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Sintiose el hombre en casa.
Arrebazado de felicidad.
Sintiose como antaño,
Cuando era casi la mitad,
Cuando lo de aileón,
Es decir,
Cuando cantaban las ranas.

Todo había de mezclarse,
Terminar en un coctel maldito,
Lo feliz con lo infinito.
Lo femenino con la familiaridad.

Creyóse en un sueño,
Del que jamás quisiera despertar.
En el almíbar de la casa,
En los brazos de mamá.
Es decir, cuando los pericotes también eran de Francia.

Y mirando el mundo desde abajo,
Mirando como un niño,
Resolvió que esos fueron sus años felices.
Qué no hay nada como una casa llena,
Qué no hay nada como la comida,
La conversación, el fuego y la familia.

Resolvió, acaso el dilema de toda una vida?
Quizá no.
Quizá no.

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