Una de las modernas tradiciones en América Latina es la extendida celebración del “Día de la Madre”, que en muchos de nuestros países se da el segundo domingo de mayo. Esta celebración tiene como principal motivo exaltar la capacidad de las mujeres de dar vida, es decir, de ser madres. Sin embargo, junto a ella se refuerzan una serie de estereotipos sobre lo que la sociedad espera de las mujeres. Ser madre parece que es naturaleza y destino, y con ello la glorificación de valores como el sacrificio y la abnegación en algunos casos, el cuidado de sus hijos o hijas, como prioridad de su misión en la vida, la habilidad de cumplir multiplicidad de roles aunque sea a costa de su sueño y tiempo de descanso, etc.
Las familias, y en particular hijos e hijas, en unos casos acompañados y en otros motivados por una enorme campaña publicitaria, parecen hacer un alto en el camino para hacer un balance sobre lo significativo que resulta todo el esfuerzo materno, lo que seguidamente trata de ser reconocido o compensando con un particular agasajo. Ese día, lamentablemente a veces solo ese día, las familias se esfuerzan por reconocer a la madre, todo su amor y dedicación.
En el Perú, país donde las celebraciones se hacen alrededor de una mesa con comida, las familias se reúnen para celebrar a las madres; esto puede ser en un restaurante, en la casa de alguna de los hijos o hijas, o en la de la propia madre. Típicamente es un fin de semana en donde hay un repunte de viajes porque nadie quiere dejar de abrazar a su madre, y también de venta de cerveza y demás licores espirituosos. Estar ausente de esta celebración es difícil, se extraña el cariño familiar, la familia nos echa de menos y pareciera que la distancia se hace más grande para quienes no pueden acudir a la reunión familiar.
Sin embargo, en el actual contexto del COVID-19, muchas de estas celebraciones no podrán realizarse. Lo más importante será mostrar el cariño a nuestras madres, no faltará el despliegue de tecnología para saludos virtuales, pero será especialmente retador guardar la distancia social, sin visitas, ni celebraciones, ni mesa grande con todos los hermanos y hermanas alrededor. Será un día de la madre poco festivo, y más bien con muchos riesgos.
Este día de la madre será un día difícil, especialmente para quienes tenemos madres adultas mayores, porque el mejor regalo que podemos hacerles será el no visitarlas, el no abrazarlas, el no sentirlas cerca. Sin embargo, la tentación de burlar la distancia social que nos impone el COVID-19, para las personas de más de 60 años -antes y después del “Día de la Madre”- puede significar un contagio y una pérdida. Es urgente interiorizar el slogan “porque te quiero abrazar más adelante, me distancio ahora”, de lo contrario estaremos lamentando las consecuencias de ello y tendremos cada vez menos que celebrar. ¿Podremos hacerlo?