Por un lado, Barack Obama decía que la política de su colega, el senador McCain, de llegar a la presidencia, será igual o peor que el de su compañero de partido George W. Bush, pues ponía como ejemplo la desastrosa campaña realizada en Irak.
Por su lado, el senador McCain, trataba de convencer a los electores hablando de los impuestos que su colega, el senador Obama, instauraría de llegar a la presidencia; decía que no es posible que dicha política se base en cobrar más impuestos a los ciudadanos que tienen una mejor economía.
Como en toda candidatura, todo vale (dicho de la mejor forma y dentro de lo ético y lo permitido). A veces, lo radical e incisivo puede ser contraproducente, porque el votante en esa época (tiempo de elecciones presidenciales) se muestra un poco más sensible y ante la ausencia de lo prometido opta por alternativas. En esta elección presidencial norteamericana, el ciudadano optó, para muchos y me incluyo (aunque mi voto no cuente), por un cambio “radical”. Pues nadie, hace cinco años pensaba que el país del Tío Sam sería gobernado por una persona de raza negra. Todo da a indicar que esta es una corriente que se está expandiendo y de distinta forma, no olvidemos que en nuestro continente ya fueron elegidas democráticamente dos mujeres como presidentas (Chile y Argentina).
Debemos tener en cuenta que la presidencia alcanzada por el senador Obama, se debe principalmente a los inmigrantes (latinos y la gente de raza negra). No es de sorprenderse cuando vemos las cifras: un 64% de los latinos apoyó a la campaña democrática de Obama, de igual forma un 95% de personas de raza negra. Demostrándose así, que en EE.UU. predomina y “manda” la gente extranjera.
Esperemos que, con esta designación, cambie la política tradicional y, con ello, cambie también la indiferencia, las guerras y el rechazo que hay a los norteamericanos (muchos, por no decir todos) por gente de países principalmente de Oriente Medio.
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