Estimados amigos:
El martes 6 de abril pasado la PUCP entregó la Medalla de Honor R.P. Jorge Dintilhac al padre Gustavo Gutiérrez Merino O.P, que es profesor emérito del Departamento de Teología de dicha universidad e iniciador de la Teología de la Liberación, la primera gran corriente teológica moderna nacida fuera de Europa.
A continuación la entrevista realizada por David Pereda, publicada en .EDU, Revista de la PUCP. Además, más abajo el video de la ceremonia, en la que el padre Gutierrez tiene una reflexión espiritual brillante. Sin duda, un padre espiritual para los cristianos y un filosofo para los no creyentes.
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Por: David Pereda
¿Enseñando en la Católica, formula la Teología de la Liberación?
Sí, pero no solo. Además, hacía trabajo pastoral. Era el mundo de los sesenta, una ebullición muy grande. Pensaba teológicamente muchos hechos de ese momento en América Latina. Me interesé mucho en la teología por el tema de la pobreza: cómo responder como cristianos a la pobreza. Luego vino la Conferencia Episcopal de Medellín, donde colaboré. Estaba en el equipo del Consejo Episcopal Latinoamericano. En Medellín, el tema de la pobreza fue muy fuerte. Todo me motivó a ordenar ideas. Mi convicción más profunda es que la teología tiene sus raíces en la espiritualidad cristiana, el seguimiento de Jesús. Es una reflexión sobre ser discípulo de Jesús o cómo serlo. Una de las preguntas que intenta responder la Teología de la Liberación, aunque no puede hacerlo plenamente, es cómo decirle al pobre que Dios lo ama. La pregunta es muy amplia y nuestra respuesta pequeña, pero es un intento.
¿Ese acento en el pobre era algo ausente?
El tema del pobre ha acompañado a la Iglesia en toda su existencia, pero las formas como se planteaba el problema en los sesenta eran particulares: entender la pobreza teniendo en cuenta que tiene causas humanas, que es una injusticia pero no una fatalidad. Luego, la lectura de la Biblia, que nos hablaba del pobre, me motivaba. En el capítulo 25 de San Mateo, Jesús dice: “Cuando le diste de comer a un pobre, a mí me lo diste”. Es una motivación evangélica clarísima.
¿Era la solidaridad ante el egoísmo del mercado?
Ciertamente. Es una repuesta evangélica sobre la que trabaja la teología. En los sesenta, el Concilio Vaticano II mueve mucho el ambiente. Juan XXIII, un mes antes del comienzo, habla especialmente de la Iglesia de los pobres. No partimos de solamente la nueva situación y comprensión que hay de la pobreza, sino también de esta palabra profética de Juan XXIII, que es una persona clave para la Teología de la Liberación.
¿Es volver a las fuentes del cristianismo?
Las grandes renovaciones en la historia de la Iglesia son siempre regresos al Evangelio. La Conferencia de Aparecida, del 2007, considera la globalización como un hecho que hay que aceptar y valorar, pero la forma como se utiliza crea profundas asimetrías en determinados sectores sociales.
Mencionó el ya famoso término del chorreo, que es hacia arriba.
Se dice que el país crece pero, ¿cómo están los pobres? Desde allí debemos leer el país. Los pobres son seres humanos. Hablar de chorreo es como decir “migajas de la mesa”. Además el país crece porque la riqueza aumenta en quienes ya tenían muchas posesiones. El mundo de los pobres disminuye poco. A veces disminuye el índice de pobreza porque el crecimiento demográfico baja. Ciertas mejoras hay, indudablemente, pero seguimos con un grupo inmenso de pobres.
¿Apelar a las estadísticas es tramposo?
Las estadísticas, según los métodos, pueden dar resultados no contrarios, pero sí distintos. Cuando viene una crisis como la última, crece la pobreza otra vez. Pasa con los desastres naturales. Los que más padecen son los pobres. Se dice: “Cuando llueve, llueve para todos”. Pero no es lo mismo que me llueva con calamina en el techo que con cemento. En el terremoto de Haití hubo 200 mil muertos y en el de Chile, hasta ahora, 500. No digo que no sean nada, con uno ya me choca. Pero hace notar que hay estructuras distintas. Haití es el país más pobre del continente. Hay más factores, pero esto también es importante; la pobreza sigue allí. Juan Pablo II fue muy neto sobre las causas de la pobreza y sobre su eliminación. Benedicto XVI también. Es un tema que la Iglesia toca a nivel de magisterio muy claramente.
¿La pobreza en América Latina refleja que el mensaje no llega?
Hay que decirlo claramente: según los especialistas, el continente más desigual del mundo es América Latina, pero la gran mayoría en la población latinoamericana es cristiana, católica y evangélica. El cristiano sabe que tiene que amar al prójimo y preferentemente al más pobre. La realidad no parece responder a eso. Eso no es jugar al fariseo ni tirar la primera piedra, es simplemente constatar un hecho doloroso.
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Va el video de la Ceremonia:
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