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Machu Picchu. La Opinión de Ricardo Morales Gamarra

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Tomado de la Andares / La República 20/08/2011

Machu Picchu ¿quién protege a nuestra maravilla?

Patrimonio. Turismo destruye nuestro monumento. Machu picchu provoca debates en torno a su valor y a su rentabilidad. Irónicamente, su conservación no es una prioridad.

Ricardo Morales Gamarra (*).

Es lamentable comprobar que la conservación del Santuario Histórico de Machu Picchu sea un tema marginal, a pesar de su importancia en el incremento y manejo del flujo turístico.

A pocos les interesa que las frágiles y fatigadas estructuras de granodiorita sean pisoteadas, acelerando la permanente erosión natural que causan la lluvia, la insolación y el viento. Las piedras se convierten progresivamente en simple arena, sin tener un indicador que exprese la magnitud y velocidad de pérdida de volumen.

Las declaraciones periodísticas de funcionarios, empresarios y especialistas (del sector público y privado) en las celebraciones del centenario evidencian el extremo interés por el incremento de la visita y una mayor recaudación; la implementación de nuevos accesos y las alternativas de transporte que rompan el monopolio del ferrocarril.

En el Plan Maestro de Machu Picchu (2005) se calculó una capacidad de carga de 2.500 individuos por día. Sin embargo, las estadísticas demuestran que en temporada alta los flujos diarios superan los 3.500 visitantes. Los estudios de diciembre 2010 de CANDES (Consultores Asociados en Naturaleza y Desarrollo), por encargo del Proyecto del Valle Vilcanota, Mincetur y financiamiento del Banco Mundial, determinaron una capacidad de carga de 2.320 visitantes.

En el recorrido por MP se advierte un alto porcentaje de áreas dedicadas a la visita, con una circulación caótica, propiciada por una deficiente señalética que se agrava con la desatención del reglamento.

De hecho, hay temas que deben afrontarse con criterio técnico y profesional, como el diseño del acondicionamiento turístico para una visita ordenada y no erosiva. Por ejemplo, las rústicas y grotescas pasarelas, escalerillas y barandas son discordantes con este emblemático paisaje cultural. Por otro lado, la irregularidad de los peldaños originales genera inseguridad en el tránsito y el uso de bastones metálicos terminados en punta perforan o remueven las superficies líticas.

Para reducir este impacto se deben tomar medidas que mejoren las calidades de atención durante la visita, como la redacción de guiones de visita por edades y en varios idiomas. Desde esta perspectiva, reconocemos que la actuación del guía de turismo es determinante.

El sector público y el privado deben asumir el reto de sensibilizar y capacitar a los miles de guías que trabajan permanente o esporádicamente, además de contar con estrategias de sensibilización a los turistas, para una visita ordenada y constructiva, aprovechando las cuatro horas de viaje en ferrocarril.

Se pueden proyectar videos didácticos sobre la conservación y la importancia de su comportamiento y el correcto uso de los circuitos, desmitificar la innecesaria “recarga cósmica” en el Intihuatana, no es necesario poner las manos sobre este para cargar una energía esotérica inventada por los guías.

Se deben acondicionar circuitos alternos que ordenen y eviten el doble tránsito y que se cierre el acceso a sectores como el Torreón, Cóndor e Intihuatana. Estos deben orientar al turista hacia una visita de panoramas, protegidos con pisos de material renovable, escalinatas modernas y de estructuras que no se apoyen en pisos ni muros originales, con amplios miradores y paneles informativos que destaquen los valores.

En este punto se advierte un detalle discutible pero válido, la instalación de servicios higiénicos de emergencia, considerando un recorrido de cuando menos cinco horas.

Finalmente, proponemos una idea peregrina que de seguro inquietará a más de un funcionario público y empresario turístico: cerrar el monumento un día a la semana, para actividades de mantenimiento. Obviamente, es una propuesta improcedente ante la “pérdida” de ingresos y rentas.

Esta modalidad se realiza más por argumentos administrativos que por razones arqueológicas o naturales. En todo caso, se debe reducir el horario de la visita para tener más tiempo dedicado al mantenimiento de las zonas expuestas a un uso público más intenso y que respondan a una planificación interdisciplinaria, conservacionista y profesional.

(*) Director del Complejo Arqueológico Huaca de la Luna.

Articulo Original en:
http://www.larepublica.pe/impresa/andares-2011-08-20 Sigue leyendo

El GÉNERO Y LA ARQUEOLOGÍA. Por Sofía Chacaltana Cortez

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Versión revisada

El género y la arqueología

Genero y Arqueologia - Sofia Chacaltana
Sofía Chacaltana Cortez
University of Illinois at Chicago
Pontificia Universidad Católica del Perú

Resúmen:
En la actualidad se escucha frecuentemente sobre las identidades de género y se sugiere que los géneros ‘masculino y femenino’ son roles que son social y culturalmente construidos. A pesar de que esta frase es válida, esta perdiendo consistencia porque se vuelve una frase trillada e insuficiente. Hoy en día necesitamos entender la manera cómo es que se forman estas identidades y observar cómo se interceptan con otros tipos de identidades sociales (e.g. clase social, económica, status e identidades étnicas). Asimismo, también es imprescindible evaluar las razones por las cuales una sociedad ‘impone’ y estructuran identidades, y los individuos las ‘asumen’, siendo víctimas, y a su vez, agentes de las mismas. Estos complejos procesos de construcción de identidades sólo pueden ser entendidos cuando son observados a través del tiempo. Este artículo toca sobre algunos aspectos importantes sobre las construcciones de géneros en sociedades prehispánicas, la época colonial en el Perú y el rol que puede tener la arqueología para entender a las construcciones de género a través del tiempo.

Uno de los principales objetivos de la arqueología es contribuir a entender la organización y formación de las sociedades antiguas a partir de los restos materiales que éstas han dejado. Es por ello que los arqueólogos tienen un importante rol en la interpretación de las sociedades arcaicas debido a que sugieren el tipo de relaciones sociales que existieron en el pasado. Cómo consecuencia, los investigadores pueden perpetuar o no, perspectivas esencialistas del comportamiento humano que muchas veces pueden ser utilizadas para justificar acciones contemporáneas como la discriminación de las mujeres o hacia otros tipos de identidades de género que se encuentran fuera de los estándares de ‘hombre y mujer’. Las dos identidades de género actualmente aceptadas por nuestra sociedad. De esta manera, algunas décadas atrás, muchas arqueólogas tomaron seriamente esta responsabilidad sobre sus hombros, y como consecuencia a un cambio de paradigma en la teória antropológica y arqueológica, empezarón a establecer y fundar la arqueología de género.

En sus épocas iniciales, esta arqueología buscó reivindicar el papel de las mujeres en el pasado, para darles una voz y un rol mas activo a las usualmente misóginas aproximaciones que dejaban de lado a las mujeres. Estas perspectivas perpetuaban a las mujeres en roles domésticos, pasivos, sin tiempo y capacidad de cambio, y en muchos casos las hacía invisibles (Claassen 1992; Conkey y Spector 1998). Es así que la arqueología de género buscó refutar a las visiones que percibían a los hombres como originarios de los grandes cambios ocurridos en la humanidad, como la agricultura, la complejización social, la evolución humana, la política, entre otros (Gifford-Gonzales 1995). Así, inicialmente la arqueología de género nació como una reacción a estas perspectivas mencionadas y buscó varios métodos para llegar a su cometido. Por otro lado, como muchos movimientos reaccionarios no fue raro que sus contribuyentes iniciales fueran mujeres arqueólogas que buscaban abrirse camino en el ámbito académico y hacer escuchar la validez de su voz dentro de una disciplina que era mayormente dominada por hombres.

En consecuencia, la arqueología de género empezó a buscar ejemplos en la historia y en las sociedades no occidentalizadas para entender la construcción de género en sociedades antigüas, y por ende, su diversidad. Por ejemplo, uno de sus estudios favoritos fue el caso de los famosos ‘berdache’ (así llamados por los franceses colonizadores) o ‘miati’ (por los indígenas) de la cultura Hidatsa situados a lo largo del río Missisipi, que eran individuos de un tercer género entre las sociedades norteamericanas coloniales (s. XV- s. XIX después de Cristo) (Spector 1998). Estos individuos que eran genéticamente hombres, actuaban socialmente como mujeres (en vestido y lenguaje corporal), asumían labores femeninas e incluso se podían casar con otros de su mismo sexo, pero de género distinto. A pesar de que estos individuos representaron, y aún representan, un problema de interpretación, ya que fueron identificados por los colonos como ‘travestis’, ‘eunucos’ y ‘sodomitas’, para la arqueología de género significó una puerta abierta para poder asociar y relacionar los materiales u objetos con la sexualidad y la identidad de género, conceptos esencialmente abstractos y difíciles de ser observados en los restos arqueológicos.

En los Andes, la arqueología de género ha dado interesantes resultados. En la actualidad, algunas investigadoras observan en el registro arqueológico el cambiante y complejo rol de las mujeres y de los hombres en diferentes tipos de organizaciones sociales a través de la historia andina. Por ejemplo, la arqueóloga Christine Hastorf (1991) en sus estudios en el valle del Mantaro observó que las mujeres y los hombres de esta región durante el período conocido como Intermedio Tardío (s. XI – XIV después de Cristo) – período antes de la conquista Inca – no tuvieron muchas diferencias laborales entre ellos. En cambio, durante la época Inca, los hombres de esta zona fueron requeridos para ir a los centros administrativos y lugares de interés imperial para dar el tributo temporal de trabajo obligatorio al imperio. Y por otro lado, las mujeres empezaron a realizar mayores trabajos dentro de sus casas, labores que eran requeridas por el imperio como hilar y tejer, dos labores que ideológicamente fueron altamente femeninas. Esto ocasiono que los espacios públicos que durante el Intermedio Tardío fueron más comunes y en donde interactuaban con mayor intensidad los hombres y mujeres empezarán a desaparecer bajo la presencia Inca en la zona, ocasionando un cambio en las relaciones entre los géneros y a su vez un cambio en el ambiente social.

Pero en general, el rol de las mujeres en la antigüedad fue diverso, complejo y variado. Durante la época Inca, las mujeres cumplieron distintos roles dependiendo de su posición social. Así por ejemplo, la historiadora Maria Rostworowski (1961) nos habla de las cacicas del norte del Perú que fueron mujeres que ocupaban roles políticos de poder, y que al parecer fue una organización social que sobrevivió a la colonia, pero que se formó durante los reinos Chimú. Por otro lado, en otras zonas de los Andes, las mujeres del común tenían roles laborales y sociales que se complementaban con la de sus compañeros masculinos, las cuales también participaban en asuntos políticos. Por ejemplo, las tareas agrícolas eran realizadas tanto por hombres como por mujeres, las que también contribuían a la economía familiar ya que en varios casos éstas eran las encargadas de elaborar tejidos y preparar comidas para el consumo doméstico, así como las encargadas organizar los festines que eran ofrecidos por las élites. Sin embargo, a pesar de que en general las mujeres cumplían roles complementarios a la de los hombres bajo un sistema familiar, se sugiere que en los andes prehispánicos las construcciones de las identidades de género fueron diferente para los hombres que para las mujeres, siendo las identidades de género de los hombres más dinámicas, fluidas y en mayor riesgo de no ser socialmente cumplidas. Por lo que los hombres necesitaban entrar en constantes reafirmaciones de su género a través de las acciones de guerra y otras actividades, por lo que requerían constante reafirmación social de su género. Por otro lado, las mujeres jugaron diversos roles y tipos de identidades en los Andes prehispánicos, pero la relación de su status y poder, así como la ideología que estructuraba las diferencias de géneros, y sus roles económicos y políticos aún no es del todo bien entendido y continúan siendo estudiados.

Por ejemplo, un grupo de mujeres que han sido arduamente estudiadas son las conocidas acllas. Las acllas eran mujeres que vivían en edificios de acceso restringido y que eran sustentados por el imperio. De acuerdo con los cronistas estas mujeres estuvieron destinadas a servir al Inca y a las deidades y llevar una vida llena de obligaciones y restricciones. Estas mujeres eran las encargadas de tejer elegantes mantos que utilizaba el Inca como atuendo personal o que eran dados como regalos para otros jefes del imperio. Hasta incluso, en ciertas ocasiones, las acllas eran ofrecidas como esposas a jefes de otros grupos étnicos del imperio con el objetivo de establecer nexos políticos. De esta manera, las acllas representan un tipo de mujeres que fueron especialistas laborales de alto rango y tuvieron un alto status, pero que a su vez, su vida estuvo determinada por los intereses imperiales y fueron carentes de poderes (económicos, sociales, políticos).

A pesar de que brevemente hemos mencionado pocos ejemplos, se puede notar que las experiencias de las mujeres en la época prehispánica fueron múltiples y cambiaron dependiendo de la región y de los contextos sociales y políticos. Así también se puede observar la manera cómo las identidades de género se interceptan con otros roles sociales, los cuales cambian cuando se transforma la organización política, las relaciones de poder y la ideología de la sociedad en donde se encuentra, como por ejemplo ocurrío durante la época colonial en el Perú.

Durante la colonia ocurrieron drásticos cambios en los roles de género entre la sociedad indígena. Estos son vastos, pero sólo comentaré a grandes rasgos algunos ejemplos interesantes. En general, la sociedad colonial estuvo regida por tradiciones hispanas y la religión católica por lo que las interacciones entre los géneros (masculino/femenino) estuvieron reguladas y observadas bajo escrutinio social, eclesiástico y jurídico. De esta manera, las relaciones entre los géneros, la sexualidad y el sexo formo parte de una de las mayores obsesiones coloniales situando a la mujer en una posición de desventaja con respecto a la del hombre. La mentalidad de la época sugería que la naturaleza de las mujeres no era la misma que la de los hombres, y que al contrario de los hombres que tomaban decisiones utilizando la razón, las mujeres comandaban sus acciones dominadas por los impulsos y su espíritu. Es así que los hombres quiénes eran los encargados morales de las mujeres tanto en alma como en cuerpo, vigilaron los comportamientos femeninos a todo nivel. Durante la época colonial, la mujer ideal debía ser obediente, beata y casta, además de limitarse a los quehaceres hogareños.

Pero estas regulaciones legales y sociales cambiaban de acuerdo con la identidad étnica. Por ejemplo, muchos hombres españoles, criollos (españoles nacidos en las Américas) y mestizos (de raza mixta donde uno de los padres era español) resguardaban y defendían los honores de sus familiares femeninos en caso de ultrajo, ya que la virginidad era un aspecto importante para el adecuado matrimonio de una mujer. Esto debido a que, en última instancia, el matrimonio de una hija o pariente femenino cercano, representaba un importante negocio familiar. Al contrario, el caso de las mujeres indígenas fue muy diferente. Ellas no estuvieron tan vigiladas como las mujeres de raza mestiza, criolla o hispana, lo cual trajo tanto beneficios como perjuicios. Uno de los mayores perjuicios a las mujeres indígenas, fue el proceso mismo de colonización, que estuvo (se observa similares comportamientos entre colonizadores de sociedades modernas como en las épocas arcaicas) llevado a cabo por hombres los que cometieron abusos sobre la sociedad colonizada en general, y abusos sexuales sobre las mujeres. La conquista Ibérica en las Américas no fue la excepción, y en los documentos coloniales existen numerosas menciones al respecto. Así, a pesar de que las mujeres indígenas no estuvieron sometidas a fuertes regulaciones sociales de su comportamiento, fueron víctimas de los abusos sexuales por parte de los españoles. Pero, dentro de esta fuerte situación política y económica a las que ellas se enfrentaban buscaron oportunidades para sacar provecho de su desfavorecida situación.

Debido a lo mencionado arriba, las mujeres indígenas se relacionaron de forma cercana y directa con los conquistadores, esto debido a que muchas llegaron a ser concubinas, compañeras ocasionales y trabajadoras domésticas dentro de las casas de los conquistadores. Y, como consecuencia de esta cercanía, fueron las mujeres indígenas las que parieron y criaron, a los nuevos pobladores ‘mestizos’ de las Américas. Por lo que ellas cumplieron un papel trascendental en la formación de la sociedad colonial. Asimismo, debido a que la colonización, que fue en apariencia una empresa religiosa y evangelizadora, puso una fuerte carga económica sobre los indígenas, las mujeres indígenas fueron bastante activas, buscando y encontrando diferentes tipos de salidas a este difícil contexto colonial, como por ejemplo el concubinato (si eran de élite) y la servidumbre y la prostitución si eran del común.

Durante la colonial, la posición social, la casta u orígen étnico y el género jugarón roles determinantes para la construcción de la identidad. Por ejemplo, las mujeres de la élite Inca se casaron y fueron concubinas de los colonizadores españoles. Muchos españoles que participaron en la conquista fueron de baja alcurnia, y buscaron casarse con mujeres de élite indígena para acceder a un rango real, ya que en teória el imperio español respetaba y legitimizaba a la clase imperial de sus tierras conquistadas. Así por ejemplo tenemos al conquistador Francisco Pizarro se casó con Inés Huaylas Yupanqui o Quispe Sisa, hija del Inca Huayna Capac con una ñusta de Huaylas. Pero luego este conquistador se caso con Cuxirimay o Angelina Yupanqui, otra mujer de la realeza Inca. Como consecuencia de estos matrimonios Pizarro accedió a grandes fortunas y a clase real entre la sociedad colonial.

Por el contrario, las mujeres indígenas del común estuvieron en el último escalón de esta sociedad colonial. Muchas de ellas (como también las mujeres africanas en estado de esclavitud), tuvieron otra suerte en comparación con las mujeres indígenas de alcurnia o realeza. Ellas quiénes entraron a trabajar como sirvientas en la casa de los españoles, ya que legalmente sólo podían habitar en una casa española en calidad de sirviente. En este contexto, los abusos fueron parte del trato, y tanto el cuerpo como el trabajo de éstas mujeres le pertenecían al patrón.

Pero, como mencionamos las mujeres indígenas fueron activas en buscar formas de mejorar su situación dentro de este contexto. Así, se sabe que existieron otros tipos de relaciones. Por ejemplo, a pesar de que en las colonias la prostitución estaba permitida a mujeres ibéricas, existieron lugares donde las indígenas se prostituían para buscar salidas a su precario estado económico y social. Este tipo de actividades ocurrieron en lugares alejados de las ciudades pero que eran bastantes transitados, como por ejemplo los tambos coloniales. Los tambos que durante la época Inca fueron lugares de descanso de los viajantes imperiales y que estaban ubicados al lado de los caminos, durante la colonia fueron edificios bastante transitados y lugares donde las mujeres indígenas se ofrecían ya que carecían de fuertes regulaciones como sí las tuvieron las ciudades. Estas descripciones están narradas en muchos documentos coloniales de la época en donde se denuncia esta práctica. En estos documentos se puede observar que las acciones de las mujeres indígenas eran consideradas como comandadas por sus tentaciones y por el diablo, y que además se ellas se ‘acostumbraban’ a acercarse a los tambos para ofrecer su cuerpo. Es decir, estos documentos sugieren que las mujeres indígenas quienes son vistas sin capacidad de decisión, se acercaban a los tambos por la irresistible tentación de tener relaciones sexuales con los españoles u otros viajantes. Posición que asume la pasividad de las mujeres indígenas. Hoy en día la experiencia de la mujer indígena del común como de élite durante la colonia está siendo investigadas por la arqueología y la historia, dando a la mujer de todos los niveles sociales y clase étnica, capacidad de acción y con la capacidad de ser reconocidas y observadas en el registro arqueológico.

El objetivo de este breve artículo es hacer notar que existen muchas aristas cuando se habla de género, y es importante incluir y distinguir otros tipos de identidades sociales como la edad, status social y económico, identidades que se intersectan de manera distinta dependiendo de cada sociedad y contexto social. Finalmente, concluyó recalcando que las identidades de género estan relacionados a las estructuras de poder, y el género tanto en antigüedad como en la actualidad, se debe explicar en relación a éste. Término este breve artículo sugiriendo que para entender el género en sociedades arcaicas, y tomando en cuenta que el género está en constante cambio y depende de varios aspectos sociales de cada sociedad que lo moldea, la moderna percepción de la existencia natural de dos géneros masculino/femenino no es universal ni constante a través del tiempo, sino más bien, un concepto que permite múltiples aspectos y constantes identidades, que están afectadas por intereses políticos, económicos y sociales.

Referencias Bibliográficas
Claassen, Cheryl
1992 Questioning Gender: An Introduction. In Exploring Gender Through Archaeology: Selected papers from the 1991 Boone Conference, edited by Cheryl Claassen, pp. 1-10. Prehistory Press. Monographs in World Archaeology N. 11.

Conkey, Margaret y J. Spector
1998 Archaeology and the Study of Gender. In Reader in Gender Archaeology, edited by Kelley Hays-Gilpin and David S. Whitley, pp. 11-45. Routledge, London and New York.

Gifford-Gonzales, Diane
1995 The Drudge on the Hide. Archaeology March/April:85.

Hastorf, Christine
1991 Gender, Space and Food in Prehistory. In Engendering Archaeology: Women and Prehistory, edited by M Gero and M. Conkey, 132 – 159.

Rostworowski, Maria
1961 Curacas y sucesiones: Costa Norte. Minerva, Lima.

Spector, Janeth
1998 Male/Female task Differentiation among the Hidatsa: Toward the Development of and Archaeological Approach to the Study of Gender.

Artículo aparecido en la Revista El GRITO (Versión revisada)
3 de Setiembre 2010 (http://www.elgritoperu.org/home.php?nro=11)
Versión revisada

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Genero y Arqueología – Sofía Chacaltana

Mas sobre Sofía Chacaltana:
http://blog.pucp.edu.pe/item/79371/pornografia-culinaria-por-sofia-chacaltana-david-goldstein
http://www.elgritoperu.org/files/2010/Septiembre/11/0651c0_Chacaltana.pdf
PhD Candidate Sofia Chacaltana Cortez at Cerro Baul
Sofía Chacaltana y José Luis Pino – Homenaje a Craig Morris 2010
Sofía Chacaltana – Premio Nacional de Tesis PUCP Sigue leyendo