SE ELIMINÓ EL SECRETO BANCARIO EN SUIZA

Estimados blogueros:

Una interesante información preparada por Graciela Iglesias, corresponsal en Europa del Diario La Nación de Argentina, publicado en dicho periodico.

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Por: Graciela Iglesias

“Ladrones, bribones y políticos corruptos del mundo, estáis advertidos.” Quizás éste debería ser el título de esta nota destinada a anunciar la caída definitiva del telón sobre la era del turbio secreto bancario suizo.
A partir de hoy, a causa de la puesta en vigor de una ley antilavado de dinero, todas las entidades financieras de Suiza estarán obligadas, como las del resto del mundo, a informar a las autoridades la existencia de toda transacción que consideren sospechosa.
Y bajo este renglón caben tanto transferencias de dinero superiores a los 10.000 dólares como el depósito en una caja de seguridad de joyas de dudosa procedencia. Aquellos que se nieguen a cumplir con el “deber de denuncia” serán pasibles de recibir desde una pesada multa hasta el retiro de su licencia bancaria.
Para muchos, esta ley es el último clavo en el ataúd de la tradicional imagen de las instituciones financieras suizas. Una fama que descansaba sobre tres pilares: la estabilidad de la moneda nacional, la pulcritud de su servicio y una discreción tan absoluta que a veces se acercaba a la complicidad.
Si bien las dos primeras bases parecen firmes, la última comenzó a tambalearse a principios de la década del ´80, cuando el gobierno federal, bajo presión del Consejo de Europa y de los Estados Unidos, decidió por primera vez cooperar de pleno con investigaciones de fraude internacional.
En 1990, el lavado de dinero fue clasificado como un delito y cuatro años más tarde, tras una serie de escándalos que involucraban a magnates extranjeros con cuentas bancarias en Suiza, los banqueros fueron “autorizados e invitados” – pero no forzados- a denunciar a clientes “poco limpios”.
La vergüenza experimentada por la acusación de haber contribuido al robo de miles de víctimas del Holocausto, el tristemente famoso caso del “oro nazi”, llevó el año último a la sorprendente publicación de los nombres de 1785 propietarios de cuentas durmientes en diarios de todas partes del mundo.
De esta forma la banca respondía, no sólo al clamor internacional, sino también a la indignación de sus compatriotas que, si en 1984 votaron en un 73% contra del levantamiento del secreto bancario, de ser convocados hoy a las urnas estarían dispuesto a invertir dramáticamente los porcentajes.

No todos colaboraban
La Argentina ha probado la extensión de esta ola de cambio con los avances logrados en las investigaciones sobre los depósitos realizados durante la dictadura (algo de lo que ha tenido que rendir cuenta el gobernador de Tucumán) y por los sobornos en la contratación de IBM en el Banco Central.
Pero estos pasos adelante se debieron, ante todo, a la perseverancia de fiscales, como la procuradora federal Carla del Ponte, que no han temido hacer frente al poder hegemónico de los colosos de las cajas fuertes.
Porque lo cierto es que, sin los parámetros que la ley les impondrá a partir de hoy, no todos los bancos se mostraban dispuestos a colaborar.
En Ginebra, por ejemplo, el hermetismo de las entidades financieras llevó a que sólo una décima parte de los casos de lavado de dinero denunciados a la Justicia desde 1990 hayan concluido con éxito.
La mayoría de los ejecutivos de los grandes bancos dicen ahora, sin embargo, no temer en lo más mínimo lo que les puede aparejar las nuevas circunstancias y estar dispuestos a echarle el hombro a todo pedido de la Justicia.
Hombres de negocios, ante todo, han notado que el “factor ético” no sólo puede provocar graves costos cuando se lo deja de lado sino que también es factible de dar beneficios cuando se lo abraza de cerca. El número de inversiones en fondos de pensión considerados “éticos” (colocados, por ejemplo, en empresas que no dañan al planeta y en bancos que no cobran usuras a países en desarrollo) se han triplicado en Europa en los últimos dos años, pero Suiza ha dado hasta ahora pocos mordiscones a esta nueva manzana.
“Es por eso que estamos contentos de lo que está ocurriendo – sostuvo Rudi Bogni, jefe de banca privada de UBS, el producto del reciente matrimonio de la Unión de Bancos Suizos y la Swiss Bank Corporation.- Después de todo, lo último que queremos es que nuestra clientela se tiña de indeseables”.
Cuesta creer, sin embargo, que todo seguirá como si nada hubiera pasado por los grises pasillos de las instituciones financieras suizas. Porque si es cierto que éstas tienen sus arcas repletas de un tercio de los 6 trillones de dólares que se calcula están depositados en “off-shore”, más de un magistrado en los confines más distantes del mundo se verá tentado a probar la eficacia de la nueva norma buscando unas cuantas verdades en Suiza.

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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