Archivo por meses: septiembre 2008

la letra extraña

Lamento que estès enojada justo el dìa de hoy: el sol es fresco, la gente es poca y tenìa pensado ver còmo el sol se guarda entre nuestras islas … leìa Rafael totalmente enfrascado en el cuento y sentado en el piso apoyado en una pared de ladrillos plomos y con las piernas cruzadas; hay poca gente el sol apenas asoma entre dos nubes densas que tardan en abrir. En ese momento la chica se le acerca y le habla :

-¿Còmo mierda puedes estar ahí y con esa calma imperturbable, aun cuando ya todos los saben? Sus ojos rojos ya acusaban algùn asomo de làgrimas ,¿no serà que la ùnica engañada aquì fui yo? ,¿sòlo dime por qué lo hiciste? . Ya deja de ver esa pàgina y mìrame, carajo, una sola vez con sinceridad. ¿Acaso la vida para ti es ya solo un juego?

Rafael con la mirada puesta en la lectura y sin asomo de molestìa cambia la página intentando leer el final del cuento; fue la indiferencia o ese sonido de la hoja con la punta del pulgar, el detonante: porque ya como quien pierde en la lucha por inhibirse, ella rompe en un llanto iracundo y empieza a gritar:

_ Mataste al Angel, huevòn, lo mataste, mataste a ese necio de mierda que te dio la vida, dice por fin llorando c liberando algo largamente guardado.

Las nubes no abrìan aùn, el clima era el mismo, quizà algo màs de aire y pasaba una señora de uniforme verde que barrìa cerca .

El al fin alza la mirada y fuerte aunque con algo de tedio, le dice con moderada molestia:

_ ¿Quièn demonios eres tù y de què Angel hablas?.

Ahora pone el ìndice en la ùltima pàgina del libro y lo cierra ,en la portada se lee algùn nombre con letra extraña, èl se levanta y se va.

En esa instensificaciòn del silencio, la chica ya sólo atina a verlo de espaldas y se queda quieta como guardando la imagen.
– Esa casaca beige de siempre -dice ella- y aunque ya està lejos, aùn puedo distinguir las iniciales de mi florido nombre, nombre que èl mismo bordò en el cuello de èsa, su casaca favorita .

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Wikullo

Un domingo, muy temprano por la mañana, fuimos a escondernos al cerro Wikullo para comprobar con nuestros propios ojos; la increíble historia contada por Lito ayer en la la fogata.
Estuvimos casi dos horas en la espera por verlo, pero no fue en vano. Pasò justo por nuestro lado aquel viejecillo mitad hombre, mitad alma: tenìa los ojos joviales en medio de esa piel amarillenta y arrugada, era pequeño, de un metro y poco, tenìa el cabello totalmente blanco , vestìa como cualquier anciano del pueblo: Camisa blanca pantalòn azul y sombrero marròn , la barba de largos dìas completaban en èl un aspecto
de misticidad .

Se desplazaba, y esto era lo que no creìamos hasta verlo, levitando a pocos centímetros del suelo y a velocidades sorprendentes para lo que le salìan unas pequeñas alas rojas que le remolinaban al final de la basta del pantalòn; aunque para estarse en tierra le salìan unas enormes patas de cabra adaptadas al terreno.

Tenìamos que acercarnos sin miedo dijo Lito, que no iba a pasar nada -tengo su media sonrisa grabada en la memoria- y como para ello habìamos esperado tanto en aquel alejado cerro, pues fue justamente lo que hicimos.

-Señor buen dìa, dijimos Rubèn y yo a la vez. El anciano, aunque se sorprendiò al inicio, no tardò en cambiar el semblante por una sonrisa franca, que nos transmitiò tranquilidad.

-Buenos dìas jóvenes, ustedes parecen ser amigos de lito, nos dice miràndonos a los ojos.
-Sì señor, èl mismo nos enviò, nos contò que usted tiene la habilidad de poder hablar con los muertos, que levita por que murio a medias, me refiero a que volviò de la muerte y que por ello posee algunas habilidades ya conocidas en los que logran volver de allà y hemos venido desde muy lejos a pedirle un gran favor; en ese momento interrumpe el anciano:

-Pues sì y no, dice miràndolos incrèdulo aunque a ver si con esta pequeña confesiòn les ayudo: yo cambiarìa todas estas habilidades por la màs mundana; ya que es terrible estar vivo y solo poder hablar con los muertos.

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Ofrenda

El espejo turquesa
refleja al rebaño blanco
en su sembrìo de rosas celestes;
rodeados de hombres àrbol
que intercambian la piel
enlazando los brazos.

Llevaba esa nota en el bolsillo, escrita en un pedazo de papel rayado y mientras caminaba montaña arriba, el sol tierno de la mañana alumbraba los grandes copos de nubes detenidos arriba suyo.
Sentada ya bajo un árbol cometa, alcanza al fin la vista deseada; la laguna perfecta allà abajo, saca la nota y empieza a leerla una y otra vez.
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