En realidad, es bastante frecuente encontrar a personas egocéntricas que pretenden afirmar vanidosamente la última palabra en un diálogo comunicacional con otros. El otro día asistí a una reunión de amigos donde uno de ellos monopolizaba la comunicación, describiendo, contando anécdotas, explicando, recordando, interpretando, en un largo monólogo que provocó el aburrimiento de los demás. Un par de veces fue interrumpido pero rápidamente fueron reducidos por el protagonista de la historia, que continuaba su perorata lidiando, con mucha habilidad para mantener el “poder”.
Esta es probablemente, el objetivo de todo “obseso por la palabra”, la búsqueda del poder a través del monopolio verbal. Esta es la ruptura de la comunicación; quizá porque creen que ingresando al diálogo e intercambiando ideas y percepciones pueden perder el poder que pretenden. En realidad tienen miedo a ser criticados y bajados de su podio de honor.
La estrategia es sencilla, se niega la capacidad de escucha al Otro, y es que se le utiliza como un instrumento pasivo que asume a su vez, la posición de subordinado. Luego, se asume la ideología acerca del conocimiento absoluto de la realidad. “La realidad es cognoscible”, “se puede arribar a la verdad”. “Pero esa verdad la manejo yo”.
Esto implica, no sólo la ruptura de la comunicación, sino también la capacidad de construcción paulatina de la realidad de forma colectiva. El conocimiento es sucesivo,pero muchas veces es alternativo, simultáneo, impredecible, paralelo, como un gran “borrador múltiple” que se va aclarando como una “lámina fotográfica”. Es por eso, que hoy se reconoce que la verdad no existe de por sí, sino que se construye aproximándonos a ella.
Este acerto tiene implicancias en la educación contemporánea; al considerar al aprendizaje como una capacidad que involucra elementos externos de conconstrucción colectiva ubicada en el contexto, y elementos personales, de carácter afectivo-cognitivos que dan sentido a la información. Es por eso, que es importante reconocer en el actual momento, la capacidad de tolerancia, el reconocimiento del Otro, la capacidad crítica de la información múltiple, el diálogo constante, pero sobre todo desarrollar la habilidad de escuchar a los demás, encontrando sentido no sólo al discurso verbal, sino también a los fragmentos comunicacionales del “subjeto”.