(Después de un corto tiempo de abstinencia de escribir en mi blog, hoy quise decir algunas cosas sobre las elecciones congresales del 2020, que a mi parecer son más que pertinentes.)
La fecha para las Elecciones Congresales Extraordinarias es el 26 de enero de 2020, un domingo, para variar. Para ello, los partidos, agrupaciones y movimientos políticos ya presentaron sus listas al Jurado Nacional de Elecciones (JNE).
En total, 23 listas se presentaron ante el JNE para ser inscritas. Solo la lista del Frepap pudo inscribir su lista de candidatos sin ningún problema (posiblemente el Frepap no logre colocar ni un congresista. Qué ironía, ¿no?). Es decir, que hubo 22 listas que tuvieron alguna o varias observaciones que debían subsanar.
Los candidatos inscritos en total (antes de las observaciones y tachas del JNE) fueron 3065, de los cuales más de 230 tenían antecedentes y sentencias judiciales, e incluso hay un candidato procesado por terrorismo.
Estas elecciones congresales o los datos mostrados pasarían desapercibidos, pero el tema del Congreso es todavía mediático. Según las encuestas, hasta ahora el Congreso es la institución más desprestigiada del país (razones no hacen falta, porque los congresistas han trabajado más para desprestigiarse, sin embargo, también debemos ser justos al decir que la prensa, el gobierno y otras instituciones han hecho que la población perciba a los excongresistas como los peores de la historia).
Si volteamos la página y miramos el escenario electoral rumbo a las votaciones, nos encontraremos con más problemas que de los expuestos anteriormente. Y es que ahora los electores tenemos dos grandes dilemas que resolver antes de emitir nuestro voto. El primer dilema es qué hacer con los excongresistas que se presentan con la misma agrupación o con una nueva. Si la población les dijo que no los quieren, entonces porque se presentan, incluso, ese rechazo fue confirmado en el Referéndum (claro, por ley pueden hacerlo, pero por el poco decoro y moral que les queda, creo que no debían haber postular).
Dentro de los excongresistas que se presentan también hay dos grupos claramente identificados: los buenos y los malos (cada votante o lector sabrá distinguir). Lo anecdótico aquí es que los excongresistas buenos decían y apoyaban la propuesta de cerrar el Congreso y de no presentarse para estas elecciones. Cosa que no sucedió y tenemos excongresistas buenos que, con doble moral, se están postulando como si nada, ni siquiera las observaciones del JNE los detuvieron en esta ambición. Por otro lado, tenemos los excongresistas malos que el pueblo no los quiere ver ni en pintura, pero ellos como buenos políticos con cara de palo se presentan una vez más.
El otro gran dilema tiene que ver con los nuevos candidatos. La mayoría o casi todos no saben la responsabilidad que conlleva ser congresista, pareciera que sus postulaciones les cayeron del cielo y es una oportunidad inmejorable para llegar al poder. El problema aquí es que muchos candidatos nuevos consultados de sus proyectos o planes de trabajo no sabían siquiera articular una oración. Claro, tienen proyectos escritos en sus planes de gestión y en sus carteles publicitarios, pero cuando les preguntan por ellos se veían como “huevo en un plato de ceviche”, totalmente perdidos. Y qué decir cuando les preguntaban sobre la organización del Congreso, no sabían absolutamente como funciona dicha institución. Entonces, para qué quieren ser congresistas.
Ante estos escenarios, los electores tendremos que elegir a 130 congresistas, entre candidatos indeseados y entre los que no dan la talla. La tarea para informarse por quiénes votar es titánica y el tiempo para hacerlo es muy corto. Razones más que suficientes para tenerlos como excusas para votar por cualquiera y confiar una vez más por lo que nos digan los medios de comunicación y encuestas. Porque es bien sabido que los electores no leen, no revisan o no se informan conscientes o inconscientes sobre las propuestas y currículos de los candidatos y candidatas.
Como lo planteo, estas nuevas elecciones no garantizan que tendremos un Congreso más probo que el anterior, capaz de ir en sintonía con las necesidades reales de la población. Este nuevo Congreso sería más de lo mismo e incluso peor que el anterior, no por las mismas cualidades morales de los anteriores congresistas, sino porque el tiempo que estarán en el Congreso será muy corto (poco más de un año y medio) y por lo sumisos que se comportarán por temor al descrédito a través de la presión de los medios de comunicación y por la presión del Gobierno que los tomará como Mesa de Partes (cosa que quiero equivocarme con toda franqueza).
Finalmente, estará en manos del elector la decisión para que algunos excongresistas vuelvan al rin del Congreso, así como también de elegir a los nuevos. Solo espero que sepamos escoger como siempre entre los malos a los menos malos.
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