En algún lugar leí que para ser santo entre otras muchas cosas, se deben presentar testigos de los prodígios hechos, por supuesto estos debian ser extraordinarios, no explicables por la ciencia, pero fehacientes, se convocan pruebas y se evaluan por jurisconsultos del Vaticano y se sigue un proceso que termina con el pergamino. No me interesa el detalle.
Lo cierto es que conocí a una mujer muy pequeña, una monjita que me encandilaba con sus galletitas de nata, las cuales adoraba, ella las conservaba en un bolsillo oculto del mango de su hábito. Para ella toda persona era buena, y cuando alguien actuaba mal, decía que el demonio estaba adentro de él o ella, que no era la persona en si misma la que habia actuado, sino habia sido seducido o engañado por el mal, que todos somos hijos de Dios y él es el primero en ponerse triste ante nuestras desventuras. Ella siempre tenia una respuesta, una palabra de animo, una mirada serena y sonrisa complice, su presencia transmitia tanta paz y cuando te tocaba la mano para darte una explicación sentias una calma inmensa, y parecia que el universo se confabulaba, para que solo su voz te llegará al alma, pues estas no eran olvidadas jamás.
Si Rosita te recuerdo, con tanto cariño y cuando necesito sosiego, cierro los ojos para verte leer la biblia o besar la cruz que tanto adorabas.
Lastima que no existan más Rositas, lastima que este prado este plagado de mala hierba.