Es innegable la importancia e influencia que ha ejercido la cultura helénica en el desarrollo histórico y cultural del mundo occidental y oriental. Esta influencia se ha evidenciado en distintas áreas del conocimiento, entre ellas la música.
Terpandro (s. VII-VI a.C.) y fueron los primeros estudiosos de
Terpandro descubrió los intervalos de sexta y séptima, mientras que Pitágoras llegó a establecer los de octava, quinta y cuarta. Estos intervalos eran las distintas distancias que se generaban desde la primera nota de la escala hasta una adicional. Con ellos se inició la construcción de la escala de siete notas que conocemos actualmente: do-re-mi-fa-sol-la-si.
Posteriormente, Eratocles (s. V a.C.) encontró que tomando a cada una de estas notas como punto de partida de la escala (respetando siempre el número de notas total, es decir 7), se obtenían siete formas distintas de ordenar y estructurar la escala original, cada una de las cuales proporcionaba un sonido peculiar. Así, además de la escala inicial (re-mi-fa-sol-la-si-do, mi-fa-sol-la-si-do-re, fa-sol-la-si-do-re-mi, sol-la-si-do-re-mi-fa, la-si-do-re-mi-fa-sol y si-do-re-mi-fa-sol-la.
A este conjunto de escalas lo denominó “armoniai”, lo que nosotros conocemos como
Los modos griegos fueron pues siete y tenían nombres relacionados con ciudades y regiones de aquella época (jónico, frigio, lidio, etc), e incluso estaban asociados cada uno de ellos a estados de ánimo particulares.
Por datos coincidentes encontrados en algunas investigaciones, se presume que tanto chinos como indios (hindúes) de aquella época, conocieron la teoría musical griega y la utilizaron en algún grado para perfeccionar sus respectivos sistemas musicales.