Confusión de roles y moratoria psicosocial

Es frecuente encontrar estudiantes de los últimos años de secundaria que rechazan abiertamente la instrucción escolar. Se muestran rebeldes frentes a las figuras de autoridad, tienen manifestaciones de agresividad y rechazo frente a las personas que le rodean, en el interior de las aulas no prestan atención, les falta interés, y son perezosos, frente a las actividades académicas. Si no es en esta etapa, en una etapa posterior, cuando ingresan a las aulas universitarias, expresan estas mismas conductas de “rechazo” frente a lo que están viviendo.
Su rendimiento es mediocre, hacen lo suficiente, lo mínimo indispensable, para aprobar las asignaturas, su motivación es básicamente extrínseca, son rebeldes frente a todo lo que represente, autoridad; porque precisamente tanto su familia como sus profesores valoran la importancia de salir bien en la escuela o la universidad. Se rebelan frente a ésto y actúan de forma contraria a lo que se espera de ellos.

Pero con el paso de los años, y de acuerdo, suponemos, a la madurez alcanzada, de pronto casi repentinamente se observa un cambio radical tanto en el comportamiento como el rendimiento académico de estos adolescentes y jóvenes. En el caso del estudiante secundario, cuando llega a la universidad se vuelve “más responsable”, estudioso y reposado en sus ímpetus adolescenciales. Y en el caso del universitario “mediocre”, que hizo lo mínimo por aprobar, y que impresionaba como “que sabía pero no quería”. En su vida profesional, o en el ciclo de prácticas de su formación, el joven se rebela como un “devorador” del conocimiento, como una “máquina deseante” en la profundización de la ciencia y la reflexión metódica sobre la vida política y social.

¿Qué sucedió?, ¿qué pasó?, ¿sucedió un milagro de consecuencias insospechadas?. En realidad, este tipo de fenómenos felizmente, son frecuentes en la vida cotidiana; más aún si los protagonistas son jóvenes o adolescentes. Son poco confiables las predicciones acerca de su comportamiento, porque precisamente en esta etapa se exhacerba la búsqueda de la identidad, necesitan ser perentoriamente únicos e irrepetibles.

Frente a las presiones de la sociedad que los obliga a tener comportamientos más maduros y responsables; y que además los obliga a comportarse de manera semejante a lo colectivo, homogenizando sus conductas. La principal tarea que tienen todas las personas, especialmente los jóvenes, es lograr una identidad (ser uno mismo y no otro) que les permita optar libremente por actividades que le satisfagan y a su grupo de referencia.

En el mejor de los casos, pueden encontrar rápidamente una identidad que responda instrumentalmente a las exigencias propias del momento. Aquí los jóvenes además de su carrera profesional logran relaciones significativas con los demás ya sea en el ámbito académico o en el terreno personal y afectivo. En caso contrario, si no lo logran pueden caer en lo que Erikson denominó “confusión de roles” permaneciendo el jóven aíslado de la sociedad, sin lograr relaciones y productos satisfactorios.

Un joven en esta etapa confusa y dramática, no encuentra los roles que le permita responder claramente a las exigencias de su familia, los amigos, y la sociedad. Prueba una y otra vez, pero fracasa en el intento. No obstante, a esa edad, se ve obligado a tomar decisiones que lo comprometerán para toda la vida. Una muestra de ésto, es la elección vocacional. La profesión que elija el joven va a determinar sus futuras actividades, el tiempo, sus ingresos económicos. Por tanto su identidad futura depende de esta elección que muchas veces se realiza de forma prematura y en el momento menos indicado.

Para evitar la confusión de roles, Erikson sugiere que el joven ingrese, a lo que denominó como moratoria psicosocial. Este fenómeno no es otra cosa que un retraso del compromiso para elegir una carrera profesional. En situaciones ideales, esta moratoria debería ser una etapa de aventura y de exploración, con un impacto positivo, o por lo menos neutral, en la persona y en el medio social donde se desenvuelve.

En caso contrario, si se profundiza la “confusión de roles”, se puede desarrollar la pérdida del sentido de identidad (o identidad negativa); en la cual el joven puede expresar una hostilidad desdeñosa, un rechazo agresivo y rebelde, hacia los papeles ofrecidos, como deseables, por la sociedad y por su familia.

Sin embargo, no todo es conflicto y drama cuando el joven adopta una “identidad negativa”; porque puede representar el tiempo suficiente para tener un conocimiento introspectivo de sí mismo. El joven retrasa su elección vocacional, se dedica a otras actividades (“actividades transicionales”), incluso no-académicas, aparentemente cae en la ociosidad, pasa el tiempo concentrado en sí mismo, surgen algunos conflictos familiares por las presiones propias del medio; pero de pronto el joven se yergue tomando decisiones claras y maduras acerca de su futuro. Este período para él ha sido fructífero, las actividades de esta etapa se han constituído en instrumentos, en sucesos transitorios que trazan puentes hacia algo mejor.

Pero en otros casos, la “identidad negativa” puede confirmarse y perdurar, estructurándose en el interior de la mente del joven una profesía (“profesía autocumplidora”) que martilla su pensamiento cada vez que enfrenta nuevos desafíos, y cada vez que siente la desconfianza y la incomprensión de su medio social. El resultado es el fracaso, porque por un lado la persona se plantea propósitos y actúa, mientras que por otro, surge la idea contraria y la duda.

Crisis y compromiso es la clave de la comprensión de que todo proceso de elección vital implica en primer lugar conflicto, ansiedad, en la elección entre ocupaciones y creencias opcionales; la idea es participar activamente en el conflicto con naturalidad. Y en segundo lugar, una vez que se ha optado, comprometerse, invirtiendo todo de sí en una actividad o en una creencia.

Precisamente, E. Marcia profundizó este tema distinguiendo al joven que tiene una “identidad difusa” como aquél que parece distraerse para no afrontar lo urgente, son desorganizados e impulsivos, y tienden a evitar sus participaciones. Mientras que los jóvenes que se encuentran en “moratoria”, dedican cierto grado de reflexión a la búsqueda de su identidad, sin llegar a respuestas satisfactorias, son conscientes de que están en crisis, insatisfechos con la escuela y con los profesores, cambian con frecuencia, sus materias de especialización, sueñan despiertos, mantienen relaciones efímeras con los demás, rechazan temporalmente valores paternos. Luego que pasa la moratoria la mayoría de jóvenes adoptan su identidad propia.

Por otro lado, los jóvenes que “logran su identidad”, según Marcia, no necesariamente tienen una sensación de bienestar por haber logrado integración en su personalidad; adquieren compromisos en algunos aspectos de su identidad. Por ejm. un joven puede tener un firme compromiso vocacional, pero se muestra confuso respecto a sus roles interpersonales y valores religiosos. Además el hecho de que hayan logrado una identidad regularmente integrada no significa que sea para siempre; pueden presentarse crisis (pérdida de empleo, divorcio) que hacen retroceder al individuo.

Por último, hay jóvenes que se encuentran en “cierre previo” no experimentan ninguna crisis, y no tienen duda respecto a la elección vocacional, roles sexuales, y valores. Esto sucede porque respaldan sumisamente las decisiones y los valores de sus padres.

A manera de conclusión, podemos afirmar lo siguiente: que la búsqueda de la identidad es una tarea de todas las personas, que se exhacerba en los adolescentes y jóvenes. Además pasa por varias etapas de resolución y conflicto, de crisis y de estabilidad, donde la persona afronta las presiones sociales de acuerdo a su edad de desarrollo. En caso de no resolverse esta crisis, muchas personas expresan confusión en su identidad y aislamiento social. Es recomendable la moratoria psicosocial, para evitar la confusión de la identidad. Finalmente, la comprensión acerca de la crisis y el compromiso como procesos naturales en la elección vital, son importantes en la búsqueda de una identidad más madura.

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