Hubiera querido agregar a este post una fotografía o un video con presencia de Roxana Huamán e Hildebrando Castillo, caras visibles de los servicios universitarios que la Biblioteca presta a los estudiantes con discapacidad, pero… como no los tengo, no esperaré hasta tenerlos para postear los datos de este hallazgo, porque además podría agregarlos luego. Todos los inmigrantes, los viajantes, los turistas o si se quiere los que recién llegan, exploran el entorno, buscando agua, comida, signos de vida, en fin cualquier recurso que les garantice la dura supervivencia. Para mí la calidad de los servicios universitarios garantizará mi supervivencia aquí, entonces me puse a rebuscar, moví las manos, agucé el oído y el olfato, había que encontrar sin ver. Explorando nerviosamente este entorno nuevo, encontré a través de la búsqueda interesada de mi buena amiga María Elena Saavedra estudiante de otra maestría en la PUCP, los servicios para estudiantes con discapacidad que brinda la Biblioteca Central, ¿claro!, los discapacitados, somos tan pocos en las universidades en general, que probablemente para nuestras autoridades universitarias no vale la pena si quiera hacer un registro de nuestro paso, anecdóticamente puedo comentarles que el personal de seguridad interna de la Pucp está más informado de nuestra presencia que ninguna oficina o departamento en la universidad, supe por ellos y porque he preguntado para saberlo, más o menos quiénes y cuántos somos, claro también por una felíz coinsidencia he conocido de otros estudiantes con discapacidad que se han acogido a la modalidad virtual para realizar estudios de posgrado aquí. Una prueba más de la capacidad equiparadora y democratizadora de la educación virtual. Sin temor a equivocarme, usando probablemente procedimientos académicamente no válidos para sustentar lo que afirmo, igual sin ningún soporte estadístico, me atrevo a expresar que pese a que la Ley marco de la persona con discapacidad Ley 27050, obliga a las casas universitarias y a los institutos tecnológicos y a no sé quienes más, en el marco de un plan de igualdad de oportunidades a preservar cuotas de admisión y a implementar mecanismos directos de ingreso para estudiantes con discapacidad, observo con estos lentes que nadie tiene, que no hay muchas más personas con discapacidad especialmente con discapacidad visual en las universidades, en comparación con las que había en “mis tiempos”, la década de los 80’s, sí, esos eran mis tiempos, estos son un divino préstamo que prometo multiplicar para devolver pronto, concluyo que se ha trabajado la implementación de los mecanismos de inclusión en la Educación Superior unilateralmente, se ha omitido un esfuerzo muy importante que consiste en el empoderamiento de los potenciales accesitarios para acceder a este derecho, el temor creciente a la brecha tecnológica se ha asociado peligrosamente a un concepto cada vez más subestimado de las capacidades remanentes de las personas con discapacidad y ha descendido sensiblemente el rating de apuestas de familiares y apoderados, entre los que se incluyen también a técnicos y líderes de organismos de protección y promoción quienes se volvieron repentinamente y extremadamente realistas, porque no, pesimistas con respecto a las posibilidades de éxito no sólo ante el reto de hacer una carrera universitaria sino de que habiéndolo por fin logrado con Dios y su ayuda, finalmente esto sirva para alcanzar la tan ansiada movilidad social del colectivo de personas con discapacidad a través de la inclusión por el trabajo, sin embargo, no sólo es el entorno que ha bajado el techo de sus espectativas, también las experiencias de diverso índole en este intento nacional de inclusión escolar ha dejado hueyas visibles en el rostro jóven de este colectivo recortando las aspiraciones intelectuales de un número significativo de estudiantes con discapacidad.

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