La semana pasada, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), presentó el nuevo Índice de Pobreza Multidimensional para América Latina [1] (IPM-AL). Este hito refleja el compromiso de la región con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 1, que busca no solo la erradicación de la pobreza monetaria, sino también su reducción “en todas sus formas y dimensiones”.

El IPM-AL es una medida más exigente que otras internacionales, como el Índice de Pobreza Multidimensional Global [2], y se adapta mejor a la realidad de América Latina, compuesta mayoritariamente por países de ingreso medio y alto. Este índice se basa en el método desarrollado por Sabina Alkire y James Foster [3], reconocido actualmente como el estándar más aceptado en la medición de la pobreza multidimensional a nivel internacional. El IPM-AL comprende 12 indicadores agrupados en cuatro dimensiones con igual peso: salud (seguro de salud, acceso a agua potable, saneamiento); educación (inasistencia o rezago escolar, logro educativo, analfabetismo); empleo (inserción laboral, calidad del empleo, acceso a pensiones); y vivienda (condiciones de la vivienda, hacinamiento, acceso a internet). Según este índice, se considera que una persona vive en situación de pobreza multidimensional si pertenece a un hogar que experimenta privaciones simultáneas en al menos cuatro de los 12 indicadores mencionados.

No pretendo resumir la riqueza de las cifras presentadas por la CEPAL y el PNUD en esta breve entrada. Sin embargo, me permito destacar tres ideas significativas derivadas de esta nueva publicación.

En primer lugar, los resultados indican que una de cada cuatro personas en los 17 países analizados vive en pobreza multidimensional, y que una de cada tres experimenta alguna forma de pobreza (ya sea monetaria, multidimensional o ambas). Contrario a la percepción de que la pobreza ha dejado de ser un tema apremiante en una región de países de ingreso medio y alto como América Latina, estos hallazgos subrayan la urgencia de reincorporar la lucha contra la pobreza, en todas sus formas y dimensiones, al centro de la agenda de políticas públicas. ¿Cómo podemos hablar de desarrollo humano y sostenible en una región donde un tercio de la población no alcanza un estándar mínimo de bienestar?

En segundo lugar, este esfuerzo de medición debería incentivar a más países de la región a definir y establecer medidas oficiales de pobreza multidimensional adaptadas a sus realidades locales. Aunque América Latina ha sido pionera en el desarrollo y uso de estas herramientas de política pública, países como Argentina, Brasil, Bolivia y Perú aún carecen de métricas oficiales en este ámbito. Las lecciones aprendidas en los países que ya han implementado estas mediciones son numerosas, y mecanismos de cooperación sur-sur, como la Multidimensional Poverty Peer Network [4], pueden ayudar a que los países en proceso de adopción aprovechen experiencias exitosas y propongan soluciones a desafíos pendientes.

Finalmente, las métricas son necesarias, pero no suficientes para reducir aquello que miden. Es esencial avanzar del diagnóstico a la implementación de políticas efectivas. Si los países de América Latina reconocen oficialmente que la pobreza es multidimensional y la entienden como la acumulación de múltiples privaciones simultáneas en los hogares, las políticas de reducción de pobreza deben ir más allá de las recetas convencionales que, en su momento, fueron útiles para disminuir la pobreza monetaria. En este contexto de escasez de recursos fiscales, propuestas como las del Banco Mundial para implementar políticas sociales siguiendo una lógica de “acupuntura” —que reconoce la interconexión entre privaciones en diferentes dimensiones y concentra esfuerzos en reducir aquellas con mayor potencial para impactar positivamente en otras— emergen como una ruta prometedora [5].

En medio de un escenario global plagado de escepticismo e incertidumbre, se hace aún más necesario volver la mirada a lo fundamental e impostergable. Si bien es difícil lograr consenso absoluto sobre todas las urgencias, parece razonable acordar que uno de los mínimos del desarrollo verdaderamente humano, sostenible e integral es que las personas no vean truncados sus proyectos de vida a causa de una de las injusticias más severas que enfrenta la humanidad: la pobreza.

Referencias

[1] https://www.cepal.org/es/noticias/cepal-pnud-presentan-un-nuevo-indice-pobreza-multidimensional-america-latina

[2] https://hdr.undp.org/system/files/documents/hdp-document/mpireport2024en.pdf

[3] Alkire, S., & Foster, J. (2011). Counting and multidimensional poverty measurement. Journal of public economics, 95(7-8), 476-487. https://doi.org/10.1016/j.jpubeco.2010.11.006

[4] https://www.mppn.org/es/aplicaciones/focalizacion-monitoreo-y-evaluacion/

[5] https://documents.worldbank.org/en/publication/documents-reports/documentdetail/099820408262426664/idu1e95eca6b13b7614632195121cca0629d0129


Autor:

Jhonatan Clausen, profesor del Departamento de Economía de la PUCP. Director del IDHAL PUCP.

Las opiniones presentadas en este artículo no necesariamente reflejan la posición institucional del IDHAL ni de la PUCP.

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Pobreza Multidimensional en América Latina

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