De la piedra rosetta a la pesera mágica

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Cuando llegué por tercera vez a Londres, no podía caberme tanta felicidad, por fín iría al Museo Británico, no podía tanta maravilla ser cierta, muestras de practicamente todas las civilizaciones que han poblado nuestro querido planeta, una de las bibliotecas más visitadas, centro de inspiración y estudio. Al ir avanzando entre las calles angostas para llegar no sabía si correr o no, aún estaba fresco en mí el caso del brasileño muerto a tiros en el metro, por ser diferente, sospechoso, extraño, estos cojudos primero disparán y luego preguntan mejor me aguanto, al cruzar la última esquina, ahi estabá la fachada, me pego como un portazo en la cara, inmenso, magnifico, al entrar por su puerta principal la piedra oscura más famosa del mundo reflejada mil veces durante el día en la mirada de los agradecidos visitantes, la piedra rosetta de Napoleón, la miras una y otra vez, la rodeas, esta ahí, a tan solo un metro, luego los cuadrupedos alados de los babiloneos y los totems africanos y esto y lo otro y no te cansas, pasan las horas, y no te cansas y prometes volver, pero no hay tiempo y miras una y otras vez esperando guardar todo en mi camara y mi filmadora y en mi mente. Al llegar a la puerta principal, caes en cuenta que un cubo inmenso transparente solicita tu aporte voluntario, monedas y billetes de todas las naciones, todos los patricios y grandes hombres de las naciones en esa especie de pesera de la solidaridad, ¿cómo podía resistirme?, caí en cuenta que no tenía en cuenta ninguna moneda de mi querido terruño, bueno igual unos eurillos ayudarán.

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