LA UNIVERSIDAD EN TIEMPOS DE POSTPANDEMIA

La emergencia sanitaria por el Covid 19 durante estos dos años ha provocado cambios dramáticos en la interacción humana. Si bien algunos de ellos ya se avisoraban, la pandemia ha acelerado y profundizado en algunos casos la transformación de la vida humana. En esta nota identificaremos algunos de ellos, específicamente los cambios en el ámbito en la educación universitaria creando una “nueva realidad en tiempos de postpandemia”.

La pandemia ha desencadenado la virtualidad de la educación a escala global presentándose oportunidades pero también amenazas. Frente a la oferta educativa global de universidades de otros países, que cada vez será más invasivo en los próximos años, es necesario fortalecer la identidad de las universidades locales, que tendrán que diversificar sus modalidades y su oferta educativa; quizá se fusionen y se aglutinen en consorcios con características comunes, quizá se fortalezcan de manera unilateral, demostrando sus cualidades o el plus que le darán a sus estudiantes tanto a nivel de capacidades profesionales, investigativas, o de formación personal.

El sello de la nueva Universidad podría relievar la capacidad de transformar al joven orientándolo hacia el conocimiento de nuestra propia realidad, la toma de decisiones y la capacidad de resolver problemas ubicados en nuestro entorno, haciendo uso de la ciencia y la tecnología global. Otro rasgo de identidad es implementar acciones para que la universidad continúe formando personas y no sólo forme profesionales en un sentido técnico. La búsqueda del desarrollo humano es crucial en la educación universitaria,  no sólo deben desarrollarse capacidades profesionales y técnicas, sino también debe continuar formando valores, desarrollando la convivencia y habilidades sociales. El enfoque basado en competencias aplicado en las universidades de nuestro país, desde el 2014 con la última Ley Universitaria, considera esta dimensión valorativa implementada a través de los Estudios Generales, como dimensión importante en la formación humanística. En la postpandemia deben acentuarse estos rasgos identitarios para así hacer frente a la oferta educativa global.

Del mismo modo, en un nivel técnico curricular, es necesario analizar las carreras profesionales desde la perspectiva del perfil de egreso en términos de competencias, resultados de aprendizaje, y asignaturas; analizando el plan de estudios desde la perspectiva de la diversificación de las modalidades formativas,  adecuando así, la formación presencial, semipresencial y a distancia. La formación escolarizada con horarios rígidos, espacios formativos estables, con profesores únicos, tiende a cambiar. Lo importante es el logro de los “resultados de aprendizaje”, asegurando la calidad formativa en cada uno de los estudiantes.

En esta nueva realidad, se presenta la oportunidad de ofrecer los servicios educativos a estudiantes de diversos lugares, inscriptos en los entornos virtuales creados especialmente para tal fin. Asimismo, si es posible asimilar estudiantes globales también se tendrá acceso a especialistas y científicos de otros lugares que pueden cumplir la función de “profesores freelance”; especialistas de otras universidades nacionales e internacionales que pueden brindar sus servicios a distancia. La creación de entornos virtuales rompe con las fronteras físicas, con los espacios geográficos, vinculando a las universidades, a estudiantes y profesores, a los grupos científicos y académicos, dentro de un espacio virtual de interacción dinámica y personalizada.

La aplicación de los recursos tecnológicos propios de la formación a distancia y semi/presencial implica, aplicar las Tics de una forma racional, no mecánica, que favorezca el contacto interpersonal, con fluidez y espontaneidad; creando a su vez espacios de diálogo flexibles y tolerantes frente a la multiplicidad de dificultades personales, considerando a su vez los diversos entornos virtuales. Los protagonistas de esta nueva historia siguen siendo los profesores y los estudiantes que se acomodan a las circunstancias y las situaciones límite, a pesar de las limitaciones del “distanciamiento” propios de la formación virtual. La tecnología debe percibirse como un instrumento esencial dentro de esta relación protagónica; no obstante, debe estar al servicio de la pedagogía y no al revés. Es así, que la formación no presencial puede mantener el vínculo entre profesor y estudiante reconociendo sus límites y aplicando múltiples estrategias y recursos tecnológicos, combinando las modalidades formativas.

Sin embargo para que se cumplan efectivamente este propósito, las actividades de la formación no presencial deben planificarse cuidadosamente. No se pueden trasladar mecánicamente las actividades tradicionales de la presencialidad a la virtualidad. Se debe planificar los momentos sincrónicos de contacto directo entre profesores y estudiantes así como las actividades propias de la asincronía de actividad autónoma del estudiante. La combinación entre ambas exceden el control horario tradicional de la sesión de aprendizaje. En consecuencia se supervisa el producto y los resultados de aprendizaje antes que la duración de la clase.

La sincronía y la asincronía son inseparables en las modalidades formativas semi/presencial y a distancia. Es un error subrayar una de ellas en detrimento de otra. Si se requiere adecuarse a los momentos actuales de paso previo a la postpandemia, una solución serían las “aulas híbridas”, con la presencia de un grupo de estudiantes en el aula y otro grupo en la modalidad a distancia. No se debe confundir la “sincronización tecnológica” para optimizar la formación para ambos grupos, con la “sincronía” de la formación virtual.

Las “aulas híbridas” tendrían que mantenerse en el tiempo formando parte de “la nueva normalidad”; porque favorecerían a aquellos estudiantes que no están presentes físicamente por múltiples razones pero que están comprometidos con su educación y capacitación. La concepción de campus universitario debe ampliarse, esta debe observarse como una combinación del territorio físico del centro de estudios con el espacio en la nube electrónica propio de los entornos virtuales. Estos últimos, los entornos virtuales, son los espacios invisibles de carácter formativo aplicados racionalmente por la universidad como producto de la implementación de las Tics de última generación; ampliando su labor formativa.

Un tema muy importante que debe programarse de forma simultánea y rápidamente en la universidades es, la capacitación y el perfeccionamiento en creación de entornos virtuales para el aprendizaje dirigido hacia todos sus docentes, aplicando un “enfoque pedagógico” a través de facilitadores con experiencia en el manejo de la tecnología con fines formativos. Si los estudiantes llevan ventaja por ser nativos digitales, los docentes pertenecientes a generaciones anteriores tienen que recortar esa ventaja desarrollando habilidades digitales adecuadas a su especialidad. Sin ansiedad pero sin pausa, la organización debe programar cursos continuos de acuerdo al perfil del docente especificado en su Modelo Educativo institucional. Del mismo modo, cada área de especialidad tiene la responsabilidad de implementar capacitaciones específicas propias de la especialidad.

También es importante comprender los conceptos pedagógicos propios de la Educación que han trascendido el tiempo. Por ejemplo, es un error considerar la clasificación fija y separada de “sesiones teóricas” y “sesiones meramente prácticas”; y que las clases teóricas se pueden desarrollar de forma virtual no/presencial. La “teoría” no es una transmisión de conceptos o ideas para ser asimiladas por los estudiantes a través de los recursos tecnológicos disponibles; no es un trabajo meramente cognitivo que se traslada de uno a otro; sino que se construye entre profesores y estudiantes. Precisamente la construcción de conocimientos y de quehaceres se vincula con la actividad práctica. La “práctica”, no debe ser vista como actividad muscular, manual o de movimientos motrices o locomotores. La práctica es también vivencial, es analizar y reflexionar de forma conjunta; es aplicar el pensamiento crítico para crear nuevos conocimientos y productos. Cómo no recordar las discusiones e intercambio de opiniones fruto de un taller vivencial o un debate en las aulas. En consecuencia, ingresar a una concepción moderna de la educación implica reconocer que existe una unidad entre la teoría y la práctica. Las sesiones de clase hoy son sesiones teórico/prácticas. La metodología didáctica mediada por la tecnología tiene que procurar ambos momentos.

La transmisión de información tiene su lugar en el espacio formativo a través de lecturas, documentos, clases grabadas y otros. El significado de esta modalidad puede transformarse hacia la generación de conocimiento, si se estimula la actividad y se disminuye la recepción pasiva durante y después de la presentación de los materiales de clase. Un elemento importante antes de la actividad motriz si fuera el caso, es la reflexión, el análisis, el pensamiento crítico, como paso previo hacia la creación y presentación de productos nuevos. Esta dimensión reflexiva es reconocida también como actividad práctica por la capacidad cognitiva y vivencial que moviliza al estudiante hacia la acción externa. La reflexión y el análisis no son nada sin la interacción humana entre el profesor y los estudiantes, quienes a través del diálogo, las preguntas cuestionadoras durante la clase, así como las actividades que estimulen las propuestas de los estudiantes post sesión de aprendizaje, desarrollan no sólo la actividad práctica sino sobre todo la reflexión, el pensamiento crítico y la formación en valores, objeto de todo tipo de educación.

La vida humana se ha transformado, nada será igual a nuestra vida anterior, realizaremos actividades semejantes pero todo será mediado por la tecnología digital. Frente a fenómenos y experiencias novedosas propias de esta etapa postpandémica, se incrementa la incertidumbre y la presión por adaptarse rápidamente a la nueva realidad. Los problemas y el conflicto se vuelven recurrentes en este proceso. Como consecuencia, en este tiempo, más que nunca, la salud mental se encuentra afectada, expresada en un aumento de los niveles de estrés, de insatisfacción personal y la disminución de los niveles de logro de los objetivos y metas futuras. La universidad dentro de su función de responsabilidad social tiene que fortalecer la salud mental, a través de la implementación de programas orientados hacia dentro del campus y hacia la comunidad en general, con un enfoque de promoción de la salud física y el bienestar psicológico. Una universidad saludable es una organización educativa que cumplirá sus fines educativos con mayor ventaja, si tanto sus estudiantes y docentes gozan de una buena salud mental y física.

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