en 1990 planteó el fin de las ideologías. Veinte años después, la multiplicidad de pequeñas historias parece preferible al largo relato del erudito y el exceso de información nos inserta en una interminable vorágine. Pero es precisamente por eso que el apego a lo propio, a lo más íntimo y cercano, es aún un referente esencial que le da sentido a nuestras vidas. Y es por ello que el nacionalismo de hoy –que ya no se corresponde con la exaltación que llevó a las dos guerras mundiales- mantiene su vínculo con nuestro mundo interior, cuyo espacio comparte con tantos otros puntos de identidad como la realidad virtual, la aldea global, el pueblo natal etc.

Es por todo lo anterior que considero un despropósito la resolución suprema que decreta el traslado de los restos del General Miguel Iglesias a la Cripta de los Héroes, en donde descansan los de Miguel Grau, Francisco Bolognesi, Andrés Avelino Cáceres, José Abelardo Quiñones, entre otros. Mis razones son fundamentalmente dos:

En primer lugar, el desempeño de Miguel Iglesias durante la Guerra del Pacífico es objeto de controversia. Sobre el particular, Jorge Basadre sostiene que el caudillo de Montán sacrificó su imagen pública en aras de la paz. Por mi parte, pondero que el entendimiento entre Iglesias y las fuerzas de ocupación debilitó la estrategia resistente de Andrés Avelino Cáceres en la Breña y condujo a su posterior derrota en Huamachuco. No existe pues consenso acerca de la heroicidad de Iglesias ni entre los historiadores, ni en la colectividad.

En segundo lugar, creo que en nuestra historiografía la figura de Miguel Iglesias debería cumplir un rol diferente al que se le pretende asignar con su traslado a la Cripta de los Héroes. Yo discrepo con las voces que lo presentan como a un traidor; pero creo que su performance sí expone la desarticulación política existente en el Perú durante la Guerra del Pacífico. Ello explica la división de la oficialidad en bandos rivales y desnuda el carácter embrionario de un proyecto nacional hasta ese entonces elitista, caudillista y excluyente.

No he querido, en estas líneas, perennizar el “sacrifico político” de Miguel Iglesias. Por el contrario, creo que el historiador de hoy debe matizar aquellos juicios positivistas que dividieron maniqueamente a los actores de la historia en héroes y villanos o en patriotas y traidores. Lo que pienso, más bien, es que una evaluación del colaboracionismo iglesista durante la Guerra del Pacífico debe llevarnos a comprender las profundas fracturas socioeconómicas y políticas del Perú decimonónico; así como a fomentar un discurso histórico templado que nos permita conocer nuestras rivalidades del pasado sin convertirlas en las pugnas de nuestro presente.

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LO QUE DICEN DE NOSOTROS EN EL COMERCIO Y CARETAS

Estimados Amigos:

tengo el agrado de compartir con Ustedes la nota que El Comercio sacó acerca de mi reciente publicación LO QUE DICEN DE NOSOTROS. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos. Del mismo modo adjunto la entrevista que con el mismo fin me hiciese la revista CARETAS.

Nota en El Comercio

20110318-lO QUE DICEN DE NOSOTROS CARETAS.jpg

Fotografía de la entrevista en la revista CARETAS

LA NOTA EN CARETAS
http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&idE=920&idS=75 (La nota completa escaneada será adjuntada a este artículo en las próximas horas)

ACLARACIÓN EN NOS ESCRIBEN Y CONTESTAMOS de la revista CARETAS

Lima, 3 de marzo del 2011

Agradezco ‘Diferendo artístico’ de CARETAS 2170, nota titulada en la que se reseña mi libro ‘Lo que dicen de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y manuales escolares chilenos’. Sin embargo, preciso que mi texto no afirma que en los actuales manuales escolares de historia chilenos el darwinismo social –léase racismo– sea un elemento explicativo de la nación chilena y de sus vecinos. Esa característica está presente en el libro de Sergio Villalobos (2002) y no se expande a las publicaciones escolares que consulté. Esta distinción la explicito claramente en la página 83 de mi libro.
Historiador Daniel Parod Revoredo
DNI 08272720

Los interesados en adquirir el libro pueden hacerlo en:
PUCP
LIBUN
EPOCA
CRISOL
También puede adquirirse a través de la tienda virtual de la UPC
www.upc.edu.pe/tienda virtual
Saludos cordiales
Daniel Parodi Revoredo

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ENTREVISTA EN RPP VERSION CHILENA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO

ESTIMADOS AMIGOS:

Hoy fui entrevistado en el programa Mundo 360 de RPP, la entrevista será repetida hoy a las 11pm y trata sobre mi libro LO QUE DICEN DE NOSOTROS y la versión chilena de la Guerra del Pacífico.

Armando Canchaya, conductor de Mundo 360

Espero puedan verla y comentarla, adjunto link

http://www.imedia.pe/custm/videos/video.php?video=758129&pass=fee0e4ba7a4

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo » Leer más

LO QUE DICEN DE NOSOTROS RESEÑA DE LILIANA REGALADO

ESTIMADOS AMIGOS: TENGO EL AGRADO DE COMPARTIR CON UDS. LA RESEÑA QUE HIZO DE MI LIBRO LA DRA. LILIANA REGALADO, A QUIEN AGRADEZCO SU REFLEXIÓN Y LA ASESORÍA EN TODO MOMENTO BRINDADA A MI INVESTIGACIÓN.

Lo que piensan (dicen) de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos

Parodi Revoredo, Daniel Lo que piensan (dicen) de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos. Fondo Editorial UPC Lima: 2010

Ankersmit señaló, hace algunos años que para el historiador, hasta la revelación más íntima y “real” de un actor histórico en un texto conservado sólo es una huella o una fuente, y no un punto de contacto con el pasado mismo. Si hay un lugar en el que una parte de la realidad se resiste a ser alcanzable, es en la historia. En ninguna otra parte la relación entre el conocimiento y el objeto de este conocimiento es tan indefinida y problemática como en la práctica de la historia, y sin duda, el reconocimiento de esto presta cierta plausibilidad a priori a la tesis -actualmente escuchada con frecuencia- de que el historiador, más que “encontrar” el pasado, lo “fabrica”.

En base a la afirmación anterior se puede encarar la lectura del libro de Daniel Parodi que estamos comentando en una doble perspectiva: el análisis del discurso elaborado por el propio autor y el análisis que hace del discurso de la historiografía chilena, esencialmente, en una obra de Sergio Villalobos que expresa la tradición historiográfica decimonónica y su continuación. Vayamos entonces a lo primero.

Si dejamos hablar al autor, debe mencionarse que desde las primeras líneas de su texto Daniel Parodi da cuenta de la idea motor de su trabajo y la manera como se siente concernido con el tema objeto de su estudio: “Nos preocupa la vigencia de historias nacionales con características decimonónicas en la sociedad contemporánea y nos interesa comprender las formas que hoy adoptan las representaciones de la nación propia y las vecinas en el discurso histórico.”(pp. 17-18) Su compromiso personal con el tema y con las implicancias actuales del mismo también se manifiesta en las conclusiones con las que cierra los capítulos II y III y, sobre todo, en las reflexiones con las que finaliza el libro:

El problema que se presenta al Estado y a la sociedad chilenos como resultado de un discurso histórico oficial basado en “puntos de realidad” exitosos es que deriva en una narrativa perfeccionista que deja pocos espacios para la revisión y la autocrítica […] La cuestión se agrava cuando los imaginarios que el Estado ha vertido en la sociedad a través de la historia se construyen en oposición con aquellos que definen a los otros. Así, de las posiciones de subordinante y subordinados asignadas a los protagonistas de la Guerra del Pacífico se desprende también la dicotomía entre la sociedad superior y las inferiores (p.85).

En cuanto a lo segundo es decir, a lo que Parodi encuentra al analizar a la historiografía chilena sobre la Guerra del Pacífico, a través del trabajo de Villalobos, conviene recordar que -a partir del pensamiento de Reinhart Koselleck y Paul Ricoeur- la noción de “régimen de historicidad” permite revisar la relación que una sociedad mantiene con su pasado, su presente y su futuro. Lo que lleva a tomar en cuenta los usos del tiempo pasado. Por eso, en buena cuenta, en este libro de Parodi al estudiarse los planteamientos nucleares de la historiografía oficial chilena sobre la Guerra del Pacífico que se traslada a los manuales escolares lo que se aborda es también en el fondo, cómo la sociedad chilena se mira a sí misma y se relaciona con su pasado.

Por eso, resulta sustantivo para el análisis emprendido por Parodi establecer que en dicha historiografía están fuertemente vinculados nacionalismo, positivismo, darwinismo social y enseñanza de la historia. Debe destacarse positivamente que el autor inicie su abordaje presentando su marco teórico y definiendo los principales conceptos y categorías que va a utilizar en tanto constituyen sus herramientas interpretativas. Así, maneja nociones como alteridad con el significado y empleo que le dan Carretero, Rosa y González, pero también considera la definición operativa de otredad empleada por Catalani. Es loable no solo que haya explicitado su marco teórico sino que al hacerlo introduzca al lector a temas tan importantes como la construcción de los imaginarios, alteridades, etc.

Como hemos dicho, toma una obra de Sergio Villalobos, publicada el 2002, como referente y eje para mostrar la vigencia de los parámetros y perspectivas de la historiografía decimonónica respecto al asunto de la Guerra del Pacífico y a través de la escuela configura un imaginario exitoso sobre Chile, su pasado y futuro a costa de imágenes opuestas acerca del Perú y Bolivia.

Se refiere Parodi más de una vez a “la judicialización del pasado” en el sentido que le daba Bloch es decir, cuando la función de la historia atraviesa los límites de la ejemplaridad para interpretar al pasado con el propósito de justificarlo y delinear el futuro de una nación en base al criterio de culpabilidad de los actores. De cualquier manera sería bueno considerar que la idea de judialización del pasado o los historiadores convertidos en los jueces del valle de Josafat que están obligados a repartir premios y castigos o, al menos, señalar culpables, planteada por Bloch ha adquirido hoy un sentido diferente ya que judicializar el pasado tiene ahora que ver con el uso de la memoria y de la historia para denunciar situaciones qué, eventualmente, puedan ser llevadas a los tribunales cuando más bien, lo que corresponde a nuestra disciplina es que lo que se ventile en los tribunales y su resultado puedan convertirse en fuentes o material del historiador.

También quiero comentar otra cuestión y es el manejo que hace Parodi de “otros cercanos” para referirse a la vecindad de los tres países Chile, Bolivia y Perú y la manera como, el primero de los nombrados, se configura respecto a los otros dos. Pero en tanto muestra que Perú y Bolivia aparecen retratados de manera negativa y culpabilizados, creo que correspondería hablar más bien de su conversión en “otros lejanos” dada la dicotomía que plantean las imágenes expresadas por la historiografía chilena.

Hay asuntos que podrían pasar desapercibidos si nuestra lectura del trabajo se concentra en lo capital del libro pero que creo merecen mencionarse ya que Parodi las ha tomado en cuenta. Por ejemplo, que Villalobos adjudica al Estado y pueblo chilenos la independencia peruana a través de la acción de O’ Higgins. En ese caso estaríamos hablando de que el historiador chileno habría aplicado o retomado el criterio de independencia concedida que se discutió en las décadas de 1960 y 1970 y que no fue aceptado por la mayor parte de la historiografía peruana.

Lo que piensan de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos es un enjundioso e interesante libro cuyo tema abarca bastante más que el habitual análisis historiográfico. Es un trabajo en el que los asuntos de historia, memoria, imaginarios, historia oficial y su enseñanza están presentes de manera evidente.

Liliana Regalado de Hurtado , Lima, 30 de noviembre de 2010

P.D. La Fuente original donde se publicó esta reseña es el blog Histopria y memoria de Liliana Regalado, adjunto link
http://historiaymemoria.wordpress.com/2010/11/10/lo-que-piensan-de-nosotros-la-guerra-del-pacifico-en-la-historiografia-y-textos-escolares-chilenos/

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CONFEDERACION PERU BOLIVIANA RESEÑA A COMPILACIÓN DE DONOSO Y ROSEMBLITT

Estimados Amigos: comparto con Uds. mi comentario a la compilación de Donoso y Rosemblitt titulada Guerra, Regiones y Naciones. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839. El comentario se leyó en la Universidad Andrés Bello en Santiago de Chile, el 6 de octubre de 2010.

Siempre atento a sus comentarios

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

LA HISTORIA Y EL PRESENTE, UNA REFLEXIÓN
A propósito de Guerra, Regiones y Naciones. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839, de Carlos Donoso y Jaime Rosemblitt

Cuando introduzco mis cursos en las aulas universitarias, le digo a mis alumnos que es verdad que la historia puede verse como los acontecimientos del pasado que ocurren en un proceso dado, pero también trato de que la vean como un libro, un libro de historia, un texto escolar, como las palabras que alguien escribió, como algo material, como ese libro que tienen entre manos.

Trato de ese modo de hacerles ver que es posible salir a la superficie de los procesos referidos, que es posible dejar de pensar que la historia es solo aquella continuidad temporal de la que formamos parte y, además, que somos capaces de examinarla, de ver sus índices, sus páginas, sus contenidos.

Luego de eso, les hago ver que en los tiempos actuales, si bien el historiador no ha dejado de aportar, a la luz de las fuentes, nuevos hallazgos del pasado, también se ocupa de estudiar esos productos creados por el mismo o por los colegas que lo antecedieron. Y de esa manera se coloca en la gran paradoja profesional de estudiar no lo que pasó sino lo que él dice que pasó, no lo que ocurrió sino lo que él ha escrito acerca de lo que ocurrió.

Es entonces que las siguientes preguntas caen por su propio peso, quién escribe la historia, cuándo se escribe la historia y cómo se escribe la historia. Esto nos remite, inexorablemente, a analizar la relación entre historia y presente y nos lleva también a la conclusión de que la historia se escribe desde el presente, la historia se produce porque le interesa al presente y es entonces que para comprender un libro de historia, para entender cómo y por qué se escribió ese libro de historia debemos necesariamente conocer al presente que lo produjo.

Sobre este particular, y entrando ya un poco en materia, yo creo que entre la historia de todas las épocas existe algo en común, y es que todas se escribieron porque sus presentes consideraron que dichos relatos les serían útiles, de formas probablemente muy distintas en cada caso, pero útiles al fin y al cabo. Es por eso que cuando el filósofo español Manuel Cruz sostiene que es necesaria una historia útil a la sociedad atina no solo a comprender las necesidades de la historia contemporánea, sino las de todas las épocas. Así pues, parece que el lugar común de la narración histórica, en todos los tiempos, es su carácter instrumental y utilitario. 1

En el siglo XIX fueron los nuevos estados, y su inquietud de formar estados-nación, lo que hizo a la historia útil e importante, de esta manera el velo ideológico que tiñó la producción historiográfica de aquella centuria derivó en un relato del pasado en el que era prioritario formar ciudadanos modernos. De esta manera, todos debían identificar su bandera, su himno, su mapa, su territorio, su efemérides patria, sus batallas y sus héroes. Creo por ello que la instrumentalización de la historia decimonónica fue quizá la más ideológica de todas porque se constituyó en el vehículo de transmisión de los símbolos que el estado moderno requería para aglutinar en su torno a la población que vivía en el territorio bajo su administración.

Y es por ello, que al llegar a la guerra de la Confederación Perú-Boliviana la pregunta que flota en el ambiente es llamativa a la vez que ambigua: ¿guerra entre quienes? ¿Es una guerra entre 4 países? ¿es la guerra de los países confederados contra Argentina y Chile, es una guerra civil al interior del Perú, de la que participan Chile y Argentina dotándola de una dimensión internacional? ¿es una guerra entre poderes regionales diversos que buscan asumir posiciones hegemónicas en el concierto sudamericano de aquel entonces?.

Y de aquellas preguntas se desprenden otras, si se cree que la Guerra de la Confederación fue un conflicto internacional, ¿cuándo se decidió que así lo fuese en su relato?, ¿se ha decidido que la guerra de la Confederación fue una gran conflagración internacional sudamericana antes o después de su ocurrencia?. Y de este modo volvemos a nuestro punto inicial. ¿Son los hechos de la Guerra de la Confederación los que deciden su posterior narración, vale decir su conversión en historia escrita, o, al contrario, es la historia escrita que trata de la Confederación la que a posteriori decide la naturaleza de este conflicto?. Parecería ser pues, que son cosas distintas la Guerra de la Confederación que sucedió, y la Guerra de la Confederación que se escribió.

Pero entonces solo nos queda hablar del presente, de nuestro presente. ¿Qué quiere la historia ahora? ¿qué quiere la historia esta vez?, la historia actual ciertamente está marcada por el cambio de paradigma filosófico, por el advenimiento de la posmodernidad. Es que la crítica de la modernidad supone la crítica de la idea del progreso continuo de la sociedad y la de las grandes metanarraciones, aquellas que pretendían explicarlo todo. Por ello, su cuestionamiento ha supuesto también el de la Historia Universal con mayúsculas. Es por eso que hoy es más pertinente hablar no de la historia, sino de las historias y es por eso también que muchas voces del pasado recién se han dejado oir por primera vez o, para ser más coherentes, muchos colectivos del presente han expresado, por primera vez, sus propios relatos acerca del pasado.

También es verdad que en estos tiempos, bajo la impronta del giro lingüístico, la disciplina histórica se ha detenido a observar sus elementos metatextuales, y se ha preocupado por sacarlos a la superficie. Esta impronta, qué duda cabe, es la que orienta mi presente reflexión. Pero si la utilidad de la historia decimonónica era la construcción de la nación. ¿cuál será entonces la nuestra? ¿de qué manera la historia de hoy puede resultarnos útil? Sobre este particular quisiera citar de nuevo al filósofo español Manuel Cruz quien nos dice:

“¿Y el historiador?, ¿y la historia misma?; Acaso aquel y su discurso deberían reconvertirse como antes los antropólogos que ya no estudian solo a los grupos primitivos sino que encuentran su objeto teórico aquí mismo al pensar cuestiones tales como el racismo, la xenofobia, el multiculturalismo, la tolerancia etc. Tal vez el mejor servicio que el historiador de hoy le pueda rendir a su sociedad es permanecer en el presente intentando encontrar en la actualidad los indicios de la persistencia de aquellos momentos pero, sobre todo, contribuyendo a que el presente pueda defenderse de la agresión del pasado, de la querencia de éste para invadirlo, para luego apropiárselo.” 2

Como dijo Todorov, el historiador no solo establece los hechos sino también escoge los más sobresalientes o significativos y los pone en relación unos a otros. Este trabajo no busca la verdad sino el bien. 3

De esta manera, si admitimos como válida la postura que sostiene que el historiador debe drenar el presente de los elementos irracionales del pasado que lo invaden cabría preguntarse ¿qué historia de la Confederación queremos hoy? Y sobre esta pregunta, preguntarnos además si es legítimo el hecho mismo de planteárnosla en tiempos donde tal parece que está prohibido prohibir y tal parece que todas las historias tienen lugar para difundirse, sino en el texto escrito, al menos sí en el ciberespacio, cuando no en la pantalla grande, en la chica o en otros medios de difusión masivos.

La respuesta a esta interrogante, felizmente, no la tengo yo, tampoco la pretendo. Tengo el convencimiento más bien, que la relación dialéctica que genera el individuo con su entorno produce los discursos últimos y más profundos acerca del pasado. Y por ello estoy también convencido de que, hoy, el mejor camino para llevar a buen término dicha elaboración intelectual personal –la narración histórica- en lo que a la Confederación se refiere es la compilación que en esta ocasión se presente. Así, Guerra, Región y Nación. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839 es un trabajo que reúne las principales cuestiones que le importan a la historia contemporánea, o, mejor dicho, las principales modalidades contemporáneas de hacer historia.

En primer lugar, Guerra, Región y Nación supera los escenarios políticos y militares sin dejarlos de lado, pues se examinan a través de análisis que acogen diferentes y actuales cuestiones teóricas. Además, la compilación recoge, escucha y difunde todas las voces tanto en el sentido de aglutinar los aportes de historiadores nacidos en los diferentes países que otrora estuvieron involucrados en la problemática que se estudia, así como también por regalarnos una publicación dividida en tres grandes secciones.

La primera -Confederación y nación- incide en la invención de las tradiciones alrededor del acontecimiento y su instrumentalización. Atañe además el estudio de los imaginarios que aquel genera y el proceso de conversión del hecho en capítulo fundamental de las historias nacionales en cada uno de los países que intervinieron en la mentada confrontación.

La segunda, que académicamente se amalgama con la primera, incide en la dimensión regional del conflicto, quizá acercándolo a su estado original y drenándolo un tanto de la ideología nacionalista que ha sesgado su escritura. La tercera, en cambio, analiza la confederación desde su dimensión geopolítica, estratégica y militar, y aporta nuevas luces al respecto.

En términos generales, me parece que Guerra, Región y Nación compila estudios acerca de la Confederación desde diferentes enfoques teóricos y campos temáticos. Además, marca una fundamental distancia con el discurso nacionalista tradicional, dando lugar no a otro, sino a otros que en suma expresan muchas voces dialogando en simultáneo.

Así, el diálogo planteado en la compilación que aquí se presenta nos abre las puertas de una alteridad positiva; no aquella en la que al otro se le construye desde la perspectiva local y se le convierte en extranjero, sino aquella en la que es aquel otro el que toma directamente la palabra y conversa y se hace oir. A través de Guerra, Región y Nación el otro deja de ser aquel sujeto extraño, proveniente de las tinieblas de Conrad, sin voz y sin alma, y, por el contrario, él se me acerca amistosamente y me permite conocerlo. Es así que esta compilación, que reúne las investigaciones de un equipo internacional de historiadores, nos acerca mucho más al otro –a tantos otros que en realidad no hemos conocido nunca- y nos permite convertirlo en parte de nosotros.

1.- Autor Cruz, Manuel, El pasado en la época de su reproductibilidad técnica. En Hacia dónde va el pasado. El porvenir de la memoria en el mundo contemporáneo. Barcelona, Paidós, 2002.
2.- Ibid 27-28
3.- Autor Tzvetan Todorov: Las morales de la historia Barcelona, Paidós, 1993. 29

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GUERRA DEL PACIFICO SEGÚN JORGE BASADRE

Estimados amigos tengo el agrado de comunicarles que acaba de publicarse mi nuevo artículo titulado, LA REPÚBLICA FRUSTRADA Y EL ENEMIGO PERVERSO: La Guerra del Pacífico en la HISTORIA DE LA REPUBLICA de Jorge Basadre. El artículo pueden encontrarlo en la web de la revista SUMMA HUMANITATIS en la siguiente dirección electrónica.

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Historiador Jorge Basadre

http://revistas.pucp.edu.pe/ojs/index.php/summa o http://revistas.pucp.edu.pe/ojs/index.php/summa/article/view/57/61

No quiero dejar de agradecer al comité editorial de dicha revista por acoger mi artículo y a la Dirección General de Investigación de la PUCP quien financió la pesquisa que dio lugar a esta nueva publicación que busca además introducir la segunda parte de mi investigación acerca de los discursos oficiales chileno y peruano acerca de la Guerra del Pacífico.
Por cierto, aprovecho la oportunidad para comunicarles que mi nuevo libro LO QUE DICEN DE NOSOTROS: la Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos ya se encuentra en la librería de la PUCP.

Sin otro particular, cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

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GUERRA DEL PACÍFICO DEBATE PERUANO CHILENO

Estimados amigos, a propósito de mi úlltimo artículo acerca de la visita de Sebastián Piñera al Perú se produjo un interesante debate entre el Sr. Marcelo Contardo, jurista de nacionalidad chilena y el suscrito en este blog. Más allá de las posiciones esbozadas, encuentro rico el debate porque confronta también la visión del pasado desde el derecho con el método de la reconstrucción histórica y por ello lo reproduzco en una página aparte de mi Blog.

Espero sea de su agrado y por supuesto los invito a participar y enriquecerlo. Desde luego mi agradecimiento al Sr. Contardo por su importante participación en nuestros foros.

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

Será capaz algún día Perú de asumir que al tomar la decisión de brindar apoyo político, moral y militar a Bolivia, para que esta violara el Tratado de Limites de 1874, hizo una apuesta cuyo premio era la victoria sobre Chile, que suponía obligarlo afirmar un nuevo tratado de límites con Bolivia que satisfaciera los intereses de Perú, a que se refería Riva Aguero, y que dicha apuesta llevaba implícito el riesgo de perder y tener que asumir las consecuencias. El propio Basadre consigna una reunión entre el Presidente peruano y el embajador de Chile, en la cual el Mandatario le reconoce que la conducta boliviana infringe el Derecho. No es Chile el que debe pedir perdón, pues no fue Chile el que brindó su apoyo a Bolivia para que esta violara un tratado en perjuicio de Perú.

Publicado por Marcelo el día vie, 03 de diciembre, 2010 a las 08:53:16

Estimado Señor:

En el artículo que Ud. comenta he señalado que las causas de la guerra son discutibles y que cada país tiene su propia interpretación, la historia es eso, versiones y no verdades absolutas.

El Perú no apoyó la violación del tratado de 1874 como Ud. indica. Sin embargo, el mayor error de la administración peruana fue no declarar la neutralidad -al menos es mi punto de vista- cuando ésta le fue solicitada, máxime si el Perú se ofreció como mediador.

Por otro lado, el aumento en el impuesto (10 cts. por quintal de salitre) era mínimo pero contradecía un acuerdo privado (1874) entre Bolivia y la compañía salitrera de Antofagasta (no entre los estados boliviano y chileno -ojo-).

En tal sentido, la reacción del Estado chileno me parece totalmente desproporcionada, una guerra de conquista que supone la anexión de Atacama, Tarapacá, Arica, Tacna, la invasión del 80% del territorio del Perú, la capital Lima, el saqueo sistemático, la devastación de la rica zona agroindustrial del norte, la usurpación de las islas guaneras. etc.

Particularmente no encuentro ninguna proporcionalidad entre las discutibles causas de la guerra -como el impuesto de los 10ctvs violatorio del tratado de 1874- y una guerra como la desplegada por Chile. Y en ese aspecto también los chilenos deberían autocriticarse ¿o la historia chilena no es susceptible de error alguno?

En todo caso, son discursos y puntos de vista, de eso trata la historia.

Gracias por su participación y espero sigamos debatiendo alturadamente.

Atentamente

Daniel Parodi Revoredo

p.d. le ruego identificarse, en este blog existe una rigurosa moderación desde la premisa del respeto a todoas las opiniones si son alturadas.

Ate.

DPR
Publicado por Daniel Parodi el día vie, 03 de diciembre, 2010 a las 15:50:27

Señor Daniel Parodi Revoredo.

El alza de impuestos decretada por Bolivia infringía el artículo IV del Tratado de Límites de 1874 que señala “Los derechos de exportación que se impongan sobre los minerales exportados en la zona de terreno de que hablan los artículos precedentes, no excederán la cuota de la que actualmente se cobra, i las personas, industrias y capitales chilenos no quedarán sujetos a mas contribuciones de cualquiera clase que sean que las que al presente existen.

La estipulación contenida en este artículo durará por el término de veinticinco años.”; tal artículo impone a Bolivia una obligación de no hacer, y se la infringe sin atender al monto o entidad del impuesto que se estableciera dentro de los 25 años, ya sea del 1% o del o,oo1%. La violación de esa obligación, contenida en el Tratado de Límites de 1874, fue amparada por Perú, y basta observar el texto del Decreto peruano boliviano de 6 de abril de 1879, por medio del cual se hace efectiva la Alianza prevista en el Tratado de 1873, para advertir que Perú no emite pronunciamiento alguno respecto de la violación que Bolivia hace de un Tratado de límites en perjuicio de Chile, y que por el contrario, le brinda su apoyo, a pesar de que el Mandatario peruano reconoció al Embajador chileno que Bolivia actuaba al margen del Derecho.

Difícil que Perú pudiese obrar como mediador si estaba ya ligado a Bolivia por el Tratado de 1873; si, como lo señalara su Canciller Riva Agüero, Perú no podía permitir que Bolivia perdiera Antofagasta porque en tal evento volvería a colocar sus ojos sobre Tacna Arica, y si mientras ofrecía sus “buenos” oficios, simultáneamente gestionaba la adquisición de armamento y el ingreso de Argentina a la Alianza, cuya existencia su embajador en Chile negaba.

La Campaña de Lima es posterior a la Conferencia de Arica, en la cual Perú y Bolivia rechazaron el ofrecimiento de paz realizado por Chile, y la ocupación de la capital fue antecedida de dos batallas, luego de las cuales no hubo por parte de quien detentaba el poder en Perú manifestación de intención de aceptar las consecuencias de la guerra.

Atentamente.

Marcelo Contardo Acevedo
Publicado por Marcelo el día dom, 05 de diciembre, 2010 a las 18:20:33

Estimado Señor Contardo:

Le agradezco su nueva réplica y saludo encontrar en Ud. a una persona formada en derecho o con importantes conocimientos en el área, lo cual, no obstante, se presenta también como el sesgo fundamental a través del cual se desarrolla su enfoque. Así pues, desde esa perspectiva la historia es el tribunal del pasado y éste consiste en la mera presentación y contra-presentación de pruebas. Yo, por el contrario, considero que en análisis histórico admite muchas más aristas.
Respecto de lo puntual; un par de precisiones:

1.- Sostiene Ud. que el decreto peruano-boliviano del 06 de abril de 1879 demuestra el apoyo peruano a la política salitrera boliviana, pero no considera Ud. que el 05 de abril Chile le declaró la guerra al Perú, con lo cual el conflicto ya se había iniciado y el decreto que Ud. Señala es reactivo a dicha declaratoria.

2.- Respecto del incumplimiento boliviano del tratado de 1874 -que es la piedra angular de su argumento para achacar la responsabilidad del conflicto a los países aliados y de eso modo exonerar a Chile- éste efectivamente es revisado al plantearse en impuesto de los 10 cts. De allí desprendo que su punto es que la imposición de dicha carga –contra lo convenido por el susodicho convenio- justifica–per se- la realización chilena de una guerra de conquista cuyas principales consecuencias he ya comentado en mi anterior respuesta.

Desde mi perspectiva es allí donde radica la mayor limitación de su argumento; diferentes países en diferentes contextos históricos han contravenido tratados internacionales o contratos privados –como el caso que aquí analizamos- y ello no ha dado lugar a agresiones militares como la que aplicó Chile a Bolivia y el Perú. Así por ejemplo, el Estado chileno no dio cumplimiento en 1893 a la realización del plebiscito en Tacna y Arica, tal y como lo estipulaba el tratado de Ancón, tampoco lo hizo en los años subsecuentes, pero de esa flagrante violación de un acuerdo internacional no se derivó ninguna guerra
Por otro lado, – y a manera de ejemplo- en 1968, el gobierno peruano de Juan Velasco Alvarado nacionalizó las instalaciones petrolíferas de la IPC, norteamericana, y ello tampoco supuso el inicio de un conflicto bélico, más si la indemnización a la empresa afectada, que es lo que suele hacerse en estos casos, aunque reconozco que las nacionalizaciones no son –al día de hoy- el mejor camino para el desarrollo. También hace pocos años el estado boliviano nacionalizó las instalaciones de Petrobras y no ha habido ninguna guerra entre ese estado y el Brasil.

Actualmente, como usted bien sabrá, los estados de diferentes países del mundo, entre ellos el chileno, han comenzado a aplicar un impuesto a las sobre-ganancias mineras lo que en principio modifica –o viola- contratos previos pero asimismo se sustenta en acuerdos a posteriori entre las partes y todo ello se realiza sin violencia.

Hace poco he publicado un libro que precisamente comenta la versión chilena de la Guerra del Pacífico y estoy pronto a publicar su análogo de la versión peruana. Quizá mi mensaje a Ud., en estas líneas, es que no hay una sola verdad en la historia, sino diferentes interpretaciones. Pero para acercarnos más hay que comenzar por revisar nuestros propios discursos, en los que creímos a fe ciega desde siempre, porque nos los inculcaron en la escuela, a manera de historia oficial. ¿Se ha planteado Ud. que es posible algún error de Chile en la realización de la guerra?. Porque de los errores peruanos, como el tratado de alianza de 1873 ya estamos conversando. ¿Cree Ud. que existe una sola verdad y que ésta está necesariamente del lado de Chile? ¿O será más bien que en Chile se ha escrito un relato –discurso- sobre la guerra sumamente perfeccionista en el que diese la impresión que todos sus actos son justificables?

Siempre presto al buen debate, cordialmente

Daniel Parodi Revoredo
Publicado por Daniel Parodi el día dom, 05 de diciembre, 2010 a las 19:56:10

Estimado Señor Contardo, le paso link del libro que le indico
Cordialmente
DPR
http://blog.pucp.edu.pe/ite…
Publicado por Daniel Parodi el día dom, 05 de diciembre, 2010 a las 20:33:11

Señor Daniel Parodi Revoredo.

Conocía ya su frase “la historia es el tribunal del pasado …” porque Usted la empleó en la respuesta que dio al señor Juan Carlos Herrera Tello, a propósito de un artículo sobre Piñera. Como no tengo la formación necesaria para hacer análisis histórico no pretendo incursionar en esa área, pero ello no me impide que cuando se cita un hecho que admite calificación jurídica, me atenga a ella y a sus consecuencias.

La declaración de guerra efectuada por Chile es posterior a la realizada por Bolivia, y ciertamente Chile declara la guerra a ambos estados luego de que el embajador peruano reconociera la existencia del Tratado de 1873, que previamente negó en más de una ocasión, y de que Perú se rehusara a declararse neutral, posibilidad que el artículo III del mismo le concedía. He citado el decreto de 6 de abril para referirme al hecho de que Perú, como Estado, no emitió condena alguna al hecho de que Bolivia violara el Tratado de 1874, y que por el contrario terminó dando su apoyo a tal violación.

La obligación impuesta a Bolivia de no imponer nuevos tributos, formaba parte de un tratado internacional de límites, no de un convenio privado, y ese tratado no era susceptible de “revisión”, porque las cláusulas de un tratado no pueden ser modificadas por la exclusiva voluntad de uno de los estados partes, de manera que no es correcto señalar que el impuesto de 10 centavos importa su revisión, pues lo ajustado a Derecho es señalar que ello importa la infracción de la obligación con la consiguiente nulidad del tratado. No se trató del primer incumplimiento boliviano, pues Bolivia ya había vulnerado el Tratado de 1866.

Respecto de los ejemplos que Usted cita, en el siglo XIX la guerra era el mecanismo usual, aplicado en Europa y en América; tengo la impresión de que se la proscribe, por así decirlo, luego de finalizada la 2ª Guerra Mundial, lo que no ha evitado que se hayan desarrollado guerras desde 1945 a la fecha.

Agrega Usted el calificativo de “conquista”, término que ya he leído en artículos de otros compatriotas suyos, como el señor Valle Riestra, no tengo información acerca de que el derecho internacional contemplara en 1879 tal definición o categoría. Por lo demás, la Guerra del Pacífico no tiene características excepcionales a otras guerras desarrolladas antes o después de 1879, no es Perú el único estado del mundo que ha debido pagar indemnizaciones de guerra, no es Perú el único estado cuya capital ha sido ocupada, no es el único estado que ha debido entregar territorio.

Ciertamente Chile ha cometido errores a lo largo de su Historia, antes de la Guerra del Pacífico, durante la guerra y después de ella, pero declararle la guerra a los aliados del Tratado de 1873 no fue un error, era lo que correspondía frente a la situación existente. Sugerir que el tema pudo solucionarse con una negociación, con un arbitraje o con una modificación del Tratado, pasa por alto el hecho de que Bolivia ya había violado 2 tratados y que nada garantizaba que cumpliera un tercero, además Chile, ni ningún otro estado en su lugar, estaba obligado a tener que acceder a la petición de modificación; Perú, por su parte, daba su apoyo a la violación del Tratado, porque no satisfacía sus intereses, ni tampoco el de 1866 según señala un historiador peruano, y nos mostraba su hostilidad con el Tratado de 1873, cuyo objetivo era Chile, imponerle límites que satisfacieran el “interés” de Perú. Por cierto, en las escuelas chilenas no se enseña el contenido de la documentación oficial peruana que se refiere a la negociación del Tratado de 1873, el intercambio de notas diplomáticas entre Perú, Bolivia y Argentina.

Atentamente.
Marcelo Contardo Acevedo
Publicado por Marcelo el día mar, 07 de diciembre, 2010 a las 15:14:32

Señor Contardo:
A estas alturas del debate está claro que entre nuestras posiciones no va a haber acercamiento desde que Ud. considera que la calificación jurídica es la única posible; de allí desprende Ud. que la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia se justifica por la violación del tratado de 1874. Es decir, la guerra es la consecuencia inexorable de aquella.

No es correcto lo que Ud. señala de que en el siglo XIX el incumplimiento de convenios internacionales implicaba necesariamente la Guerra, ya le mencioné yo el incumplimiento chileno de la realización del plebiscito en Arica y Tacna –debió efectuarse en 1893- y el Perú no evolucionó militarmente por ello. Respecto del derecho de conquista, revise Ud. los oficios de los plenipotenciarios americanos en el contexto de la mediación norteamericana en la Guerra del Pacífico y verá Ud. como hacen explícita referencia a aquel, pero cuestionando la pretensión chilena en ese sentido.

Debiera Ud., asimismo, ponderar el factor político en la guerra chilena contra el Perú y Bolivia antes que ceñirse estrictamente a lo jurídico y hacer de la historia un tribunal –la frase es de Marc Bloch, gran historiador judío francés y la utilizo cada vez que los juristas irrumpen en el pasado judiciadizándolo .

La guerra no fue inexorable sino más bien la expresión de la voluntad y decisión políticas del estado chileno y de sus dirigentes de entonces, que la ponderaron más beneficiosa que otras opciones, como el pago del gravamen aumentado o la negociación. Así pues, la posesión directa de las provincias salitreras de Bolivia y el Perú, del puerto peruano de Arica – salida del comercio boliviano al océano Pacífico- y de las islas guaneras de chincha parecieron mucho más rentables a los dirigentes chilenos de entonces y desnuda una compleja y bien elaborada geopolítica que trasciende la dimensión jurídica en lo fundamental.

Por otro lado, la relativización de los daños de la Guerra que Ud. menciona forma parte del discurso chileno sobre la misma, también sistemático en ese sentido. Así por ejemplo, Sergio Villalobos sostiene que el pillaje chileno en el norte del Perú “palidece” ante las bombas atómicas de Hiroshima y Nagashaki; y respecto de lo que se enseña a los niños en las escuelas chilenas para justificar la amputación territorial de los países vecinos, los argumentos son tan conocidos como falaces:

1.- Que el desierto era en realidad chileno porque había más chilenos
2.- Que era justa la anexión del desierto porque los chilenos lo hicieron progresar
3.- Que fue beneficiosa la anexión del desierto porque ésta enriqueció a Chile

Varios autores como Galdames, León Hulaud, René Viñas, el mismo Villalobos, Vial entre otros reproducen una y otra vez el mismo discurso oficial sin una pisca de autocrítica y ese es el mismo caso de Ud. que prefiere la trinchera de la disquisición jurídica antes que abrirse a ver la guerra como un fenómenos social, político y económico susceptible de análisis y enfoques diversos. Además, la defensa cerrada de la posición propia con argumentos jurídicos es representativa de la historia positivista del siglo XIX y esos parámetros suelen convertirse en celdas intelectuales que impiden la reflexión más allá de los nacionalismos exacerbados.

Para el caso peruano, la situación no es mejor; en realidad, es lo mismo solo que al contrario, “los malos pasan a ser buenos y los buenos pasan a ser malos”. De esta manera, seguimos difundiendo versiones del pasado que en lugar de contextualizarlo o comprenderlo siguen adoptando la forma de cerrados alegatos que limitan cuando no castran la posibilidad del diálogo. Piñera y García han sostenido que su responsabilidad como mandatarios es cambiar aquello, cambiar la negativa percepción del otro y priorizar los aspectos que nos unen, esperemos que ese sea el camino.

ATE
DPR
Publicado por Daniel Parodi el día mar, 07 de diciembre, 2010 a las 16:27:54
N,

Nota: efectivamente, el tratado chileno –boliviano de 1874 fue un tratado de límites, lleva razón el Sr. Contardo en ese aspecto.

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