El hombre que no podía morir

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Apagó el televisor sin terminar de ver las noticias y se dirijio hacia su escritorio, todo sigue igual pensó, esperar 2000 años lo ha hecho irritable, casi nadie lo soporta, sus innumerables colaboradores personales cercanos, pasarón de ser avezados delincuentes a diligentes abogados. El Dr. Rashid Basir, su último mano derecha, era un hombre erudito, que hablaba con solvencia varios idiomas, de aspecto taciturno y anguloso, lo esperaba para que leyera los últimos contratos de arriendo en las propiedades del Sr. Barras, Londres, Paris, Madrid, Roma, innumerables propiedades y participaciones en casi todas las grandes transnacionales del planeta lo hacian uno de los hombres más ricos del mundo, sin embargo muy poca gente sabia de su existencia, al terminar de firmar y de regreso a casa, el Dr. Basir pensó en éste hermitaño moderno, cuyo única exentricidad era la de asistir a las ejecuciones de pena de muerte que podrían realizarse en cualquier parte del mundo de celebres delincuentes, al salir, el Sr. Barras salia compunjido, como si se tratara de un familiar cercano, su tristeza le duraba un día exacto, luego de lo cual retornaba a su oscura vida, donde nadie osaba penetrar. Las únicas veces que podria alguien dar razón de buen humor y alguna complacencia con sus sirvientes, era durante los días de pascuas, a veces hasta cantaba canciones desconocidas y en lenguas arabes, un solo día lo encontró totalmente euforico, y cansado de tanto haber reido, al terminar la reunión diaria, el Sr. Basir tenía una nueva misión, enviar una carta al Restoration Films Foundation, comunicandoles el generoso aporte por un millón de dolares, a cambio que su pelicula favorita sea restaurada para que en sus propias palabras “las generaciones no se pierdan el conocer esta maravillosa historia de traición, perdón y olvido”, Barrabas.

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