Particularmente no entiendo porqué algunos hombres se vuelven homosexuales, ¿será una enfermedad mental, una preferencia sexual, un defecto o un capricho? Pero para qué detenerme en eso si el tema del matrimonio homosexual no es un tema religioso ni psicológico, sino una cuestión política, de derechos. Los homosexuales son también ciudadanos que pertenecen a un Estado, el cual debe amparar los derechos de todos sin ningún tipo de discriminación, como ciudadanos tienen derecho a casarse si así lo desean y con quien deseen.
En la misma lógica del padre Gastón, yo estoy de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero no porque crea en el matrimonio o porque sea homosexual; de hecho, no creo en el primero ni soy lo segundo, sino que creo que como todo ciudadano los homosexuales tienen derechos que le son inalienables por el sólo hecho de ser personas y entre ellos está defender su patrimonio y pedir la protección del Estado. Entonces, no se trata de creer o no en la homosexualidad sino de respetar su forma de ser y de vivir así no esté de acuerdo con eso, como respeto a los que piensan distinto y no pido que se prohíba su derecho a expresarse.
A diferencia de EEUU en el Perú la polémica no vino de la política sino de la iglesia y no es de ahora sino de mucho antes, como cuando el padre Gastón dijo que “el celibato está bien para los que viven en congregaciones, como yo, pero no para los del clero secular que viven en sus casas” , algo muy coherente viniendo de un sacerdote de la iglesia católica en estos tiempos de sonados casos de pedofilia eclesiástica, pero fue quizás ese comentario el que lo pusiera en el ojo del cardenal, quien más bien evita pronunciarse sobre los abusos de los curas pedófilos. Finalmente, entiendo que esa es la moral de Cipriani y buena parte de la iglesia católica, que censuran y castigan a los que se compadecen de los gays y callan y encubren a los que abusan de los niños. Una iglesia al revés, que sanciona el amor al prójimo y que encubre el pecado. Por eso es que a veces creo que el verdadero error del padre Gastón no sea estar a favor de un contrato que proteja a las parejas homosexuales, sino pertenecer a una institución todavía no regenerada.
Esta vez al cardenal le falló hasta el cálculo político, su decisión ha sido contraproducente. Al padre Gastón se le ha victimizado y se le ha visto como un símbolo de humildad y generosidad por la labor que realizó en el Perú en los últimos años y que ha sido más visible gracias a este escándalo. Por el otro lado, al cardenal se le ha visto como un símbolo de la intolerancia y la prepotencia, recordándosele más bien sus dudosas intenciones con la Universidad Católica. Desesperado el cardenal ha pedido que “no se haga un mártir del padre Gastón”, algo de eso puede estar pasando, pero de lo que sí no cabe duda es que el padre Gastón saldrá más fortalecido de este conflicto. ¡Bien por los que creemos en los derechos humanos y la libertad!