Estimados blogueros:
Esta semana se celebró un aniversario obispal de Monseñor Luis Bambarén Gastelumendi, a quien tuve el honor de conocer cuando él era Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Laical de la Conferencia Episcopal de Lima y yo participaba ahí en representación del movimiento eclesial universitario al que pertenecía. Luego, le he seguido en sus declaraciones públicas y actividad en pro de la paz y la acogida del Reino de Dios. He sabido, de buena oída, que su actividad sacerdotal también dice mucho de Jesús.
Por lo dicho, estoy convencido de que Monseñor Bambarén es un obispo hijo del Concilio Vaticano II y de la perspectiva espiritual del gran Papa Juan XXIII. Así, me aúno a las celebraciones por la vida de Monseñor Bambarén, posteando la editorial del Diario La República del 09.01.2012 y una entrevista que ese diario le hizo el 07.01.2012.
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Por: Diario LA REPUBLICA
En un país de inconstancias y de adhesiones efímeras, la fidelidad a creencias e instituciones merece siempre ser destacada. Monseñor Luis Bambarén cumple 45 años desde que fuera nombrado obispo auxiliar de Lima por el extrañado cardenal Landázuri y 52 años de vida sacerdotal en la orden jesuita. Una vida entera dedicada al servicio de la comunidad en múltiples tareas que vale la pena destacar.
Cuando Luis Bambarén fue nombrado obispo recibió como encargo especial trabajar con los pueblos jóvenes y eso lo puso en contacto muy cercano con el cinturón de pobreza que rodea a la capital. Fueron años de intenso trabajo desde la Misión de Lima y de entrega total. Por eso, cuando en 1971 una simple protesta en Pamplona fue convertida en asonada y reprimida con violencia por un ministro del Interior de ingrata memoria, el pastor acompañó a su pueblo y acabó en prisión.
Fue un episodio breve, pero que marcó dolorosamente la vida personal y la dedicación social del joven obispo, que confirmó su vocación al lado de los más pobres. Años más tarde, en 1978, pasó a ocuparse de la diócesis de Chimbote como su primer obispo. Era un territorio marcado por la pobreza, con el crecimiento poblacional más intenso del país y dependiente por completo de la actividad pesquera.
El trabajo pastoral que desarrolló Luis Bambarén allí le ganó el respeto de todos. Le tocó vivir muy de cerca los años sangrientos del terrorismo que lo tuvo como objetivo para asesinarlo y exigió su renuncia. El senderismo no logró ni lo uno ni lo otro, y el pueblo de Chimbote tuvo a su obispo en primera fila en defensa de la vida y de la paz, pero también en el combate contra una ideología dogmática que pretendía imponerse por la violencia.
Monseñor Bambarén es hoy obispo emérito de Chimbote luego de su renuncia al cargo por límite de edad, pero no por ello ha abandonado su preocupación por la comunidad. Entre sus servicios al país se cuentan su labor como facilitador de un diálogo a favor de la pacificación, su participación activa como miembro observador de la Iglesia en la Comisión de la Verdad y, actualmente, su dedicación a la tarea de sacar adelante el Lugar de la Memoria, junto a un grupo de destacadas personalidades.
Este recorrido brevísimo no debe olvidar el rol clave que, desde hace por lo menos un decenio, cumple este obispo en la tarea de mantener a la Iglesia fiel a los compromisos adquiridos en el concilio Vaticano II, es decir a sus tareas evangelizadoras y vocación social. Ante la ofensiva ultraconservadora de quienes pretenden volver a los tiempos del inquisidor Torquemada, la palabra sabia y prudente de Luis Bambarén nos recuerda a menudo que existe un catolicismo de rostro amable, muy distinto a aquel de vetos y excomuniones.
Testigo y protagonista de una parte importante de nuestra historia a lo largo de medio siglo, tenaz defensor de una Iglesia comprometida con los más pobres y defensora de los Derechos Humanos, monseñor Bambarén se merece el homenaje de estas palabras que, lo sabemos, chocarán con su habitual modestia. Que las reciba como muestra de agradecimiento y de esperanza. Pastores como él nos hacen falta y ojalá lo tengamos aún por muchos años más.
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Por: Ana Núñez
Es uno de los obispos más respetados de los 53 que tenemos en nuestro país, tanto por creyentes como por no creyentes. Hoy a las 7 de la noche, con una misa en la Iglesia San Martín de Porres, en el distrito del mismo nombre, celebrará los 45 años desde que el desaparecido cardenal Landázuri, a quien aún extraña, lo nombró obispo.
P: Hace años dijo en una entrevista que en su diccionario interno no existen dos palabras…
R: Así es, ni cansancio ni temor. Cuando uno trabaja con interés y entrega total, no hay cansancio, y si no ofendemos a nadie, no hay por qué tener miedo. Yo he pasado momentos muy difíciles, han puesto bombas en mi casa, pero no he dejado de estar donde tenía que estar…
P: El lunes (hoy) cumple 45 años como obispo y tiene más de 54 como sacerdote. Es mucho lo que le ha tocado vivir, mucho lo que le ha tocado ver, mucho lo que le ha tocado enfrentar…
R: Por supuesto, pero soy feliz haciendo felices a los demás. Cómo no voy a tener alegría en mi corazón si puedo contribuir, por ejemplo, en la pacificación, como cuando fui a la selva central a hablar con “Artemio”. Ahí avanzamos algo, pese a que luego no dieron resultado las entrevistas con Abimael u otros líderes terroristas, porque pedían la libertad de todos y ser considerados un movimiento político, lo cual es inaceptable…
P: ¿Qué momento o situación lo ha golpeado más?
R: El sufrimiento más grande sigue siendo ver que hay grupos en la sociedad que por generaciones son marginados, olvidados, ignorados. Además, los pobres siempre son vistos como sospechosos y los que trabajamos con ellos también. A mí me han llamado “obispo comunista” simplemente porque trabajaba con los pobres. Eso sí hace sufrir, porque son obstáculos que encuentra uno para lograr la dignificación de la persona humana.
P: Se ha enfrentado incluso a las autoridades por ponerse del lado de esos sectores…
R: Como durante el famoso “Pamplonazo” del año 71… Cuando se estaba yendo en orden con el ministro de Vivienda, el ministro Artola (del Interior) entra a sangre y fuego el 5 de mayo, en la madrugada. Resultado: un muerto, cantidad de heridos, chozas quemadas…
P: Usted terminó en la cárcel en aquella ocasión.
R: Sí, estuve 8 horas en interrogatorio, en Seguridad del Estado, y después pasé al sótano para mi fichaje. Foto de frente, de perfil… Mi número de preso es 116418. Me acuerdo perfectamente. Parece que mi número es el ocho: nací un 28, me ordenaron de sacerdote el 58, de obispo el 68, el Papa me cambió a Chimbote el 78, somos 8 hermanos, mi apellido tiene 8 letras y mi número de preso terminaba en 8…
P: Ha pasado cosas muy duras en lo personal. En el 70 un terremoto arrasó con Yungay, su ciudad natal, y mató a casi toda su familia. Dos años después asesinaron a uno de sus hermanos…
R: Es verdad. El 6 de octubre del 72 yo tuve una persecución con balacera y todo, intentaron asesinarme. Vivía en el Cerro San Cristóbal. Yo salí bien de ese incidente, pero dos días después asesinaron a mi hermano Alfredo. Eso sí me dolió mucho. Él trabajaba conmigo por los jóvenes. La población de Pamplona estaba muy agradecida, incluso los pobladores le han puesto el nombre de mi hermano a la avenida principal de esa zona.
P: ¿Quiénes mataron a su hermano?
R: Yo le digo textualmente las palabras del general Velasco, porque él mandó a su edecán al entierro de mi hermano y por cortesía luego fui a agradecérselo con mi hermano mayor. En la conversación me dice: “¿Sabe quién fue el autor del asesinato de su hermano?”. Yo le respondí: “No, general”. Se quedó pensando y dijo: “El general Artola… Él es capaz de eso y mucho más”.
P: Artola había sido defenestrado del cargo de ministro del Interior por haberlo metido preso a usted, que estaba al frente de la gente de Pamplona…
R: Así es, y esa fue la venganza. A mí me odiaba porque perdió todo el poder, entonces la venganza fue tratar de eliminarme. Como no pudo, el golpe fue moral: eliminar a mi hermano. Eso me dolió mucho, mucho…
P: Ha estado en casi todos los procesos de diálogo, participó en la Mesa de la OEA por la recuperación de la Democracia, fue observador de la CVR; ¿Dios también tiene que ver con la política?
R: Hay que precisar bien qué es la política. Política con minúscula es partidaria, política con mayúscula es buscar el bien de la ciudad. Polis es ciudad, o sea la comunidad humana, y Dios quiere que vivamos fraternalmente unidos, nos recomienda luchar por la paz y el respeto a la dignidad de cada persona.
P: ¿Es cierto que ha celebrado misa cada uno de los días desde que fue ordenado sacerdote?
R: Nunca he dejado… Perdón, una vez hice un viaje a Japón y eran como 30 horas de vuelo y con el cambio de hora, cuando llegué allá ya era el día siguiente… (ríe)
P: ¿En algún momento sintió flaquear su fe, monseñor?
R: No, nunca… Mira, el año 91, Sendero exige mi renuncia como obispo de Chimbote. Como no renuncié, me asesinaron a dos misioneros franciscanos en Pariacoto. Como seguía en mi puesto, pocos días después asesinan a otro. Pero el obispo no puede abandonar a su pueblo, si estaba ahí no era porque lo escogí, sino porque Dios me puso ahí a través del Papa. Entonces, aquí viene un recurso que es muy hermoso: repetir lo que dice Cristo: “Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes, esta es mi sangre que será derramada por ustedes…”. Es más, a veces cuando me iba a sitios de mucho riesgo decía: “Señor, hoy voy a conocer tu rostro”. Pero cuando volvía pensaba: Bueno, no soy digno todavía…
P: He leído que el año 85 recorría colegios, sindicatos y asociaciones para combatir ideológicamente a Sendero.
R: Sí, eso fue muy importante. Al terrorismo se le ha combatido únicamente con las armas, pero el terrorismo tiene toda una ideología de la lucha armadas, de la toma del poder. Entonces yo me dediqué a combatir la ideología. Fue un mensaje muy simple en el que me comprometo con Cristo y con el Perú a ser constructor de la paz y defensor de la vida. Al año siguiente se me presenta un grupo de jóvenes a proponerme hacer un símbolo de ese compromiso y de ahí nace la Cruz de la Paz, en Chimbote. Yo tengo un principio: nunca se puede fallar ni a los pobres ni a los jóvenes, y he tratado de ser fiel a ese principio.
P: Veintiséis años después sigue esa guerra. ¿Por qué no podemos terminar con el terrorismo?
R: ¿Por qué? Porque, por ejemplo, ha aparecido Movadef y qué han difundido: ideología. Pero ¿nosotros qué hemos hecho? ¿Qué cosa se ha hecho en los colegios o en las universidades? ¿Qué mensaje se lleva del valor de la vida humana? En el Perú se desprecia la vida, nunca ha habido tantos asesinatos como hay ahora. Entonces, dos cosas: primero, no debemos olvidar la historia. Los jóvenes que no han vivido esto no tienen idea del dolor que significó el terrorismo para nuestro país. Son cerca de 70 mil muertos, la inmensa mayoría campesinos y quechuaparlantes. Es importante que todo eso se conozca. Y lo segundo, no hay un mensaje sobre el valor de la vida y la dignidad de la persona.
P: ¿Quién debería dar ese mensaje?
R: Todos. La familia, los colegios, la Iglesia. Tiene que ser una tarea de todos, porque ¿qué es lo que vale en la sociedad? ¿Las minas? ¿El campo? ¿Las exportaciones? No, lo que vale es el pueblo.
P: En una carta que envió a la CEP hace medio año expresó su preocupación porque “el rebaño (el pueblo) se estaba alejando de la Iglesia. ¿Mantiene esa preocupación?
R: Tengo una preocupación mayor todavía y en eso voy a ser claro. Respeto al cardenal Juan Luis Cipriani en su condición de arzobispo de Lima, porque tiene la facultad dada por el derecho canónico de nombrar y remover a los profesores de teología en las universidades, pero hay también otra responsabilidad pastoral. Si ha prohibido que se den clases de teología en la Universidad Católica, ¿qué va a pasar con esos alumnos? ¿No tienen derecho a su formación religiosa? Por supuesto que tienen. Yo no estoy de acuerdo, ahí hay una falla pastoral del cardenal.
P: ¿Y esas fallas hacen que la gente desconfíe de la Iglesia?
R: Lo malo es que la gente mira como si el cardenal Cipriani fuera la Iglesia o la cabeza de la Iglesia en el Perú y no es así. Cada obispo depende exclusivamente del Papa, ningún obispo es jefe de otros obispos. Él es arzobispo de Lima, pero no es jefe de la Iglesia en el Perú.
P: Entonces la Iglesia enfrenta una crisis. Hay peligro de que los fieles se sigan alejando…
R: No es peligro, es un hecho. Se están alejando. Si además de eso no hay un trabajo con los jóvenes, entonces estamos perdiendo a la juventud y cayendo en la indiferencia.
P: ¿Usted es amigo de Cipriani?
R: Por qué no lo voy a ser. Yo nunca lo ataco como persona, pero sí en los hechos o planteamientos, discrepamos.
P: Entiendo que simpatiza con el presidente Humala.
R: Quiero referirme al punto de vista económico. Creo que dentro de una crisis internacional, está conduciéndose bien la economía del Perú, pero debe hacerse un esfuerzo de inclusión social, de manera que se cumpla el objetivo que se puso el presidente Ollanta. No se trata de estar dando limosnas si no de permitir que la gente sea autora de su propio desarrollo.
P: ¿Qué piensa del rol protagónico de la primera dama?
R: Ella hace bien en acompañar a su esposo. Creo que están dando un ejemplo de unidad familiar. Ahora, hablar de candidaturas no solo me parece prematuro; infantil me parece.
P: Para terminar, ¿es reconfortante para usted ser llamado “el obispo de los pobres”?
R: Sí, por una razón muy sencilla, eso le da confianza a los pobres para buscarme. Me buscan mucho, me piden apoyo para una serie de problemas que tienen. A mí particularmente esto me reconforta porque el día que me enteré de que el Papa me nombraba obispo me fui ante el Santísimo a ofrecerle mi vida en sus manos y me acordé del texto de Jesús en el que les dice a sus discípulos “vayan y digan lo que han visto: los cojos andan, los ciegos ven, los sordos oyen y los pobres son evangelizados”. Naturalmente, yo no podré hacer el milagro de hacer caminar a un paralítico, pero cumpliré con el signo de autenticidad de evangelizar a los pobres.
“Ojalá Fujimori pidiera perdón sinceramente. Hasta ahora no lo hace”
P: De lo que le ha tocado ser testigo, ¿fue la dictadura fujimorista el momento más oscuro, políticamente hablando en nuestro país?
R: Por lo que se ha ido descubriendo poco a poco, diría que sí. La política fue conducida porFujimori y Montesinos, y los dos están en la cárcel con denuncias sumamente graves y se siguen destapando cada vez más delitos. Los principales jefes de las Fuerzas Armadas y los principales políticos también están en la cárcel. Entonces, fue una dictadura que corrompió a todas las instituciones del Estado: Congreso, Fuerzas Armadas, periodismo. A diferencia de la dictadura militar, aquí era toda una red de corrupción y de crímenes. De todos los gobiernos que he visto, el más corrupto ha sido el de Fujimori.
P: Usted ha dicho que Alberto Fujimori debe pedir perdón al país…
R: Siempre el pedir perdón y el perdonar son señal de grandeza. Pedir perdón con un cálculo político, son palabras huecas. Todos cometemos errores, yo no puedo decir que soy perfecto. Entonces, cuando uno comete un error, sobre todo si ofende o hace daño, se tiene que pedir perdón. Ojalá (Fujimori) lo hiciese sinceramente. Hasta ahora no lo ha hecho.
P: En una de sus pinturas pidió una supuestas disculpas. ¿Eso es suficiente o debe hacerlo verbalmente?
R: Yo no le daría tanta importancia a eso porque no lo va a hacer, y si lo hace será… no sé, no quiero juzgar, pero ya ha tenido oportunidad de hacerlo y no lo ha hecho.
P: Sobre el pedido de indulto para Fujimori, usted ha dicho que nadie debe morir en la cárcel, pero también que un indulto a Fujimori no favorecería a la reconciliación nacional. ¿Qué se debe hacer?
R: Lo que he indicado es que primero hay que respetar las normas. Si hay una comisión que evalúa, hay que respetar eso. Fujimori ocupa primeras planas y todo el mundo habla de él. A mí me preocupan los que son NN y nadie habla de ellos. En las cárceles, cuántos han muerto porque no consiguieron a tiempo el indulto. Eso sí debería preocuparnos a todos.
P: ¿Mantiene lo que dijo el 2007, respecto de que Alberto Fujimori es un cadáver político?
R: ¿Yo dije eso…? Sí, sí puedo haber dicho eso… A ver, lo que pasa es que los fujimoristas han usado mucho y siguen usando el nombre de Alberto Fujimori porque en muchos sectores dejó una buena imagen por las obras que hizo, sobre todo en los sectores más humildes. Pero creo que están usando el nombre más que nada.
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