TRAIDORES QUE CAMBIARON LA HISTORIA

DAMIAN GENES MARCHETTI, Periodista,Filosofo y Literato Uruguayo ,escribió este interesante artículo que les comparto con mucho cariño
Gianna

TRAIDORES QUE CAMBIARON LA HISTORIA

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Inspirados por la ambición, la envidia, la venganza, el amor o el odio, ellos no perdonaron a sus seres más cercanos. Sin embargo a los ojos de la historia poco importan los motivos, la traición es un deshonra que incluye a héroes y villanos.
Traidor, judas, alevoso, falso, pérfido, ingrato, insidioso, desleal, apostata, impío, conspirador, son muchos de las acepciones con las que se conoce al virtuoso del engaño. La traición con frecuencia es ejecutada por la mano de quien menos se espera. Por ese motivo, es fácil explicar como ni el precavido emperador Claudio previó las venenosas intenciones de su mujer Agripina, ni cómo ésta concibió que su propio hijo, Nerón, pudiera terminar con su vida.
La traición ha moldeado la historia en varias ocasiones, muchas veces con consecuencias inesperadas para los mismos traidores. Desde Efialtes –que traiciono a sus compatriotas griegos en las Termópilas-, hasta el apóstol Judas Iscariote, o desde Marco Junio Bruto, hasta la celebre espía Mata Hari, los casos de traición han sido numerosos.
No hay salvación posible para los que quebrantan la fidelidad. Aun así, y aunque los desleales se cuentan por miles a lo largo de toda la historia, es curioso como algunos personajes sigan siendo considerados al día de hoy como grandes hombres de Estado. Tal vez porque en algunas ocasiones, la frontera entre el heroísmo y la traición es demasiado borrosa.
Efialtes y Pausanias, ambiciosos por naturaleza
Grecia, 480 a.C. y 470 a.C.
En la Grecia antigua ocurrieron, y con solo diez años de diferencia, dos de las traiciones más recordadas de toda la historia.
El primero de los traidores fue Efialtes, un pastor griego de Tesalia que había desertado. En 480 a.C. traicionó al rey espartano Leónidas ayudando al rey persa Jerjes I a encontrar otra ruta alternativa al paso de Termópilas. Esto permitió a los persas derrotar al pequeño bando de unos cuatro mil griegos entre los cuales había trescientos espartanos.
Efialtes esperaba ser recompensado por los persas, pero luego que estos fueron derrotados en la Batalla de Salamina debió huir a Tesalia, con un precio sobre su cabeza. Según Herodoto, fue muerto aparentemente por otro motivo por Atenades de Traquia, en 479 a.C.

El segundo de los traidores es el general espartano Pausanias, sobrino de Leónidas. El general decidió, luego de derrotar a los persas en Platea en 479 a.C., abrirse camino hacia Asia Menor.
Pausanias logró con su campaña conquistar Bizancio, iniciando una escalada personal que le llevó a pretender la dirección de Grecia, ofreciendo sus servicios al propio Jerjes al que pidió la mano de una de sus hijas. Ante el rechazo de griegos e incluso de los espartanos a sus propósitos, se erigió rey de Bizancio hasta que fue expulsado por las tropas de la Liga de Delos en 470 a.C.
Logró huir y se refugió en el templo de Atenea, que fue totalmente emparedado para impedir su huida. Poco después, el héroe de Platea moría de hambre.
Marco Junio Bruto, el último romano
Roma 15 de marzo de 44 A.C.
Fue uno de los conspiradores que planearon y ejecutaron el asesinato de Julio César pues consideraban que ya era demasiado poderoso y que ejercía en la práctica el poder como un monarca.
Bruto había perdido a su padre niño y fue adoptado por el filosofo Catón de Utica, quien era un firme defensor de la República. Tal vez esto influyo en su decisión de convertirse en principal protector de las libertades republicanas.
Más adelante apoyó a Pompeyo en la guerra civil que sostenía con Julio César. Aunque Pompeyo perdió, Bruto fue perdonado por el César que lo dejó bajo su protección, le adjudico el gobierno de la Galia Cisalpina y lo propuso como pretor de Roma. Nada de esto cambiaría su manera de pensar y comenzó un conspiración contra César junto con su cuñado Cayo Casio Longino y varios senadores.

Tras el asesinato, el comandante Marco Antonio decidió aprovecharse del amor que pueblo sentía por César y puso a gran parte de la población en contra de los conspiradores. A partir de entonces fueron acusados de traición y huyeron hacia Oriente. Marco Antonio y Octavio, quien más tarde se convertiría en el primer emperador, marcharon con sus ejércitos persiguiéndolos. En la doble batalla de Filipos (42 a.C) se enfrentaron. Después del primer encuentro Casio se suicidó, y tras el segundo, Bruto huyó y antes de ser capturado decidió arrojarse sobre su espada.
Marco Antonio honró a su enemigo caído, declarándole el romano más noble. En cambio Octavio le hizo cortar la cabeza y la envió a Roma para arrojarla a los pies de la estatua de César.
Judas Iscariote, por treinta monedas de plata
Palestina, siglo I
Después de entregar a Jesucristo se convirtió automáticamente en el traidor por antonomasia.
Luego que Judas pactó con el Sanedrín, condujo a un grupo de soldados de los sumos sacerdotes hasta el lugar donde sabía que se encontraba Jesús. San Mateo indica la cantidad que iba a recibir y también hace referencia a su posterior arrepentimiento, pero aún existen discrepancias sobre si actuó por iniciativa propia o fue instigado por Satanás.

Algunos autores ensayaron la reivindicación del apóstol maldito. Jorge Luis Borges en 1944 publica el cuento Tres versiones de Judas, donde un teólogo investiga tres interpretaciones de Judas. Luego Juan Bosch, en su libro de 1955 Judas Iscariote el calumniado, lo presenta como víctima de una interpretación errónea de los hechos. El escritor Mario Belich, en su novela La Ceremonia de la traición, señala que por treinta monedas era demasiado el riesgo y que no hay móvil que pudiera explicar la traición de Judas.
En el año 2006 se publicó la traducción del Evangelio de Judas, un texto de los cainitas –una secta gnóstica- que data posiblemente del siglo II. Según el texto fue el propio Jesucristo quien le pidió a Judas que lo traicionara para que la humanidad pudiera ser redimida a través de su muerte.
Culpable o no, preso, suicidándose o víctima de alguna venganza, Judas apenas vivió para contarlo.

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