El otro día vi las 10 botellas de 0.5 litros de agua que me tomo todas las semanas en la oficina. Pensé en las 3 personas que trabajan conmigo y que si consumieran lo mismo que yo, estaríamos generando 30 botellas a la semana. Lo que se convierte en 140 al mes, lo que al año se traduce 1680 botellas. Muchas veces mis botellas terminan en la basura común, por flojera o porque no encuentro un tacho de reciclaje cerca. Fácil sólo dos de las diez botellas que me tomo a la semana llegan a ser recicladas. Osea que contribuyo con 24 kilos de botellas de plástico que terminan en un relleno sanitario o peor aún, en un botadero, pues al ser basura institucional, es dificil que tenga la suerte de que algún reciclador de la calle las encuentre para juntarlas y reciclarlas antes de que el camión de basura se las lleve.

Consumir agua embotellada es costoso, no necesariamente más saludable y genera muchos impactos ambientales, desde el uso de miles de toneladas de barriles de petróleo para producir sus envases y transportarlos a los puntos de venta, hasta la generación de millones de toneladas de basura al año en botellas que no llegan a ser recicladas. En nuestro país no todos los hogares tienen la suerte de tener agua potables y si la tienen, no siempre es confiable para beberla directamente del caño, por lo que piensan que no hay otra alternativa que tomar agua embotellada.