Dos estudios sobre educación y empleo coinciden al señalar que muchos países del mundo viven hoy en día la misma paradoja. Por un lado, una crisis del empleo juvenil centrada en la baja calidad del empleo y en la informalidad (más que en la desocupación) y, de otro lado, la escasez de jóvenes con competencias esenciales para el trabajo o con un desajuste entre las competencias que desarrollaron en su educación y las que demanda el mercado laboral.
Uno de estos estudios fue desarrollado por el McKinsey Center of Government y publicado en diciembre del 2012. El otro estudio es el informe de “Tendencias mundiales del empleo juvenil” de la OIT, publicado en 2013. Reseñaremos aquí algunas ideas del primero y dejaremos el segundo para otro artículo.
El informe McKinsey (“Educación para el empleo: diseñando un sistema que funcione”) se basa en encuestas a jóvenes, instituciones educativas y empleadores de 9 países (entre los que se cuentan México y Brasil, en la región) y en la recopilación de cerca de 100 experiencias educativas de 25 países. No se reseñan todas pero hay varias que se mencionan y que son muy interesantes.
Un problema adicional y previo que subraya el informe McKinsey es la falta de información sobre las competencias que se necesitan para el empleo. Según McKinsey, en el tema de la educación para el empleo no existe nada comparable a las pruebas PISA (que se aplican en la Educación Básica y que intentan generar información que facilite las comparaciones) y no existen datos sobre las competencias necesarias para el empleo. A esta dificultad se añade la heterogeneidad y fragmentación de los sistemas de capacitación laboral. El Perú exhibe todas estas dificultades.
Entre los resultados del informe McKinsey tenemos que los empleadores tienen una percepción distinta a la de los educadores sobre la preparación para el mercado laboral de los jóvenes que culminan la Educación Secundaria: mientras el 72% de los prestadores de servicios educativos considera que los egresados de la Secundaria están bien preparados, solo el 42% de los empleadores comparte esa misma idea. Prestadores de servicios educativos y empleadores “viven en universos paralelos”, dice el informe.
Sin embargo, en otro momento, se dice en el informe McKinsey que la percepción de jóvenes y empleadores coincide en que el sistema de educación para el empleo no funciona. Ninguno se siente beneficiado con el sistema educativo tal como está.
El informe McKinsey concluye que la transición entre la educación y el empleo es como una autopista con tres intersecciones o grandes obstáculos: el ingreso a la Educación Superior (el 31% de los egresados de la escuela secundaria dijeron que no seguirían estudiando Educación Superior por los altos costos), el desarrollo de competencias sin contar con mecanismos de aprendizaje práctico y los primeros empleos, generalmente poco relacionados con sus campos de estudio.
Respecto a las competencias, el informe McKinsey señala que la capacitación práctica es la forma de instrucción más eficaz y precisa además que la “ética para el trabajo” y el “trabajo en equipo” son las competencias más importantes, tanto para empleadores como para educadores. Los educadores también atribuyen mucha importancia a la comunicación oral y al manejo de computadoras, pero los empleadores no le dan la misma importancia.
El informe McKinsey concluye que, para que un sistema de educación para el empleo funcione con éxito, debe haber, entre otras cosas, un sistema de información sobre las trayectorias de los egresados de la Educación Secundaria y que en todos los casos exitosos se aprecia siempre un involucramiento de los empleadores en los proceso educativos. Frente a las limitaciones de recursos de los prestadores de servicios educativos y de oportunidades de aprendizaje práctico para los jóvenes, McKinsey destaca el papel de Internet para abaratar costos y de los programas simuladores que permiten aprendizajes prácticos de forma “virtual”.
Ante la vacilación de algunos empleadores para invertir en capacitación, el informe McKinsey propone que los servicios educativos ofrezcan una plan central de formación estándar (una especie de “estudios generales”) que se complemente con módulos específicos según la necesidad de cada empleador. ¿Se ha ensayado algo así en el Perú? Quizás la promulgación de una nueva Ley para los Institutos de Educación Superior permita ensayar una estrategia curricular parecida.
Y frente al tema del poco prestigio del que gozan los sistemas de formación profesional en todo el mundo, el informe McKinsey recomienda que jóvenes y padres de familia visiten juntos las empresas y vean las condiciones reales en que trabajan los técnicos en sectores modernos y con tecnología de punta.
Eso fue precisamente lo que hizo la empresa Siemens en Estados Unidos para romper el estigma de la educación técnica: “En 2011, cuando la empresa alemana abrió una turbina de gas de última generación en Carolina del Norte, surgió la necesidad de contar con trabajadores más calificados y precisos. Sin embargo, cuando comenzó la búsqueda de empleados jóvenes, quedó claro que la idea de trabajar en una fábrica (incluso en una de primer nivel) no era particularmente popular, en especial entre los padres. La empresa resolvió el problema volviendo a la primera intersección. Invitó a estudiantes de escuela secundaria a recorrer las plantas con sus padres para que tuvieran una primera impresión. “Los padres que antes se negaban cambiaron totalmente de opinión cuando fueron a ver las instalaciones”, cuenta un gerente de Siemens. “Allí se ven robots, láser, computadoras. Uno se da cuenta de que se trata de una producción de avanzada, de vanguardia, lo cual cambia radicalmente la percepción.”
El mejor sistema de educación para el trabajo debe comenzar desde la Secundaria y centrarse en la formación de competencias socioemocionales y valores, además del manejo de tecnologías de la información. Pero, como se ha visto, para que un sistema educación para el empleo funcione adecuadamente se requiere además la participación de los padres de familia y de empresarios y empleadores que orienten a los prestadores de servicios educativos en el diseño curricular y ofrezcan espacios de aprendizaje práctico a los jóvenes. Por supuesto, también debemos resolver con urgencia en el Perú el problema de escasez de información.
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