Lamento que estès enojada justo el dìa de hoy: el sol es fresco, la gente es poca y tenìa pensado ver còmo el sol se guarda entre nuestras islas … leìa Rafael totalmente enfrascado en el cuento y sentado en el piso apoyado en una pared de ladrillos plomos y con las piernas cruzadas; hay poca gente el sol apenas asoma entre dos nubes densas que tardan en abrir. En ese momento la chica se le acerca y le habla :
-¿Còmo mierda puedes estar ahí y con esa calma imperturbable, aun cuando ya todos los saben? Sus ojos rojos ya acusaban algùn asomo de làgrimas ,¿no serà que la ùnica engañada aquì fui yo? ,¿sòlo dime por qué lo hiciste? . Ya deja de ver esa pàgina y mìrame, carajo, una sola vez con sinceridad. ¿Acaso la vida para ti es ya solo un juego?
Rafael con la mirada puesta en la lectura y sin asomo de molestìa cambia la página intentando leer el final del cuento; fue la indiferencia o ese sonido de la hoja con la punta del pulgar, el detonante: porque ya como quien pierde en la lucha por inhibirse, ella rompe en un llanto iracundo y empieza a gritar:
_ Mataste al Angel, huevòn, lo mataste, mataste a ese necio de mierda que te dio la vida, dice por fin llorando c liberando algo largamente guardado.
Las nubes no abrìan aùn, el clima era el mismo, quizà algo màs de aire y pasaba una señora de uniforme verde que barrìa cerca .
El al fin alza la mirada y fuerte aunque con algo de tedio, le dice con moderada molestia:
_ ¿Quièn demonios eres tù y de què Angel hablas?.
Ahora pone el ìndice en la ùltima pàgina del libro y lo cierra ,en la portada se lee algùn nombre con letra extraña, èl se levanta y se va.
En esa instensificaciòn del silencio, la chica ya sólo atina a verlo de espaldas y se queda quieta como guardando la imagen.
– Esa casaca beige de siempre -dice ella- y aunque ya està lejos, aùn puedo distinguir las iniciales de mi florido nombre, nombre que èl mismo bordò en el cuello de èsa, su casaca favorita .