Sexo, género y corrupción*

Si hacemos un rápido recuento de nuestra historia política reciente vamos a encontrar una sucesión de redes de corrupción entronizadas en el poder tanto en el ámbito nacional, regional como local; así como en diferentes poderes del Estado.  Podemos mencionar los casos de los “Cuellos Blancos del Puerto”, referido a la red de corrupción liderada por los jueces César Hinostroza  y Walter Ríos; el reciente caso de Félix Moreno del Callao; o el de Vladimiro Montesinos  sobre el que versa la obra bajo comentario.

¿Qué semejanzas y diferencias podemos ver?

En primer lugar, en todos  los casos, podemos observar relaciones de género y poder entre los personajes principales.  Ello coincide no sólo con férreos liderazgos masculinos sino también con esquemas centralizados de corrupción, en donde las mujeres tiene más bien roles subordinados, manteniéndose casi intactas relaciones de género tradicionales.

Recordemos, por ejemplo, el caso de Walter Ríos, el expresidente de la Corte Superior de Justicia del Callao, que se presenta como un típico hombre casado cuyo poder beneficia a las mujeres de su entorno. Así por ejemplo, este personaje coloca a su esposa en el Ministerio de Justicia y le asegura que prontamente ascenderá a “jefa nacional” de la entidad donde labora. Sin embargo, este personaje también mantenía relaciones extramaritales con mujeres, con quienes tenía vínculo laboral, y a las que les ofrecía ascensos o mejoras en las posiciones de la estructura judicial.

En el caso de Félix Moreno, casado y exgobernador del Callao, justamente es capturado por el seguimiento que hace la policía a su pareja sentimental, Sheyla Villarreyes Vásquez, quien durante su gestión había sido además de secretaria personal,  su amante.

Y tenemos el caso de Vladimiro Montesinos, en donde podemos recordar por lo menos a 3 mujeres de su entorno, su esposa, Trinidad Becerra; su amante oficial Jacqueline Beltrán y el controvertido personaje de Matilde Pinchi Pinchi, secretaria personal y examante.

En estos tres casos, vemos en primer lugar dos figuras relevantes: la esposa y la o las amantes.  Cada una desempeñando su rol de género tradicional: de esposa pura o de “puta”.

Las esposas  entonces se mostrarán a cargo de las familias, sean que trabajen o no fuera del hogar, manteniendo un estatus público –no divorciadas– y poniéndose de espaldas de las actividades del cónyuge, aunque beneficiándose de ellas. De otro lado, las amantes, muchas de ellas jóvenes y en la plenitud de su vida, quienes se someten a estos hombres poderosos también por beneficios  económicos concretos (regalos, ascensos, tren de vida, etc.), por lo que calzan perfectamente en la definición despectiva de prostituta, es decir “persona que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero”.

Todo ello no hace sino recordarnos lo ya dicho por Norma Fuller (1995), sobre los complejos culturales del machismo y el marianismo en América Latina. Uno, el  llamado “marianismo” en donde encontramos dos figuras que le sirven de guía a las mujeres: la virgen madre, cuya sexualidad está controlada por los varones y es puesta al servicio de la sociedad para la cual es ejemplo supremo por ser al mismo tiempo madre y virgen, y es a la que emulan las “esposas” cuyo poder deriva de su virtud y su maternidad.  Y la otra figura, la de la prostituta que niega su poder de reproducirse pero que se convierte en el centro de un poder que controla la sexualidad masculina, cumpliendo un rol social que es el de saciar el “deseo desordenado” de los varones y darle cauce. Del otro lado está el machismo, que define al hombre como irresponsable, no domesticado,  conquistador de mujeres,  que descuida y desprecia las obligaciones domésticas relativas a la vida diaria.  Figuras que se complementan y refuerzan entre sí, de manera tal que por el hecho de pertenecer a la calle, ello le impediría  al hombre conservar la integridad moral y la continencia sexual.

Entonces tenemos a las abnegadas esposas, a las jóvenes amantes y a Matilde Pinchi Pinchi que pareciera caracterizar una nueva figura: la secretaria personal. Examante pero convertida en cuidadora (madre),  que oscila entre la sujeción y la agencia. Que puede ser la más confiable pero también y por eso, la más letal. Ella entonces configuraría otro ícono en las relaciones de género: el de la bruja, una de las representaciones de lo femenino más presentes y temidas por el imaginario masculino.

Nuevamente citando a Fuller: aquella mujer seductora “que usa el poder de la sexualidad para obtener favores y ventajas de los varones”. Ella vive en los intersticios del orden social. Si bien “no tiene vergüenza”, puede acceder a posiciones vedadas para el resto de las mujeres. Accede a los espacios del SIN que nadie más puede, entra y sale del mismo sin que nadie la revise. Es la rebelde “quien no admite un rol subalterno después de seducida o que no acepta domesticar su sexualidad y se convierte en marginal.” Entonces, “[u]sa su potencial disruptivo para enfrentarse al orden social y a la autoridad masculina”. Entrega el Vladivideo, como símbolo inexcusable de su poder.

Los autores nos dicen:

SINOPSIS: Matilde Pinchi Pinchi y Vladimiro Montesinos cuentan la historia de su relación, marcada por la violencia, la deslealtad y la ambición política. A pesar del tiempo transcurrido, ninguno parece poder escapar de la memoria del otro.

DIRECCIÓN: Malcolm Malca Vargas

DRAMATURGIA: Malcolm Malca y Vera Castaño

INTERPRETACIÓN: Vera Castaño y Gonzalo Molina

GÉNERO: Drama

PG: mayores de 14 años

SOBRE EL MONTAJE: Esta puesta en escena nació de nuestro interés por reflexionar acerca de la deslealtad como un rasgo de las relaciones políticas y personales en nuestra cultura. A partir de este impulso fue que nos encontramos con dos personajes de nuestra siempre convulsionada realidad sociopolítica: Matilde Pinchi Pinchi y Vladimiro Montesinos. Al investigar los detalles de su relación, sentimos haber encontrado un paradigma de cómo se pueden organizar los vínculos políticos y de pareja más tóxicos de nuestra sociedad. Vínculos marcados por machismo, deslealtad y violencia

Fuller, Norma (1995). “En torno a la polaridad marianismo-machismo” en Género e identidad: Ensayos sobre lo femenino y lo masculino, TM Editores. pp. 241-299

*Agradezco la oportunidad al profesor Malcolm Malca de comentar la microobra “Purgatorio” que se presentó en la PUCP.

 

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