Los grandes problemas siempre ocasionan tensiones sociales y económicas, básicamente. Sin embargo, cuando estas tensiones actúan como pólvora y mecha, la explosión está garantizada. En ese sentido, una crisis aislada fácilmente se puede convertir en una convulsión social.
Precisamente, eso es lo que está sucediendo con los comerciantes de los diferentes distritos de lima, principalmente. Las tensiones que existen entre comerciantes formales e informales han marcado un distanciamiento comercial, pero también acercamientos en enfrentamientos físicos. Cada vez es más frecuente verlos al borde de la pelea cuerpo a cuerpo: por el lado de los formales la pelea es para proteger sus territorios comerciales; mientras que, por el lado de los comerciantes informales, la bronca es para ganar nuevo territorio.
Ambos bandos dicen tener la razón. Los comerciantes formales alegan que el Gobierno está mandando a quiebra sus negocios. Por un lado, afirman que los costos para implementar las nuevas disposiciones para trabajar son muy elevados; que el dinero ahorrado con mucho esfuerzo ya se acabó, las deudas acumuladas son obstáculos para que soliciten más créditos. Todo ello les impide costear las exigencias para abrir sus negocios, pero, que, sin embargo, lo están cumpliendo porque deben poner en marcha la economía de su hogar y cumplir con el pago a sus proveedores.
Con respecto a los comerciantes informales, los formales dicen que ser informal hoy en día es más rentable porque no tienen muchas obligaciones financieras que cumplir a corto plazo; tienen la suerte de tener ayuda del Gobierno y de los alcaldes casi permanentemente y que les dan todas las facilidades para que puedan trabajar; inclusive, les acondicionan grandes espacios púbicos para que se instalen provisionalmente, entre otras ayudas y beneficios. Cosas que los formales no reciben.
Los formales, además, critican las disposiciones de las municipalidades porque no es la solución, sino todo lo contrario, alienta a más informalidad y deslealtad comercial. Ante ello, proponen que los informales, con ayuda de las municipalidades y gobierno, se instalen en los stands desocupados que tienen muchas galerías. Eso ayuda doblemente a los informales. Por un lado, esto les brindará un lugar fijo para trabajar; mientras que, por otro lado, ayudará a que se inserten a la formalización, que, al final de la pandemia, los beneficiará más. Asimismo, los formales piden a las autoridades mayor flexibilidad para que puedan abrir sus negocios y no incentivar la informalidad. Además, amenazan que no aceptarán que los informales invadan sus territorios de trabajo, si lo hacen, lo defenderán con todo.
Del otro extremo están los comerciantes informales, que siempre se están moviendo buscando la mejor zona para colocar sus improvisados puestos de negocio. Para ellos, las necesidades tampoco no son muy distintas, pues, tienen que alimentar a su familia y muchos deben pagar a sus proveedores. Esas son razones son para ellos más que justificadas para salir a las calles. Los informales tienen versiones distintas cuando de explicar su situación se trata. Muchos dicen que antes de la pandemia eran prósperos empresarios que, incluso, tenían puestos en diferentes galerías; si están de ambulantes ahora es porque el Gobierno los obligó cuando los abandonó. Hay otros que alegan que toda la vida fueron ambulantes porque nunca tuvieron ayuda para formalizarse. Dicen no tener acceso a los créditos bancarios para abrirse un negocio ni mucho menos tienen dinero para alquilar un local. La calle es su única opción.
Ambos grupos de comerciantes informales coinciden que solo buscan ganarse la vida como todos porque tienen familia que mantener y obligaciones que atender. Critican al Gobierno por lo que están pasando y dicen que no pretenden perjudicar a los negocios formales. Piden poder trabajar juntos, ya que todos pasan por la misma necesidad. Al igual que los comerciantes formales, los informales también piensan en defender su derecho al trabajo estén donde estén.
Como se puede notar, la guerra entre comerciantes formales e informales está declarada y solo falta una chispa que detone un enfrentamiento con amenaza a convertirse en una convulsión social. Ambos lados tienen razón cuando dicen que las medidas del Gobierno los están ahorcando comercialmente. En este punto, el Gobierno tiene que encontrar el equilibrio entre lo formal e informal.
En esta guerra comercial, los formales estarían en desventaja frente a los informales. Con las ventajas, los informales se han convertido hoy por hoy en el “Goliat” del comercio; mientras que los formales serían el “David”. Todos sabemos cómo acaba la historia.
Entre las ventajas de los informales que son marcadas y que fácilmente de identificar, se pueden mencionar algunas: los informales tienen mayor conocimiento del comercio ambulatorio y se mueven muy bien en diversos mercados. Conocen los gustos y preferencias segmentadas de los consumidores. Manejan muy bien la psicología del regateo. Saben desplazarse rápidamente para atrapar oportunidades. Son expertos en la venta al menudeo. Pueden cambiar al paso su giro de negocio. Se adaptan con mayor facilidad a cualquier crisis. No tienen carga laboral que atender. Entre otras ventajas. Sin embargo, en un mercado sin estado de emergencia, los formales ganan de lejos a los informales porque tienen estabilidad. Confianza de sus clientes. Herramientas financieras a su disposición. Asesoría del Estado y privados. Acceso al crédito financiero. Cartera de clientes fijos. Venden en grandes volúmenes. Cuentan con un equipo de trabajo. Etc. Al final, cuando esta situación se normalice, los que se queden como informales serán los “Goliat” y los formales serán nuevamente los “David”, los vencedores.
En todo este pleito, hay algunas soluciones inmediatas que pueden ayudar a bajar las tenciones entre estos dos grupos y, al mismo tiempo, nivelar la balanza de las ventajas y desventajas. Una forma es que los informales puedan ir a las galerías que tienen stands vacíos con la ayuda de pago del Gobierno, en calidad de préstamo a largo plazo. Otra alternativa es que el Gobierno convoque a los formales e informales para participar en diversas ferias en campos feriales ubicados en diferentes distritos de Lima. Brindar, por encima de los informales, mayor atención y facilidades a los formales para que se inserten sin contratiempos al mercado desde sus galerías. Este incentivo servirá como anzuelo para atraer a los informales hacia la formalidad. Sin embargo, antes de todo lo dicho, es importante que los comerciantes formales e informales participen de una mesa de trabajo para limar asperezas y generar acuerdos. En dicha mesa, un representante del Estado sería el mediador.
Por otro lado, si el tema de los comerciantes informales no se logra mejorar con el camino de la formalización, el problema de la informalidad pos pandemia será grave. El desborde de ambulantes en las calles será incontrolable porque muchos se sentirán con derechos adquiridos para trabajar en la vía pública. Esto será una bomba de tiempo que las municipalidades, llegado el momento, deberán lidiar.
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