CAZADOR DE PENDEJOS
Me mudo de camisa de vez en cuando porque estoy descubriendo de formas muy peculiares que ser un pendejo es más rentable, es socialmente aceptable, en los negocios hasta loable. ¡Que descubrimiento! (es un eufemismo). Y mi mudanza no es más que un mecanismo de defensa, elevado al enésimo término, en procura de la misma sociedad de la que formo parte, esporádicamente, porque hay dentro millones de pendejos arrastrándose y asechando personas inocentes que hay que proteger.Me mudo de camisa, y dejo la del timorato, la elimino y llevo al portapapeles mis registros de compasión, compasión tan deletérea (porque la compasión también mata) que me obliga a mirar con buenos ojos a aquellos que, lo puedo jurar, amenazan el bienestar de otros en su reptar.
Definitivamente, todos nacemos con la habilidad putañera de ser unos “mal nacidos” – valga la paradoja –sólo que nuestro ego narcisista disfrazado de generosidad, nos dicta, que otras son las formas para una buena persona. Pues no!, esto finiquitó, llegó al culmen de mi aguante y estoy predispuesto a emprender la tan “noble” carrera a ser el mejor hijo de puta, ricachón, pendejo, desalmado y rastrero que puede haber, que hay. Y como buen miembro del linaje putañero, tengo que devolverles de formas impensadas el daño aprendido, ése que tan cobardemente esparcen y luego huyen como quien no quiso la cosa.
Sí, pero muy por el contrario con lo pronosticado, no los mataré, los dejaré vivir, pero vivir en un padecimiento crónico – al dente –y que sean ellos mismos los que deseen su muerte. Pisotearlos, vomitarles, orinarles, etc. A ellos y sobre todo arrebatarles lo que más quieren, purificando a toda su casta de mal vivientes (porque el veneno de la pendejada se hace pandemia), aquellos que viven de los demás y ni siquiera agradecen lo bueno que tienen, si no que siguen arrebatando hasta lo que no es suyo.
¿Por quiénes me voy a empeñar? No sé cuántos se merezcan el daño que estoy dispuesto a infringir (a devolver agradecido), es una lista ingente, es una casilla de Google que “siempre va en aumento”, pero sé por quienes empezar, la primera parte de mi lista la enumero con los dedos de la mano.
Cuídense los que duermen tranquilos jodiéndole la vida a los demás, cuídense los que tragan la comida mal venida y se chupan los dedos repletos de lágrimas ajenas de los que lloran por algo que comer. Cuídense protervos y cáusticos, pestilentes tocoshs; hembras y machos tan igual lo van a pagar, sean por malvados o por estúpidos ya no me interesa enseñarles como vivir, ahora tendrán que salvarse solos, aprender solos (“Saw”, the movie).
El infierno es íntimo, y como tal, los arrojaré al suyo propio, ése fuego azuzado por las ventosidades de sus culos perfumados, en el lujoso horno bien preparado por mis manitas y luego recrearme así, con el lomito saltado de su carne y mangiar sus intestinos en un divino rachi infernal.
Los conozco enteramente, los huelo a kilómetros de distancia, los voy a cazar, sé de qué pié cojean. Lo hago por mí y por la especie que averguenzan y contaminan. Están advertidos.