Archivo por meses: abril 2012

UN CUARTO DE HORA DE AL MENOS CINCO MINUTOS

[Visto: 553 veces]

UN CUARTO DE HORA DE AL MENOS CINCO MINUTOS
¡Felizmente no pasó de ser un susto!

“Todos tenemos nuestro cuarto de hora”, reza una sabiduría de los abuelos, en referencia a los momentos en que se desactivan todas nuestras alarmas, se nos bajan a cero o a números rojos todas las defensas psicológicas, nuestro disco duro emprende un formateo no solicitado y la inmunidad adquirida o aprehendida a lo largo de la vida, los antivirus y todos nuestros mecanismos naturales de autoprotección se borran. Salí de mi clase de Diseño y Evaluación de Políticas Públicas, alrededor de las 10:00 p.m. cargaba la cartera y el maletín de la labtop, usaba mi bastón, iba camino a puerta principal de la PUCP acompañada de una de las compañeras que también caminaba hacia ése destino, ella trabaja temas de salud, mientras caminábamos compartía conmigo sus reflexiones respecto al embarazo adolescente, la mortalidad materna y su alta incidencia en las adolescentes, con una argumentación francamente interesante. Todo el día estuve mortificada por un suave pero insistente dolor de vientre, lamentablemente la médico responsable de la atención en salud del trabajo no había regresado de sus vacaciones y no me quedó otra que esperar a que mi organismo desactive el dolor o a que vaya retirándose naturalmente. Por la tarde, se me descompuso un poco el cuerpo, calos fríos, algo de calentura y boca seca. No estaba bajo la influencia de ninguna medicación ni estaba sedada pero tenía mucho sueño, el cual felizmente logré controlar durante la clase. En la puerta me despedí de mi compañera, y por esas cuestiones de la rigidéz del tránsito en la avenida Universitaria, los taxistas esperan a los pasajeros con los que previamente hubieran concertado, en ubicaciones relativamente cercanas, pero de ningún modo en la puerta. Alerté vía el nextel al taxista que ya me encontraba en el punto, me respondió que se estaba acercando, unas niñas me preguntaron si iba a cruzar la avenida, yo les respondí que muchas gracias no, que estaba esperando un taxi de color beige, que ya se estaba acercando. Una de ellas preguntó: -¿blanco?, -no, le respondí, -beige,le repetí, -el conductor es un señor gordito, acoté. Lo que sucedió inmediatamente a ese diálogo, -no lo sé, lo presumo-. El taxista debe haber abierto la puerta y haber hecho alguna señal a las niñas quienes convencidas que se trataba del taxi que yo esperaba y que probablemente cualquier diferencia en el color del carro, o en la fisonomía del conductor era atribuible a mi discapacidad visual, haciendo que ellas con su mejor voluntad me acerquen al taxi. Mientras subía, llamé, ¿Israel?, el conductor, me contestó -buenas noches señora, su voz era bastante parecida a la del auténtico Israel, que es el nombre del conductor del taxi al que yo esperaba. Subí, y… aquí una cosa curiosísima, el taxista no me preguntó ni a dónde iba ni cuánto pagaba, cosa que yo atribuí obviamente a que eso ya está previamente concertado, Israel ya sabe a donde voy, y el precio del servicio es único. Si el taxista me hubiera preguntado, yo no hubiera subido porque hubiera identificado que no es a quien estaba esperando. Dentro del auto, noté rápidamente que el auto era diferente y le pregunté al conductor, -¿ha cambiado de auto Israel?, eso no me alertó de nada, debido a que el auto con el que trabaja Israel, es alquilado y el cambio era posible. El conductor, demoró en contestar, -insistí, -¿Ha cambiado de auto?, -él me contestó, es un auto blanco. De inmediato identifiqué la voz, ya no era tan parecida, sonó mi nextel, era Israel que había visto que subí a ése auto, y me alertaba, el auto avanzó y yo presa del pánico, abrí la puerta para bajarme, entonces el conductor,dijo, con cierto aire de despistado -¡ah! la van a recoger, no se baje que voy a retroceder. Con la puerta sin cerrar el auto retrocedió y yo me bajé super asustada. Israel caminó a mi encuentro e intercambió unas palabras impublicables con el otro taxista. De camino a casa, conversábamos con Israel respecto a lo sucedido, yo traía un sweater beige para protegerme del vientecito de la noche, noté que ya no lo tenía, pensé sin comentarlo que puede que lo haya olvidado en el aula o lo más probable en el taxi del cuarto de hora.

Sigue leyendo

Z212: ¿UNA ODISEA INUSUAL?

[Visto: 474 veces]

Z212: ¿UNA ODISEA INUSUAL?

LA ACCESIBILIDAD Y LO ACCESIBLE EN CONTRASTE DINÁMICO.

Cada que me han acontecido situaciones similares, me he hecho elementalmente dos preguntas, ¿en qué me he equivocado esta vez?, ¿cuál es la solución para que no se repita?, a veces he temido, estarle dando demasiada importancia a detalles, elevando el real peso específico que estos tienen.

Mis respuestas no son muy diferentes para cada caso, pensando en soluciones se me ocurren desde “un perro guía” para movilizarme, pasan por un “GPS PAD” o algo que se le paresca para espacios cerrados, hasta un guía humano. Mis observaciones, casi siempre son las mismas,El perro no sabe leer ni aprenderá, la alta tecnología no funciona bien en el desórden, y no hay nada más vitalizador que la autonomía, coinsidir con alguien que o va por la misma ruta o va al mismo lugar es fantástico pero fortuito, pagar un asistente permanente es sencillamente inviable, además subordinar tus actividades, tu desarrollo personal y tu vida a la voluntad de alguien porque no puedes pagarle es indigno, ¡mejor morir!. Sucedió ayer 11 de Abril, todo porque hay una muy mala costumbre no sé si atribuible a cual de los colectivos, si a los limeños, a los peruanos, o a los latinos, la que consiste en responder sin pensar y en añadido no aprendemos, no encontramos el “como”, confrontar el antagonismo de conversar con un “bien ubicado” o con uno que “no sabe dónde está parado”, no tienen etiquetas ni nada que los diferencie entre sí y estos últimos, “los que no saben dónde están parados”, ejercen irresponsablemente su libertad de expresión. Por la tarde, la organizadísima profesora Borneck de Seminario de Tésis I. pasó un mail con la rutina para la clase que solemos tener todos los Miércoles, había temporizado las asesorías para discutir nuestro primer informe, nos esperaría en el aula 212 que es la que tenemos asignada. A Esperanza Villafuerte, o sea a mí, le asignaron el horario de 19:20 a 19:40, eso me caía como anillo al dedo, me daba tiempo para resolver algunas de las cientocincuentamil cosas pendientes. Calculo que debo haber llegado como a 19:10 a la Universidad, estaba consciente que mi tiempo era limitado pero llegaría a tiempo. Hice el camino que siempre hago hasta el Pabellón Z donde tenemos nuestra clase y aparecieron dos bien intencionados pero bastante despistados muchachos que me ofrecían ayuda para pasar un obstáculo, me sugirieron acompañarme por otra vía presuntamente más despejada, yo tengo por política no permitirle a nadie que altere mi ruta y desconfío. Generalmente desestimo el cambio, pero esa actuación me rodea de anticuerpos, la gente de inmediato me etiqueta como neurótica, por decir lo menos, estoy intentando practicar lo que predico, “la asimilación paulatina pero proactiva de conductas que afirmen nuestra inclusión”, por esa razón de un tiempo a esta parte estoy procurando mejorar mi contacto con el mundo, y en contra de la costumbre, acepté. Sin embargo, noté que habíamos caminado algo más de lo usual, así que me detuve y les recordé a mis acompañantes ocasionales que yo iba al pabellón Z. Identifiqué la entrada del edificio e insistí -éste es, ellos me replicaron no, este es el H. Yo insistí y atendiendo ellos esa insistencia preguntaron hasta a 3 personas, las tres personas interrogadas dijeron que es el H, increíble pero cierto. Caminamos algo más, yo seguía dudosa, me dejaron en el asensor, el asensor al llegar dijo “piso2” pero no dijo de qué pabellón. Ya en el piso 2 busqué el 212, las aulas tienen un identificador con los números en relieve y ligeramente grandes como para ser explorados con los dedos, -no es Braille-, pero a mí me sirve, este identificador está adherido a la parte alta, o de la puerta de atrás o de la puerta de adelante, que por mi estatura puedo levantando el brazo leer con la mano, abrí la puerta, había un profesor, entonces pensé tal vez me he confundido y es en el 214, porque también tengo clases en esa aula, así que busqué el 214 y abrí la puerta,… encontré a otro profesor. Habían unos jóvenes sentados en la banca y les pregunté, ¿chicos, este es el pabellón Z? -sí, me contestaron en coro-, desconcertada, llamé a la oficina de la Escuela de Gobierno, para averiguar si había algún cambio que yo no conociera, me atendió la amable Nely Quispe, me confirmó que todo estaba tal y como se había planeado, entonces le comenté que había entrado tanto al 212 como al 214 y que en ambas aulas habían profesores varones y nada de nada de la profesora Borneck. Nely se mostró muy solidaria y preocupada, -conducta que valoro y agradesco-, me propuso comunicarse con el conserje y que así averiguaría lo que estaba sucediendo y se volvería a comunicar conmigo. ¡Conserje!, Nely había dicho la palabra clave, lo busqué, al que apareciera, desafortunadamente, no lo encontré. Regresé al aula 212 y la volví a abrir, entonces el profesor sorprendido muy atento, me preguntó ¿qué clase está buscando?, le contesté misma robot, -Seminario de tésis I. con la profesora Borneck aula Z212-, él respondió, muy seguro, este es el 212 pero del Pabellón H, le dí las gracias y le pedí disculpas por la interrupción. De inmediato regresé al asensor, salí del edificio y me dispuse a tomar el camino al Z. Dos niñas se acercaron y me ofrecieron compañía, traté de disimular la mortificación por lo anteriormente acontecido, para no confundirlas, sin embargo, les pregunté para evaluarlas, ¿cuál es este pabellón del que estamos saliendo?, -ellas me dijeron que el H, luego volví a preguntarles, -si conocían el pabellón Z – ellas me respondieron en afirmativo. Cuando llegué a mi clase eran ya casi 20:00. La profesora aceptó mis excusas, comprendió mi situación y me reprogramó la asesoría, salí al lady’s room para recuperarme y… en eso estaba cuando sonó mi teléfono, era Nely Quispe, que me confirmaba una vez más que todo se realizaba sin novedad, me sentí muy acompañada por esa llamada, le agradecí, traté de resumirle lo que había sucedido y nos despedimos. ¡todo porque -los que no saben dónde están parados o sentados hablan con una seguridad que da envidia!

Sigue leyendo

PISO 4: ¡ESPERO QUE HAYAS VUELTO PARA QUEDARTE!

[Visto: 508 veces]

PISO 4: ¡ESPERO QUE HAYAS VUELTO PARA QUEDARTE!
El último sábado del pasado mes de Febrero, asistía a mi última clase de Presupuesto por Resultados, en el Pabellón H y eché muy de menos la voz del asensor que me indicaba los pisos en que nos detenemos, la voz de la accesibilidad, la voz de mi autonomía.
Pasado el suceso, hube comentado con quien tuvo oídos para escucharme y en la oportunidad que fuera posible hacerlo, un poco en broma y bastante en serio, -que estaba nostálgica de una voz-, que echaba de menos ese beneficio y que me apenaba no saber si se trataba de algo temporal. Que temía que como en Mac Gregor, que es un Edificio más alto, donde el riesgo de equivocación es mayor, debido a que pueden cruzarse simultáneamente las órdenes internas de los que suben o bajan con las llamadas o pedidos externos de servicio, el asensor del Pabellón H también se quede mudo.
Este Lunes pasado, nos desplazábamos desde el Z 214 donde solemos tener nuestra clase de Diseño y Evaluación de Políticas Públicas, hacia los Laboratorios del Pabellón H ubicados en el piso 4, donde pondríamos en práctica lo aprendido. ¡qué agradable experiencia! cuando uno de los compañeros que iba conmigo llamó el asensor y este dijo al detenerse “piso uno”, les comenté con la misma emoción de estar oyendo un concierto, que ésa voz, se había ido, que ésa voz tiene un significado, que es muy bueno que ésa voz sintética haya vuelto.
Subimos, y otra vez la voz… “piso 4”, ¡espero que hayas vuelto para quedarte!
http://www.facebook.com/note.php?note_id=420642287962845

Sigue leyendo